Aza?a, el secuestro de un catalanista
La operaci¨®n pol¨ªtico-hist¨®rica m¨¢s insidiosa a la que asistimos hoy en Espa?a es el intento de secuestrar la figura de Manuel Aza?a para convertirla en falso palad¨ªn de un nacionalismo espa?ol unitario y centralista, incompatible con los nacionalismos perif¨¦ricos. Enemigo de ellos. Algo que, por fortuna, ha empezado a desenmascarar en este peri¨®dico su editor, el profesor Juan Marichal, en su art¨ªculo del pasado d¨ªa 3, Catalu?a, paradigma espa?ol.
La direcci¨®n del Partido Popular (PP) ha establecido como norte estrat¨¦gico -y no meramente t¨¢ctico, pues la cantinela dura desde hace al menos tres a?os- que de esos nacionalismos , y por extensi¨®n de las nacionalidades que los engendran, s¨®lo puede esperarse la tr¨ªada funesta: chantaje, hipoteca, crispaci¨®n. Considera as¨ª el PP el compromiso nacionalista con el Gobierno de Espa?a -por socialista- como un problema. No como una extraordinaria oportunidad para acabar de encauzar lo que queda de un litigio hist¨®rico. Es, precisamente, el enfoque contrario del que puso en pr¨¢ctica Manuel Aza?a, con su impecable y decisiva defensa parlamentaria del Estatuto de Catalu?a de 1932; con su incesante apoyo al Estado auton¨®mico; con su llamada para ordenar la ca¨®tica y fundamental cartera de Hacienda al catalanista Jaume Carner, un hombre cuyos discursos y biograf¨ªa deber¨ªan repasar los s¨²bitos doctores en la cuesti¨®n catalana que han surgido desde el conservadurismo.
Si Manuel Aza?a fue un estadista, es decir, un hombre con visi¨®n y propuesta de Estado, fue en buena medida porque supo encauzar la aportaci¨®n catalanista al esfuerzo general de Espa?a, atrayendo a los mejores hombres de dicho signo pol¨ªtico, y porque colabor¨® decisivamente en el alumbramiento de un Estado regionalizado, finalmente frustrado por la guerra, pero que es antecedente directo e inspiraci¨®n fundamental para las Constituyentes de 1977-78. Una apuesta nada electoral, contra lo que mezquinamente se le ha acusado desde el independentismo catal¨¢n: le cost¨®, entre otras cosas, enfrentarse a un intento de golpe militar, la sanjurjada.
Eso fue lo que hizo. Y lo que predic¨®. Lejos de "enmascararse con la alarma, con la agitaci¨®n, con el supuesto suicidio de la unidad nacional" (Cortes, 2 de junio de 1932) con que algunos intelectuales republicanos, diputados filomon¨¢rquicos y dirigentes del Partido Radical de Alejandro Lerroux se flagelaban el alma y pretend¨ªan de paso socavar su Gobierno, Aza?a persigui¨® expl¨ªcitamente con su pol¨ªtica autonomista "un alto fin espa?ol" consistente en "satisfacer viejas querencias y apetencias espa?olas [las catalanas] que hab¨ªan sido desterradas del acervo del sentimiento pol¨ªtico espa?ol por la monarqu¨ªa absorbente y unitaria, y que son espa?olisimas, m¨¢s espa?olas que la dinast¨ªa y la monarqu¨ªa misma". "Y perseguimos m¨¢s", a?ad¨ªa, "perseguimos la reincorporaci¨®n a la obra del Gobierno, del Estado de la Rep¨²blica, de capacidades, de fuerzas, de impulsos que ahora est¨¢n apartados de ella y esquivos por las causas hist¨®ricas" (Cortes, 27 de mayo de 1932).
El dise?o autonomista, que Aza?a logr¨® desbloquear con ese famoso discurso, part¨ªa de la idea de que "la unidad espa?ola, la uni¨®n de los espa?oles bajo un Estado com¨²n, la vamos a hacer nosotros y probablemente por primera vez", porque antes no se hizo por voluntad acordada de los pueblos peninsulares: no hubo unidad, sino sometimiento com¨²n de los espa?oles a una monarqu¨ªa d¨¦bil. Y a quienes se escandalizaban porque atribu¨ªan esa realizaci¨®n a Isabel y Fernando, con "argumentos cursis" sobre el siglo XVI, "yo les someter¨ªa a esta prueba: que hici¨¦semos aqu¨ª una semejanza de ley, un proyecto de ley organizando el Estado espa?ol en la misma forma, respecto a las facultades y poderes del Estado, en que se hallaba bajo Isabel I y Fernando V, y que lo public¨¢semos en la Gaceta, y ver¨ªais correr espantados a todos los grandes defensores de la unidad nacional". ?Fue el siglo XVI esplendoroso? "?Ah!, ?s¨ª?", se preguntaba Aza?a, "pues no hay en el Estatuto de Catalu?a tanto como ten¨ªan de fuero las regiones espa?olas sometidas a aquella monarqu¨ªa".
