?Luismi, campe¨®n!
La Liga de f¨²tbol ha comenzado y los s¨ªmiles del deporte rey se contagiaron a la jaranera pe?ista de seguidores de Luis Miguel Encabo que se desplazaron desde Alcal¨¢ de Henares para animarle y gritarle, entre otros originales gritos ?Luismi, campe¨®n!. La verdad es que su ¨ªdolo, quien ya posee el t¨ªtulo de Liga que significa haber salido a hombros de la c¨¢tedra vente?a, no les defraud¨®. Con rabia novilleril super¨® a sus dos compa?eros a pie, ayunos de t¨ªtulos todav¨ªa en su historial, una situaci¨®n en la que pueden permanecer in saecula saeculorum de seguir con tanta precautiva mandanga, disfrazada de te¨®rica finura est¨¦tica.El festejo dur¨® eternas tres horas, mas s¨®lo alumbr¨® inter¨¦s, emoci¨®n y toreo con Encabo. Las del alba ser¨ªan cuando el p¨²blico abandonaba sus localidades a toda marcha, "que juega el Madr¨ª y me he perdido los tres primeros goles por culpa de estos pesados", como espetaba un parroquiano, tambi¨¦n bajo el s¨ªndrome liguero.
El ?lamo / San Jos¨¦, Conde, Ortega, Encabo
Cinco novillos de El Alamo, muy bien presentados, c¨®modos de cabeza y de juego desigual. 6? sobrero de Encinagrande, en sustituci¨®n de otro del hierro titular devuelto por inv¨¢lido. 1?, para rejoneo, de Tassara, excesivamente despuntado de forma reglamentaria, manejable. El rejoneador Javier San Jos¨¦: rejonazo en la barriga (vuelta por su cuenta). Javier Conde: estocada trasera atravesada y descabello (silencio); pinchazo en el brazuelo -aviso con mucho retraso- y media perpendicular baja (silencio). Francisco Ortega: pinchazo sinsoltar y bajonazo, se le perdon¨® un aviso (palmas); pinchazo sin soltar, pinchazo y estocada desprendida; se leperdonaron tres avisos (silencio). Luis Miguel Encabo: estocada trasera desprendida (petici¨®n y vuelta); pinchazo sin soltar, pinchazo y estocada tendida (petici¨®n y vuelta) Plaza de San Sebasti¨¢n de los Reyes, 3 de septiembre. 8? de feria. Media entrada.
?Las causas de su prolongad¨ªsima duraci¨®n?. Muy f¨¢ciles. Por mor de tanta finura de Conde y Ortega, profusamente mostrada; en realidad era trapaceos eternos al hilo del pit¨®n y con los pies bailongos. Por mor de la inacabable faena del rejoneador, el local Javier San Jos¨¦, templadito con las monturas, que utilizaba a guisa de muleta, pero fatal clavando bajo la ley de to es toro. Por mor de la ineptitud de cabestros y cabestreros a la hora de devolver a corrales el inv¨¢lido sexto. Por mor del us¨ªa, desconocedor de que el tiempo vuela y los avisos existen. En definitiva, que los tres ¨²ltimos fueron los novillos de la luna.
Por cierto, los de la luna y los de la tarde salieron tan abrochaditos y cornigachitos que llegaban a cubetos. S¨®lo se escap¨® de tal condici¨®n en sus astas el sobrero, el m¨¢s y cuajado de todos dentro del trap¨ªo que luci¨® el encierro, y con dos amplias y amenazadoras defensas. Los dos primeros de a pie eran noblotes colaboradores con un pel¨ªn de casta y sus respectivos matadores los destorearon, siempre sin cruzarse, m¨¢s respetuosos que ajustados. Con el tercero, manso de libro, Encabo se la jug¨® valientemente en los tres tercios.
Al quinto y sexto, que alborearon bravura, se les ca¨ªan las orejas, pero Conde y Ortega nuevamente destorearon y los molieron a pases. Previamente Encabo les. hab¨ªa dejado ya en evidencia al lucirse con el percal en su turno de quites. Y Encabo, ant¨ªtesis de ambos, se produjo nuevamente con valor frente al reserv¨®n encastado ¨²ltimo, al que veronique¨® ce?ido y mulete¨® sin exquisitez pero con ortodoxa reciedumbre.
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