El silencio obligado
El mundo se ha convertido en un espect¨¢culo medi¨¢tico tal que ya nada sorprende ( ... ). Que Juan Pablo II fuese a Sarajevo parec¨ªa casi normal. Se olvidaba el car¨¢cter excepcional del viaje, por los peligros que comportaba. All¨ª, el drama es cotidiano y ninguna tragedia es imposible. Pese a que se habla menos, nada ha cambiado realmente en Sarajevo: los extremistas contin¨²an imponiendo la ley y nadie pod¨ªa excluir un gesto extremo contra el Papa, gesto en el que se mezclar¨ªan la desesperaci¨®n y la perversi¨®n de la guerra. ( ... ) Frente a los peligros, no quedaba m¨¢s que la fe del Papa. Una fe tan intensa que Juan Pablo II no ha vacilado nunca en penetrar en los asuntos del mundo. Aunque este viaje deber¨ªa haber sido el primero a un pa¨ªs en guerra, se inscrib¨ªa en la l¨ªnea de anteriores periplos: ( ... ) el Papa siempre ha querido estar presente donde los desgarros de los hombres y los sobresaltos de la historia romp¨ªan la concordia de la paz. ( ... )Ante los extremistas, el Papa no dispone sino de un arma, el verbo, y no puede revestirse sino de una armadura, la del peregrino de la palabra. Es su papel y su deber denunciar la indiferencia del mundo ante el drama bosnio ( ... ). En la hora en la que toda soluci¨®n se muestra injusta y se entierra a los muertos, hay que recordar que una voz, una de las m¨¢s autorizadas que existen, ha elegido, por el momento, callarse. Habr¨ªa, es cierto, fustigado la masacre de inocentes.
7 de septiembre
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