Esa tarea de incorporaci¨®n hist¨®rica, luego frustrada como tantas otras por la guerra incivil y la dictadura, requer¨ªa comprensi¨®n del litigio: "La libertad de Catalu?a y la de Espa?a son la misma cosa". Y requer¨ªa tambi¨¦n emoci¨®n: "Antes comprend¨ªa el catalanismo; ahora, adem¨¢s de comprenderlo, siento el catalanismo. La diferencia, para m¨ª, es notable, porque no s¨¦ hacer nada ni sirvo para nada si las cosas que me ocupan no me emocionan", dijo en su discurso sobre "La libertad de Catalu?a y Espa?a", en Barcelona, el 27 de marzo de 1930.
M¨¢s a¨²n, para el Aza?a conspirador prorrepublicano de ese momento, el catalanismo no es s¨®lo una fuerza pol¨ªtica a incorporar al proyecto de cambio. Es palanca principal de ese cambio: "La alegr¨ªa que me produce el contemplar vuestra catalanidad activa procede de esto: el catalanismo o, dicho de otra manera, el levantamiento espiritual de Catalu?a, nos ofrece la ocasi¨®n y el instrumento para realizar una labor grandiosa y nos sit¨²a en terreno firme para iniciarla. Gracias al catalanismo, ser¨¢ libre Catalu?a; y al trabajar nosotros, apuntalados en vosotros, trabajamos por la misma libertad nuestra y as¨ª obtendremos la libertad de Espa?a. Porque muy lejos de ser inconciliables, la libertad de Catalu?a y la de Espa?a son la misma cosa".
La recuperaci¨®n/falsificaci¨®n, esto es, el secuestro de Manuel Aza?a para convertirlo en supuesto doctrinario del viejo nacionalismo espa?ol se debe, adem¨¢s de a ciertos dirigentes del Partido Popular, a Federico Jim¨¦nez Losantos, quien en su libro La ¨²ltima salida de Manuel Aza?a pretende convertirle en baluarte contra "la p¨¦rdida o eclipse de la idea de Espa?a" y en lenitivo contra el supuesto "peligro de balcanizaci¨®n".
Curiosamente, este secuestro no se ampara en el ¨²nico texto que podr¨ªa dar lugar a algo similar a un nacionalismo castellanista: su discurso El genio pol¨ªtico de Castilla, pronunciado en Valladolid el 14 de noviembre de 1932. "Lo que m¨¢s tengo que estimar en Castilla es su genio pol¨ªtico", afirmaba Aza?a en esa ocasi¨®n, para remachar: "Lo m¨¢s absurdo que podr¨ªa hacerse en Castilla ser¨ªa oponer a un regionalismo otro regionalismo; a un nacionalismo, otro. ?Qu¨¦ ten¨¦is que ver vosotros con los nacionalismos? Yo soy castellano, pero soy espa?ol, o, si me lo permit¨ªs, no soy m¨¢s que espa?ol". En ese asunto, a los ciudadanos de Castilla, les va el destino: "Va vuestro destino hist¨®rico, destino que se dirige a llevar en la gobernaci¨®n del Estado y en la orientaci¨®n de los destinos de Espa?a el sello propio". Pero, y ah¨ª se comprende que no se utilice ese texto por quienes desde el neocasticismo agitan la inquina interterritorial, el estadista republicano advert¨ªa que eso deb¨ªa hacerse "sin rivalidad ni hegemon¨ªas ni hostilidades con nadie".
No, el secuestro de Aza?a como mejor exponente de la pluralidad cultural y la plurinacionalidad espa?olas no se realiza por esa v¨ªa constructiva, sino por la meramente destructiva, abusando del ¨²ltimo Aza?a, el de La velada en Benicarl¨®, las Memorias pol¨ªticas y de guerra y algunas cartas enviadas a personalidades. Dig¨¢moslo claramente: esos cr¨ªticos (de significaci¨®n opuesta, pues encajan milim¨¦tricamente en sus aproximaciones y en sus citas tanto el separador Losantos como el separatista catal¨¢n Carles Mu?oz Espinalt en su Estudi de Manuel Aza?a (Barcelona 1971), toman la parte por el todo.
La parte: determinadas actuaciones del liderazgo de Esquerra Republicana y de la Generalitat. El todo: la pol¨ªtica catalana y Catalu?a.
