Cuba, al fin
La salida de las ¨²ltimas tropas aliadas de Berl¨ªn ha sido, aclamada en los medios internacionales como el cap¨ªtulo final de la guerra fr¨ªa. No es cierto. Ese cap¨ªtulo sigue abierto. El lugar es Cuba. El momento de escribir la palabra fin y cerrar el libro de la guerra fr¨ªa es ahora.Durante treinta y cinco a?os, Cuba y Estados Unidos han jugado a las cartas. Con s¨®lo un par de sietes, Fidel Castro ha ganado partida tras partida contra sus contrincantes, nueve presidentes norteamericanos que, sin embargo, tienen en la mano un p¨®quer de ases.
Iniciada durante la presidencia de Eisenhower, la pol¨ªtica de hostilidad hacia Cuba, ha sido heredada por Kennedy, Johnson, Nixon, Ford, Carter, Reagan, Bush y ahora Clinton. Es una mala pol¨ªtica que le deja las iniciativas a la parte d¨¦bil, Cuba, mientras la parte fuerte, Estados Unidos, s¨®lo sabe reaccionar con p¨¢nico, paranoia o violencia.
El mantenimiento del embargo contra la isla es la expresi¨®n m¨¢s se?alada de esta mala pol¨ªtica -o ausencia de pol¨ªtica-. Hay un elemento psicol¨®gico visceral en las reacciones de Washington contra La Habana. Acostumbrados a contar con una semicolonia d¨®cil, desde 1959 ven a Cuba como una hija ingrata que abandon¨® el hogar y se fue de puta.
Durante tres d¨¦cadas, Estados Unidos le ha exigido a Cuba una condici¨®n tras otra para levantar el embargo. Que rompiese sus v¨ªnculos con la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Est¨¢n rotos: ya no hay Uni¨®n Sovi¨¦tica. Que retirase sus tropas de Angola. Las retir¨® y liquid¨® brutalmente, con cargos inveros¨ªmiles, a sus generales. Que no apoyase movimientos armados en Am¨¦rica Latina. Hoy, tan no los apoya que La Habana tiene excelentes relaciones con la mayor¨ªa de los Gobiernos capitalistas y neoliberales de Am¨¦rica Latina.
?Qu¨¦ m¨¢s debe hacer Cuba? ?Rendirse? ?Pedir el retorno, de la enmienda Platt, que daba a Estados Unidos el derecho de intervenir en la isla? ?Permitir que se cree un vac¨ªo de poder que ser¨ªa llenado por tropas norteamericanas y la extrema derecha del exilio, sumiendo a Cuba en un largo y sangriento periodo de guerra civil?
El desaf¨ªo actual para ambas partes, Cuba y Estados Unidos, es encontrar salidas negociadas, dignas, que no hagan perder cara a ninguna de las dos. Las recientes negociaciones de Nueva York sobre emigraci¨®n nos han recordado que tanto Washington como La Habana tienen razones divergentes, pero tambi¨¦n posiciones negociables. Es un primer paso que debe conducir, inevitablemente, al tema del embargo.
Ha da?ado a Cuba, aunque no tanto como las pol¨ªticas econ¨®micas fracasadas de Fidel Castro, responsables principales del caos improductivo de la isla m¨¢s f¨¦rtil del Caribe. Estados Unidos se niega a levantar el embargo en espera de que sea la sanci¨®n que finalmente derrumbe a Castro. Pero Castro, gracias al embargo, puede jugar la carta nacionalista del asedio numantino y la defensa de las conquistas reales de la revoluci¨®n: educaci¨®n, salud, igualdad racial.
S¨®lo que esas conquistas hay que pagarlas. No lo har¨¢ una econom¨ªa improductiva que hoy ostenta los peores rasgos de un socialismo de mando estalinista y de un capitalismo de corrupci¨®n salvaje. Tampoco sabr¨¢ defenderlas un sistema pol¨ªtico unipersonal y amordazado que le niega caminos a la sana pluralidad de toda sociedad viva. S¨®lo el di¨¢logo pol¨ªtico puede darle a Cuba soluciones alternativas. Pues as¨ª como hay m¨¢s de un socialismo, hay m¨¢s de un capitalismo, y Cuba puede tomar rasgos de ambos sin perder, sino ganando, en dignidad, libertad y prosperidad nacionales.
