Los Proms rompen las barreras musicales
Los conciertos Promenade de Londres cumplen cien a?os de mito popular
Las orquestas de Cleveland y la Sinf¨®nica de la BBC han ocupado este fin de semana el escenario del Royal Albert Hall, de Londres, en unos conciertos que forman parte de la historia de la m¨²sica cl¨¢sica. Los Promenade Concerts, o Proms, llenan los meses de julio a septiembre desde hace un siglo, un ritual del verano iniciado en 1895 por el director de orquesta Henry Wood para popularizar la m¨²sica cl¨¢sica. Durante dos meses se puede asistir a 60 conciertos de grandes conjuntos internacionales y sus int¨¦rpretes estrellas, con un precio de entrada de dos o tres libras.
Elegantemente trajeado, el due?o de un pase de temporada espera en la cola de entrada a que las puertas del Royal Albert Hall se abran. La fila es interminable, pese a que todos los que la forman tiene ya su entrada. "Hoy act¨²a la Filarm¨®nica de Berl¨ªn y ha venido mucha gente, ser¨¢ dif¨ªcil encontrar un buen sitio", opina un espectador, un experto en el ritual de la arena, una de las peculiaridades de los Proms, los paseos de la BBC que convierten a Londres entre julio y septiembre en la indiscutible capital mundial de la m¨²sica cl¨¢sica. En el programa de la presente edici¨®n figuran grandes conjuntos internacionales, de la Filarm¨®nica de Berl¨ªn a la Joven Orquesta de la Uni¨®n Europea.El ritual comienza en la cola de entrada. Primero, una hora antes de que empiece el concierto, entran los due?os de pases de temporada. Luego, los que han esperado, a veces horas, para adquirir el tique del d¨ªa. Poco a poco, en oleadas cada vez m¨¢s tupidas, la arena, el redondel interno del suntuoso Royal Albert Hall, se llena de un p¨²blico estusiasta. Los hay j¨®venes y viejos. Serios se?ores trajeados y . j¨®venes con pantalones de ciclista. Una pareja con mochilas. consume pl¨¢tanos y manzanas a un palmo del estrado que ocupar¨¢ Claudio Abbado, director de la Filarm¨®nica de Berl¨ªn, en pocos minutos.
Cada d¨ªa, entre el 15 de julio y el 10 de septiembre, se cumple el ritual de los Proms, que el director de orquesta brit¨¢nico Henry Wood inici¨® en 1895 con la esperanza de extender el conocimiento y el amor por la m¨²sica entre las clases menos favorecidas econ¨®micamente. Los Proms han sobrevivido a dos guerras aunque no sin v¨ªctimas. El antiguo Queen Hall donde se celebraban qued¨® destruido en 1941 en un bombardeo de la aviaci¨®n alemana. El Albert Hall es un edificio tres veces superior en aforo aunque con problemas ac¨²sticos que se intentan resolver con una instalaci¨®n especial en el techo.
Todav¨ªa hoy la cualidad interclasista de los Proms se mantiene. En la entrada del Albert Hall pueden verse, los d¨ªas de concierto especial, fastuosos Rolls-Royce descargando selectos pasajeros. Aunque la mayor¨ªa de la audiencia -el Albert Hall tiene cabida para 6.200 personas- llega a bordo de autobuses de l¨ªnea o utilizando el metro.
Un lugar m¨¢s que aceptable en el Albert Hall cuesta 400 pesetas (dos libras), o tres libras en la arena, en un d¨ªa de lujo en el que las butacas se pagan a 6.000 pesetas (sin reventa). Sorteando carteras y montones de ropa, piernas y brazos extendidos en el suelo, voluntarias trabajadoras de organizaciones de beneficencia para m¨²sicos pasan el cepillo.
Pero la verdadera dimensi¨®n de la arena hay que verla en la estrecha comunicaci¨®n que establece con la m¨²sica. Cuando tras infinitos segundos de silencio -un silencio inimaginable en una audiencia de m¨¢s de 6.000 personas- la Filarm¨®nica concluye la Novena sinfon¨ªa de Mahler, la arena salta de j¨²bilo. La arena ha vuelto a marcar la temperatura de la audiencia, y los dem¨¢s espectadores: butacas, palcos, boxes, coro, son apenas la comparsa en un espect¨¢culo de insospechada belleza.
Babelia
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