Este ¨²ltimo Aza?a, que no es ya el presidente del Gobierno de una Rep¨²blica germinal, sino el impotente y desgarrado albacea de un r¨¦gimen que se hunde por
Pasa a la p¨¢gina siguiente
Aza?a, secuestro de un catalanista
Viene de la p¨¢gina anterior
las desuniones propias y las armas ajenas, lanza desde 1937 -casi siempre en privado- dur¨ªsimas cr¨ªticas al Gobierno de la Generalitat que encabeza Llu¨ªs Companys. No por un pretendido anticatalanismo, que jam¨¢s lo anid¨®, como lo demuestra su compromiso con el r¨¦gimen auton¨®mico incluso en los d¨ªas m¨¢s aciagos del soterrado enfrentamiento entre los Gobiernos Negr¨ªn y Companys. No. Sus cr¨ªticas no nac¨ªan de esa actitud, sino de su condena del levantamiento del 6 de octubre (que le acarre¨® a ¨¦l mismo la prisi¨®n), porque romp¨ªa la legalidad republicana, y, sobre todo, de la debilidad del Gobierno catal¨¢n ante la marea anarquista -demostrada en los fets de maig de 1937- y de su desigual predisposici¨®n a reenderezar con autoridad la vida y la justicia democr¨¢ticas por los cauces constitucionales.
Ante las contradicciones de Companys (quien protesta ante el Gobierno por el caso Andreu Nin, ¨¦l, cuya autoridad hab¨ªa sido desbordada por toda serie de patrullas), Aza?a, efectivamente, como recuerdan Losantos y Mu?oz Espinalt, desliza desde?oso en sus Memorias (en el Cuaderno de la Pobleta): "Lo mejor de los pol¨ªticos catalanes es no tratarlos".
Pero eso no es una prueba de "extra?a aversi¨®n", "obsesi¨®n" o "fobia a los catalanes", como sostiene Espinalt. Es un desahogo literario, que debe ponerse en relaci¨®n con las cr¨ªticas, mucho m¨¢s aceradas, que su afilada y venenosa pluma dedic¨® a hombres como Largo Caballero o al propio Negr¨ªn. La mejor prueba de ello es que el, ahora, presidente de la Rep¨²blica no s¨®lo recibe y trata, sino que -en el mismo cuaderno- prodiga elogios para pol¨ªticos y personalidades catalanes como Pere Bosch i Gimpera, Nicolau d'Olwer, Carles Pi i Sunyer, Josep Xirau o Pere Corominas: eso s¨ª, casi todos ellos m¨¢s pose¨ªdos de seny que de rauxa, al rev¨¦s que Companys.
La utilizaci¨®n abusiva y descontextualizada de algunas citas permite obrar milagros. As¨ª ocurre por ejemplo con una referencia a los bombardeos de Barcelona. Dice Aza?a en sus Memorias: "Una persona de mi conocimiento asegura que es una ley de la historia de Espa?a la necesidad de bombardear Barcelona cada 50 a?os". Y sigue: "El sistema de Felipe V era injusto y duro, pero s¨®lido y c¨®modo. Ha valido para dos siglos". Pero nadie parece acordarse de que el primer p¨¢rrafo de esa misma cita figura en su art¨ªculo La insurrecci¨®n libertaria y el eje Barcelona-Bilbao, publicado en vida, al que a?ade, descalificando: "Esta boutade denota todo un programa pol¨ªtico. De hecho, Barcelona ha sufrido m¨¢s que ninguna otra capital espa?ola el rigor de las armas".
Esas, tambi¨¦n boutades, del Aza?a memorial¨ªstico, servir¨¢n como materia para cabildeos tertulianos, para regateos gallin¨¢ceos de separadores y separatistas y para solaz de imb¨¦ciles que prefieran la frase suelta y perdida que el estudio de una obra de Gobierno. ?Debemos enjuiciar a Aza?a por sus desahogos literarios durante la cat¨¢strofe, por el componente cruel de sus bien construidas cr¨ªticas a determinados comportamientos desviaci¨®nistas de la democracia parlamentaria? ?O, m¨¢s bien, por su obra de construcci¨®n del Estado liberal y autonomista? Quien prefiera la realidad parlamentaria, el seguimiento de la labor del estadista, har¨¢ bien en reseguir los ?nada menos que once! discursos sobre la cuesti¨®n catalana y auton¨®mica, pronunciados entre 1930 y 1934, en su mayor parte desde el banco azul de las Cortes. Y en recordar que fue Francesc Maci¨¤ quien el 21 de octubre de 1933 ofreci¨® al ?catalanof¨®bico? Aza?a encabezar la candidatura de Esquerra en la inminente elecci¨®n a Cortes.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.