Amigo y maestro
La muerte de Karl Popper, pese a que deb¨ªa esper¨¢rmela en cualquier momento, por los muchos a?os que pesaban sobre su fr¨¢gil humanidad, me ha sorprendido como algo inesperado, casi imposible. Quedo hu¨¦rfano de mi c¨¢lido amigo y respetado maestro. Perdemos los liberales la inspiraci¨®n constante del sabio patriarca de la sociedad abierta.Conoc¨ª primero a Karl Popper a trav¨¦s de un libro suyo que se ha convertido en uno de los textos pol¨ªticos cl¨¢sicos del siglo XX y que ha contribuido como pocos otros escritos a la consolidaci¨®n de la democracia como instrumento de la libertad: La sociedad abierta y sus enemigos. Hablo de cuando viv¨ªa en la calle de G¨¦nova cuando estaba acabando mis estudios de Derecho en Madrid, a finales de la d¨¦cada de 1950.
A¨²n recuerdo la portada de la edici¨®n suramericana, en la que campeaban las cabezas de Plat¨®n, Hegel y Marx, tres h¨¦roes de la resistencia intelectual frente al franquismo. El t¨ªtulo, La sociedad abierta y sus enemigos no pod¨ªa ser m¨¢s sugestivo para un joven a quien la Espa?a de entonces produc¨ªa, sobre todo, un sentimiento de ahogo intelectual y moral. Tard¨¦ en leerlo, pues se adentraba en terrenos que encontraba sumamente dificultosos, dado mi confuso orteguismo de entonces y, confieso, vista la abundancia de sus notas. Es cierto que Popper dijo una vez a Imre L¨¢katos aquejado de la enfermedad que luego iba a resultarle fatal, que entretuviese su convalecencia con la sociedad abierta "como una novela". Por mi parte, terminada su lectura, dej¨¦ de sentir a edad casi temprana, como el propio Popper, inclinaci¨®n alguna por las teor¨ªas de Marx y de Freud.
Rechazado por motivos pol¨ªticos en la Escuela Diplom¨¢tica decid¨ª ir a estudiar a la London School of Economics. Me dirig¨ªa y una vez hac¨ªa el refectorio, cuando vi en una puerta el nombre de "K. R. Popper". Abr¨ª y pregunt¨¦ si se trataba del Popper, del propio autor, me contest¨® que s¨ª y ah¨ª empez¨® una relaci¨®n intelectual y personal que dur¨® hasta hoy. Acud¨ª a sus clases, particip¨¦ en su famoso Seminario de Metodolog¨ªa e incluso acept¨¦ la sugerencia de Popper de que escribiera una tesis sobre John Stuart Mill. Y nuestra relaci¨®n continu¨® a lo largo de los a?os, con la lectura de lo que el maestro iba publicando y con largas conversaciones en demasiado infrecuentes visitas. Dos veces lo traje a Espa?a. La primera para el encuentro, ya hist¨®rico, de Burgos en 1968; la segunda en el palacio de la Magdalena de Santander en 1990 ... ?bamos a haber repetido la reuni¨®n en la Universidad Men¨¦ndez Pelayo este verano pasado, pero Popper no se encontraba bien y hubo que suspender la reuni¨®n... Ocasi¨®n perdida para siempre.
Ya que esta nota est¨¢ tomando un tono inevitablemente personal, me lanzar¨¦ a decir lo que el pensamiento de Popper ha significado para un economista liberal de un pa¨ªs como Espa?a, tan dado a los dogmatismos y la intolerancia.
El edificio de filosof¨ªa pol¨ªtica y cient¨ªfica construido por Popper con sus escritos tiene su base en la teor¨ªa del conocimiento. Desde su primer libro Ogik der Forschung en Viena en 1934, defendi¨® la idea de que los conocimientos humanos son siempre provisionales, meras hip¨®tesis expuestas a refutaci¨®n. En el campo econ¨®mico las contrastaciones emp¨ªricas son dificultosas, pero, para m¨ª no hay duda de que los acontecimientos sociales han echado abajo muchas teor¨ªas intervencionistas que parec¨ªan inexpugnables y han permitido que mantengamos provisionalmente nuestra confianza en las doctrinas del mercado que, en alg¨²n momento, fueron rechazadas por viejas e inservibles.
Su pensamiento pol¨ªtico consist¨ªa esencialmente en trasladar su filosof¨ªa el conocimiento al campo social. Una sociedad, para ser progresiva, necesitaba la libertad de cr¨ªtica tan acuciantemente como el mundo de los cient¨ªficos para profundizar en sus conocimientos. Para Popper la democracia consist¨ªa en permitir que se oyeran todas las opiniones y en impedir que se perpetuaran a la fuerza los gobernantes por la fuerza dogm¨¢tica. Igual que en la ciencia, el devenir social estaba siempre expuesto a las consecuencias no queridas o inesperadas de nuestras decisiones, lo que echaba por tierra la idea de que pudiese haber gobernantes omniscientes, o partidos detentores de la verdad.
En los ¨²ltimos a?os de su vida me comunic¨® su inter¨¦s por las teor¨ªas biol¨®gicas, en especial, por la teor¨ªa de la selecci¨®n natural y los acertijos que planteaba. El periodo de evoluci¨®n de la vida en la Tierra parec¨ªa no dejar lugar a que fuera v¨¢lida la hip¨®tesis original de Darwin de que, el mecanismo de la selecci¨®n natural permit¨ªa sobrevivir a las variantes m¨¢s aptas aparecidas por azar. Era necesario encontrar el mecanismo que parec¨ªa dirigir la aparici¨®n de mutaciones m¨¢s r¨¢pidamente que el ciego azar. Por ello, propuso diversas ideas caracterizadas por su rechazo del determinismo y su defensa de la posibilidad de ¨®rdenes emergentes, tanto en el mundo f¨ªsico, como en el biol¨®gico y el psicol¨®gico y mental.
En especial, defendi¨® durante sus anos maduros el concepto de un casi plat¨®nico Mundo III, en el que las ideas verdaderas y falsas exist¨ªan de modo ideal, gobernadas por su propia l¨®gica distinta de nuestros intereses personales. Espero que Karl Popper haya encontrado un lugar, en el aer¨®pago de los amigos y enemigos de la sociedad abierta, donde pueda seguir discutiendo de la verdad y el error de la misma forma combativa con la que lo hizo en este mundo.
Babelia
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