Las dos partes, entonces, tienen obligaciones y requieren soluciones. El presidente Bill Clinton no debe insistir en las pol¨ªticas fallidas de sus antecesores. Debe levantar el embargo contra Cuba y con ello cerrar el libro de la guerra fr¨ªa. Levant¨® el embargo contra Vietnam, una naci¨®n que le cost¨® a Estados Unidos cuarenta mil soldados muertos. Cuba no ha matado a un solo soldado yanqui.
Las consideraciones pol¨ªticas internas seguramente pesan en el ¨¢nimo del presidente norteamericano. Si Clinton levanta el embargo, perder¨ªa Florida. Que la pierda. Ganar¨ªa, en vez, al mundo. Recibir¨ªa una ovaci¨®n mundial comparable a la que cosech¨® Nixon al cambiar la pol¨ªtica hacia China.
Pero Clinton necesita piso. Se lo est¨¢n dando los presidentes latinoamericanos que en R¨ªo se pronunciaron contra el embargo y por la democratizaci¨®n de Cuba. Se lo da el presidente de M¨¦xico, Carlos Salinas de Gortari, empe?ado en una activa diplomacia personal para acercar a las partes en conflicto. Se lo dar¨¢ C¨¦sar Gaviria al frente de una Organizaci¨®n de Estados Americanos (OEA) que ¨¦l sabr¨¢ reorientar, para el siglo XXI y que debe incluir la presencia cubana. Se lo dan grupos cada vez m¨¢s numerosos de legisladores, inversionistas y comunicadores de opini¨®n norteamericanos.
Piso le dan a Clinton el presidente de Francia, Fran?ois Mitterrand, cuando denuncia el embargo como un anacronismo b¨¢rbaro. Se lo da el presidente del Gobierno de Espa?a, Felipe Gonz¨¢lez, opuesto tambi¨¦n al embargo y promotor del acontecimiento m¨¢s significativo de las ¨²ltimas semanas: la reuni¨®n en Madrid, por primera vez, de un representante oficial del Gobierno cubano, el canciller Roberto Robaina, y dos de los mejores representantes de la oposici¨®n en el exilio: Ram¨®n Cernuda y Eloy Guti¨¦rrez Menoyo.
Cernuda propone que las soluciones para Cuba surjan desde dentro de Cuba, no desde fuera. Su postura lo ha convertido en blanco de los extremistas de Miami. Eloy Guti¨¦rrez Menoyo es tres veces h¨¦roe: h¨¦roe de la revoluci¨®n primero; h¨¦roe enseguida de las prisiones castristas, donde pas¨® injustamente 22 a?os, y h¨¦roe, ahora, de una negociaci¨®n sin rencores que podr¨ªa darle a Cuba una oposici¨®n democr¨¢tica interna y un pluralismo fehaciente para resolver problemas que necesitan el concurso de todos: no basta la voluntad de un solo hombre.
Porque si las obligaciones de Clinton para resolver el contencioso cubano son grandes, a¨²n mayores son las de Castro para con su propio pueblo. Sin el pretexto del embargo, Castro deber¨¢ enfrentar sus propios problemas internos sin m¨¢s interlocutor que el propio pueblo cubano. El camino es evidente: el Gobierno de Cuba debe liberar las fuerzas econ¨®micas y pol¨ªticas de la isla. De lo contrario" Castro estar¨¢ exponiendo a su pa¨ªs a la guerra civil y convirti¨¦ndose as¨ª, de hecho, en aliado de Jorge Mas Canosa.
A Clinton, un llamado: pierda Florida, se?or presidente, pero gane el mundo.
A Castro, otro llamado: pierda a Marx, se?or presidente, pero salve la revoluci¨®n.
Carlos Fuentes es escritor mexicano.
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