De la cr¨®nica al poema
Lo mejor que se puede decir de esta Wyatt Earp de Lawrence Kasdan es que no hace el rid¨ªculo, sino que se mantiene digna, bajo la sombra de la genial My darling Clementine (Pasi¨®n de los fuertes) de John Ford; y ofrece una r¨¦plica aceptable a la excelente Duel at the 0. K. Corral (Duelo de titanes).Es c¨¦lebre la frase, clave para tender el western en cuanto g¨¦nero de g¨¦neros y matriz del thriller, de un personaje de otra obra cumbre de Ford, El hombre que mat¨® a Liberty Valance: "En el Oeste, cuando hay que elegir entre la historia y la leyenda, nos quedamos con la leyenda". Viendo Wyatt Earp da la impresi¨®n de que Kasdan se propuso inicialmente enmendar la plana a Ford y desmitificar la vida de Earp, pero que a medida que se adentraba en su pellejo acab¨® aceptando la visi¨®n fordiana y, lejos de desmitificarlo, se sumergi¨® en el mito.
Wyatt Earp
Direcci¨®n. Lawrence Kasdan. Gui¨®n: Dan Gordon y Kasdan. Fotograf¨ªa: O. Roizman. M¨²sica: J. N. Howard. EEUU, 1994. Int¨¦rpretes: Kevin Costner, Dennis Quaid, Gene Hackman. Palacio de la M¨²sica, Cid Campeador, Novedades, Cartago, Aluche y, en v. o, California.
De ah¨ª que la zona final del filme sea m¨¢s poderosa que la inicial y que el conjunto sea fronterizo entre cr¨®nica y poema o historia y leyenda. La larga duraci¨®n permite a Kasdan a quien debemos su contribuci¨®n en Silverado a reactivar la hoguera de la pasi¨®n por el western- abordar zonas de la vida de Earp in¨¦ditos en la pantalla: el antes y el despu¨¦s de su paso sangriento por Tombstone. Esto da al filme m¨¢s veracidad que la que ofrecen sus antecesoras unos doce filmes mudos y, contado este, ocho sonoros- en la saga cinematogr¨¢fica de Earp.
Sin fronteras
La deriva del documento al poema se produce primero de forma lenta y bruscamente desde que el personaje Doc Holliday -formidable creaci¨®n de Dennis Quaid- irrumpe en la pantalla: tal es la energ¨ªa de su encarnaci¨®n por este actor, hasta ahora de medio pelo y ahora desmelenado en una creaci¨®n sin fronteras, que reedita la vieja paradoja del buen cine de Hollywood que dice que en las grandes obras el pez chico hay veces que se come al grande. Esta es una.En efecto, la solvencia con que el omnipresente Costner -que algo va aprendiendo de su oficio- construye a Earp no impide que cuando, mediada la pel¨ªcula, se mira a su espejo oscuro, su sombra negra, las cosas dan un vuelco y el cad¨¢ver vivo de Holliday rompe el equilibrio realista inicial, el mito se abre camino y ya no importa contar la verdad del suceso del 0. K. Corral, pues hay algo infinitamente m¨¢s rico que la cr¨®nica de una turbia fechor¨ªa del- hampa de la vieja Frontera: la materia de la tragedia intuida por Ford.
Y el filme crece a medida que se agota, desembocando en una hora y media final de western con rigor cl¨¢sico, digno de verse y que pasar¨¢ a la historia moderna de este viejo g¨¦nero.
Babelia
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