Reencuentro en las cloacas
Las bandejas con restos de desayuno le hab¨ªan convocado el apetito. Estaba solo en lo que parec¨ªa el recibidor de la consulta de un dentista espacial, pero las dos azafatas que se le acercaron bien predispuestas parec¨ªan de la misma camada que las conocidas en la cloaca de Cigales.-Estamos para cumplir sus deseos.
-Desayunar... es mi m¨¢ximo deseo...
-No tiene m¨¢s que pedir... ?Continental? ?Americano?
-No es por ofender los preceptos diet¨¦ticos de su teolog¨ªa, pero quisiera mucho cerdo: dos huevos fritos de cerdo, tocino de cerdo, salchichas de cerdo, jam¨®n de cerdo, queso de cerdo...
-?Caf¨¦? ?Zumo de naranja acaso?
-Caf¨¦ de cerdo y zumo de naranja de cerdo con champa?a, si puede ser un Roederer Cristal.
Esperaba que se abriera la puerta del sal¨®n de juntas donde presum¨ªa un duro encuentro entre la obcecada kam?kaze y sus jefes. Pero antes reaparecieron las azafatas portadoras de un carrito sobre el que se amontonaba el desayuno m¨¢s t¨®xico que jam¨¢s hab¨ªa tomado en su vida.
-?Un zumito?
-?Champa?a quiz¨¢?
-Fiftie... ftftie, camaradas... As¨ª desayunaba Churchill, aunque ¨¦l utilizara zumo de naranja y Dom Perignon.
Mediaron la copa con un reci¨¦n exprimido zumo de naranja y la llenaron con Roederer Cristal abierto por las manos de sat¨¦n de la muchacha que ten¨ªa el culo m¨¢s bonito, contemplaci¨®n obligada porque la larga trenza le llegaba hasta donde la cintura deja de serlo. En la valoraci¨®n del culo estaba Carvalho cuando bebi¨® ansiosamente la copa, y no tuvo tiempo de devolverla a la bandeja porque el escaso mundo que cab¨ªa en aquel recibidor dio una vuelta completa y con ¨¦l su cabeza y su conciencia.
-Bajo la responsabilidad del Mosad.
Crey¨® o¨ªr alg¨²n tiempo despu¨¦s, mientras le parec¨ªa ir sentado en una butaca de avi¨®n y cerca de la cabina Judith asesoraba severamente a un preocupado piloto.
-Estoy solo en bussines class.
Pero Judith le masticaba junto a una oreja: ?Nunca llegar¨¢s a Jerusal¨¦n! Estoy solo en bussines class, se dijo, como traspas¨¢ndose una informaci¨®n satisfactoria, y volvi¨® a perder el conocimiento. De vez en cuando le parec¨ªa como si le comprobasen el pulso a alguien que era ¨¦l. El avi¨®n aterrizar¨ªa y Carvalho se vio aupado por los brazos de los auxiliares de a bordo que le permitieron bajar la escalerilla sin poner los pies en los escalones, ni pis¨® el supuesto aeropuerto porque le depositaron delicadamente en el interior de una caja que empez¨® a moverse y a emitir alarmas de ambulancia. ?Tan mal estoy? Ni una ventana al exterior para ayudar a orientar a unos ojos que empezaban a recuperar su musculatura. Las ambulancias tambi¨¦n llegan a su destino y esta vez pudo bajar por su propio pie para encontrarse en un evidente s¨®tano. Alguna vez hab¨ªa le¨ªdo que las novelas polic¨ªacas deben transcurrir de noche y cuando se llevan al cine todo lo que era d¨ªa debe volverse noche. Estaba viviendo una novela hist¨®rica y apenas hab¨ªa salido de s¨®tanos, subterr¨¢neos, cloacas, alcantarillados. Le vino al encuentro una muchacha rubia, poca cosa... se repiti¨® a s¨ª mismopoca cosa, poca cosa, a medida que la iba recordando. Era la que le hab¨ªa disparado a quemarropa a Guijuelo en el bar de Madrid, pero ahora parec¨ªa una locuela simp¨¢tica y azorada.
-No sabe el placer que experimento al poder saludarle, Carvalho. S¨ªgame. Esto est¨¢ lleno de sorpresitas para usted.
-?Ha ocurrido alg¨²n desastre nuclear en la tierra?
-?Por qu¨¦ lo pregunta?
-Llevo horas, d¨ªas, sin salir de s¨®tanos, subterr¨¢neos, cloacas, alcantarillados.
-Le¨ª en un art¨ªculo muy cient¨ªfico que en el futuro no podr¨ªamos respirar el aire de tan contaminado como estar¨ªa. Yo no s¨¦ que pasa, pero arriba se ve todo. Hasta fotograf¨ªan a las reinas en pelotas.
-?Qu¨¦ fue de Guijuelo?
-?Qu¨¦ fisonomista es usted! ?Me ha reconocido! No sea malo. F¨ªjese qu¨¦ sorpresa le hab¨ªamos preparado.
Abri¨® una puerta de par en par. Bisc¨²ter estaba contando afanosamente los billetes de un fajo y P.N.F., a su lado, como un sonriente gran hermano, le advert¨ªa de que alguien muy importante acababa de llegar. Bisc¨²ter alz¨® la cabeza y descubri¨® a Carvalho y su odiosa perseguidora.
-?Cuidado, jefe, que esta t¨ªa es peligros¨ªsima!
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