El Papa y Sarajevo
El PAPA no ir¨¢ a Sarajevo. La imposibilidad de garantizar su seguridad y la de las previsibles concentraciones de ciudadanos bosnios durante su estancia all¨ª ha obligado al pont¨ªfice m¨¢s viajero de la historia a renunciar a una nada modesta campanada diplom¨¢tica como hubiera sido su visita a la capital asediada. Pero el problema de la seguridad del Papa es s¨®lo uno de los elementos que hay que considerar tanto en el anuncio de la visita como en su inevitable cancelaci¨®n. ?Por qu¨¦ ten¨ªa que ir Juan Pablo II a Sarajevo? ?Qui¨¦n quer¨ªa y qui¨¦n no que se efectuara el viaje?Los causantes materiales de la cancelaci¨®n son las autoridades serbias de Bosnia, quienes, con el pretexto de que sus enemigos pod¨ªan atentar contra el visitante para acusarles despu¨¦s a ellos, se han negado a garantizar la seguridad de su persona: Como los serbio-bosnios son la m¨¢xima fuerza militar sobre el terreno, esa advertencia deb¨ªa bastar para que el Papa no corriera riesgos innecesarios.
Pero es mucho m¨¢s cierto que los l¨ªderes serbio-bosnios ve¨ªan la visita del Papa como un acto de apoyo a la coalici¨®n croata-musulmana y que no han perdonado al Vaticano el veloz reconocimiento de Croacia y Eslovenia -ambas, naciones cat¨®licas- al principio de la guerra. Los serbios son ortodoxos, y, con ello, los m¨¢s irreductibles adversarios del catolicismo en esa parte del mundo. Radovan Karadzic, l¨ªder de los serbio-bosnios, estaba decidido a frustrar el viaje.
El Papa hab¨ªa querido inicialmente viajar tambi¨¦n a Belgrado para acudir en se?al de buena voluntad a las tres capitales implicadas en el conflicto. La Iglesia ortodoxa de Serbia, sin embargo, lo impidi¨®. ?sta se siente desde hace tiempo acosada por el Vaticano y responsabiliza de ello, sobre todo, al Papa polaco. No es casual que los medios serbios, en Bosnia como en la propia Serbia, culpen desde hace ya tres a?os de todos sus males a una supuesta conjura germano-vaticana. Aqu¨ª no hay ecumenismo que valga. Para los serbios el Papa es parte en ese conflicto.
Para los otros combatientes, tambi¨¦n. Por ello es l¨®gico que para los croatas, especialmente, pero tambi¨¦n para los musulmanes y todos aquellos que sobreviven dentro de Sarajevo, la injerencia humanitaria del Papa fuera una buena noticia y que su cancelaci¨®n provocara consternaci¨®n. Todo lo que sea airear la situaci¨®n -a¨²n de cerco, aunque m¨¢s laxo y con interposici¨®n de fuerzas de la ONU- de la martirizada capital bosnia es buena diplomacia para su bando.
Las motivaciones del Papa para querer visitar Sarajevo hay que buscarlas, inicialmente, en su sentido pastoral, en una descalificaci¨®n de la barbarie, en un gesto de paz en medio de la guerra. Pero este Papa, tan viajero y tan pol¨ªtico, tan activo p¨²blica y privadamente en la destrucci¨®n de los reg¨ªmenes comunistas y el orden sovi¨¦tico en el Este de Europa, no pod¨ªa ignorar que su gesto iba m¨¢s all¨¢ de lo puramente pastoral. Una visita de la m¨¢xima autoridad de la Iglesia cat¨®lica, del jefe de Estado del Vaticano, tiene siempre un significado. Y ese s¨®lo puede ser de apoyo a un plan de paz que rechazan los serbio-bosnios y aceptan, aunque tampoco con entusiasmo desbordante, los resistentes de Sarajevo. Quienes m¨¢s perjudicados se sent¨ªan por esta iniciativa del Papa, y ten¨ªan poder para frustrarla, los serbios, lo han hecho. Como bien dec¨ªa Stalin, frente a un poder militar, el Papa no tiene divisiones.
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