lan Gibson desentra?a el mito de Salvador Dal¨ª
El historiador prepara desde hace tres a?os la biograf¨ªa del genial artista catal¨¢n
Ian Gibson (Dubl¨ªn, 1939), nacionalizado espa?ol en 1984, vive desde hace m¨¢s de dos a?os en Rest¨¢bal, un peque?o pueblo de Granada, dedicado en cuerpo y alma a desentra?ar las claves de uno de los personajes m¨¢s complicados e inasibles del siglo. Un esfuerzo tit¨¢nico y car¨ªsimo Gibson cuenta con al apoyo de varias editoriales espa?olas y extranjeras- que le llevar¨¢ a pasar en los pr¨®ximos a?os largas temporadas en Par¨ªs, Inglaterra y Estados Unidos.Su decisi¨®n de escribir la biograf¨ªa de Dal¨ª (1904-1989) vino c¨®mo no, de la mano de Lorca "En 1985, cuando se public¨® el primer tomo de la biograf¨ªa, se lo mand¨¦ a Dal¨ª con la esperanza de poder hacerle una entrevista. Ya me fascinaba, tanto el hombre como su obra, y quer¨ªa o¨ªr de sus propios labios c¨®mo hab¨ªa sido su relaci¨®n con el poeta granadino. No hubo respuesta. Luego, un d¨ªa de enero de 1986, me llam¨® Antonio Pitxot, el gran amigo de Dal¨ª, desde la Torre Galatea, en Figueres. 'El maestro quiere verle', me dijo, 'y si usted no viene hoy a lo mejor no le recibe nunca'. Me qued¨¦ de una pieza, no me lo cre¨ªa. En unas horas estaba en Figueres. Fue una de las grandes experiencias de mi vida. Durante una hora Dal¨ª me habl¨® de Lorca. Publiqu¨¦ la entrevista en EL PA?S y a partir de entonces me empez¨® a tentar la idea de escribir una biograf¨ªa de Dal¨ª".
Gibson define a Dal¨ª como "un t¨ªmido terrible". "Como ha dicho su gran amigo, Jos¨¦ Bello, hablando de cuando Dal¨ª lleg¨® a la Residencia de Estudiantes, a los 18 a?os, "era una persona enferma de timidez. El porqu¨¦ de aquella timidez es dif¨ªcil de 'investigar, pero no renuncio a dar con la clave. Ahora bien, Dal¨ª tuvo el acierto de saber combatir, si no superar, su timidez convirti¨¦ndose en en uno de los grandes exhibicionistas de todos los tiempos".
Lorca y Bu?uel
En su opini¨®n, y lo dice sin falsa modestia, no existe a¨²n una biograf¨ªa definitiva sobre Dal¨ª. Para empezar, afirma, "las biograf¨ªas anteriores han sido obra de extranjeros, de los cuales ni uno sab¨ªa catal¨¢n. Es obvio que, siendo as¨ª, las lagunas son inmensas" Gibson, que s¨ª ha aprendido catal¨¢n para emprender semejante empresa, destaca como la mejor biograf¨ªa de Dal¨ª la de Meryle Secrest (Mondadori), aunque critica sin piedad -"hay que ver lo sinverg¨¹enzas que siguen siendo ciertos editores"- el hecho que haya sido publicada sin ¨ªndice onom¨¢stico.
Lorca, Bu?uel y Dal¨ª forman la trinidad art¨ªstica m¨¢s importante del siglo XX espa?ol. El abanico de sus relaciones, de la intimidad a la ruptura, forman el n¨²cleo del actual estado de la investigaci¨®n de Gibson: "Lorca se enamor¨® profunda y desesperadamente de Dal¨ª. ?ste, a su manera, le correspondi¨®, aunque no creo que nunca se entregara fisicamente al poeta, pese a los intentos de ¨¦ste, pues tem¨ªa ser homosexual ¨¦l mismo. Es una tragedia el que no tengamos las cartas de Lorca a Dal¨ª, menos unas pocas; las de Dal¨ª s¨ª las podemos disfrutar, y digo intencionadamente disfrutar porque son tiernas y maravillosas".
En cuanto a Bu?uel, Gibson sostiene que el cineasta aragon¨¦s no pod¨ªa ver a Gala -"la atac¨® f¨ªsicamente en la playa de Cadaqu¨¦s cuando vio que se enamoraba locamente de ella Dal¨ª"- y que influy¨® mucho en apartar a Dal¨ª de Lorca".
Gibson, que no concede la menor fiabilidad a las memorias del pintor, la Vida secreta de Dal¨ª, "la realidad hist¨®rica le importaba un pepino y adem¨¢s el libro est¨¢ escrito en un franc¨¦s macarr¨®nico del que s¨®lo se conocen traducciones"-, destaca el misterio que envuelve a la figura de Gala, un enigma que es la pesadilla del bi¨®grafo. "Que yo sepa, ¨²nicamente concedi¨® en su larga vida una sola entrevista en la cual habl¨® de su relaci¨®n con Dal¨ª. ?Dej¨®, como creo haber le¨ªdo en alg¨²n sitio, un diario, escrito en ruso, donde apuntaba sus experiencias, o su experiencia? No lo s¨¦. La ¨²nica persona del mundo capaz de decirnos c¨®mo era el Salvador Dal¨ª ¨ªntimo, digamos el Dal¨ª en cueros, se fue sin decir absolutamente nada. Es un caso sin parang¨®n en los anales de la historia del arte. Cuando Dal¨ª la conoci¨® era, desde luego, una mujer que a cualquiera le llamaba la atenci¨®n, por su f¨ªsico, por sus ojos tan penetrantes, por su desenfado, tan parisiense. Hay una fotograf¨ªa del a?o 1930 en la cual se la ve al lado de Dal¨ª, en Madrid. Ambos est¨¢n radiantes. Quiero creer que, en los primeros a?os al menos de su relaci¨®n, Dal¨ª sabore¨® con Gala las mieles del amor f¨ªsico. No puedo creer, siendo quien y como era Gala, que no fuera as¨ª".
Otra sombra, aunque ¨¦sta claramente ominosa, que gravita sobre la vida Dal¨ª es la de Franco. ?Qu¨¦ ve¨ªa el artista en el dictador? Gibson opta por la prudencia: "No lo s¨¦ todav¨ªa. Dal¨ª, despu¨¦s de ocho a?os en Estados Unidos, echaba profundamente de menos Port-Lligat, Catalu?a y Espa?a. Lo ¨²nico que le interesaba, realmente, era volver a su casa. Y para hacerlo estaba dispuesto a cualquier transacci¨®n. ?Fue hipocres¨ªa su conversi¨®n al catolicismo? ?Es cierto que admiraba a Franco? Yo, por el momento, me callo. Tal vez, dentro de dos a?os, me sienta m¨¢s seguro al hablar de todo ello."
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