Zoco sobre el parqu¨¦
La Bolsa de Madrid, cuarta de Europa, es una mezcla de p¨®quer y mercado oriental
Cuentan los anales que el rey Alfonso XIII se compr¨® un coche en 1905 y la Bolsa de Madrid sufri¨® fuertes vaivenes durante todo el a?o. Los inversores cayeron presas del temor a que el monarca su friera un accidente y se tambalea ran las instituciones pol¨ªticas. Ahora es el riesgo a que Felipe tire la toalla, Clinton ponga cara de pocos amigos o suban los tipos de inter¨¦s lo que impulsa a los inversores a comprar acciones como posesos o vender a precios de agosto.Es el fluctuante mundo del parqu¨¦, sobre el. que se pasean corbatas de seda, tel¨¦fonos port¨¢tiles y muchos ordenadores; demasiados: la Bolsa ya no es lo que era. Y menos en agosto, cuando el calor relaja la obligada etiqueta de acudir en traje y corbata. Ese hervidero de yuppies vociferando con la camisa descolocada y un tel¨¦fono a cada oreja desapareci¨® de la Bolsa en gran parte hace cinco a?os con la implantaci¨®n del Mercado Continuo de Valores: las acciones de las empresas que cotizan en m¨¢s de una Bolsa espa?ola se negocian por ordenador.
Pero a¨²n queda algo de zoco oriental. Los corrillos, menos populosos, contin¨²an negociando acciones de las sociedades que no cotizan en el Mercado Continuo. Una lonja donde en vez de pescado y pesetas se truecan parcelas de dinero y poder en empresas de envergadura. En 1993, los negocios que se fraguaron en la Bolsa de Madrid ascendieron a 7,3 billones de pesetas; una cifra que en s¨®lo el primer semestre de este a?o ya se hab¨ªa superado: 7,7 billones de pesetas, un r¨¦cord hist¨®rico.
Los empleados de las agencias y sociedades de valores -y bolsas -los brokers, ¨²nicos que pueden comprar o vender en el parqu¨¦- llegan con una detallada lista de la compra en sus carteras: sus clientes les piden que compren tantas acciones- de tal empresa. Son los chicos de los recados de los inversores, aunque a veces les aconsejan, buenos conocedores del mercado, sobre si la cosa est¨¢ a buen precio o es mejor comprar otra, vender o esperar a que cambien los vientos. La propina var¨ªa seg¨²n el broker y el volumen de negocio, aunque la cosa ronda el 2,25 por mil.
Este peculiar mercado comienza a las diez de la ma?ana, y antes de mediod¨ªa decae el fervor. Cada diez minutos cambia el tercio. De 10.00 a 10.10 se negocian las acciones del sector de autom¨®viles. Los diez minutos siguientes, alimentaci¨®n, y luego les toca a las empresas cementeras...
Se hace el corrillo y comienza el regateo en el argot propio de un mercadillo: "?Tomo 100 de Elecnor!". "?Doy a 655!", 11?645!". Empieza el forcejeo: "?652!", "?648!","!650!". "?Ponlas!". Terminada la operaci¨®n. Nada queda escrito: todo a viva voz y en segundos."Es como una partida de p¨®quer", confiesa Fernando Bl¨¢zquez, un empleado de la agencia Inverbolsa. "Hay que fijarse tambi¨¦n en las caras y ver si est¨¢n dispuestos a bajar el precio, si tienen mucho inter¨¦s en vender... para ver la t¨¢ctica en el regateo que tienes que emplear". Bl¨¢zquez negocia unos 50 millones de pesetas en un ma?ana flojita de agosto (un mes. bajo en negocios).
Y, como en el p¨®quer, la materia prima no es el dinero, sino la intuici¨®n, invertir sobre posibilidades y expectativas que pueden preverse y adivinarse, pero que, nunca se conocen hasta que acaba la jugada. Se puede ganar todo con unas dobles parejas o arruinarse con una escalera de color. Y si no, que le pregunten al marqu¨¦s de Salamanca. Se vino de M¨¢laga con el dinero que le prest¨® su cu?ado y con el juego de la Bolsa se compr¨® un coche -en 1837-, puso la casa de lujo, se rode¨® de servidumbre y hasta devolvi¨® a su cu?ado el dinero del viaje.
La Bolsa de Madrid est¨¢ abierta al p¨²blico de 10.00 a 17.00. Plaza de la Lealtad, 1.
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