C. F. von Weizs?cker
Si por azar tuviese yo que dar los nombres de los tres europeos que m¨¢s autorizadamente pueden representar la actual situaci¨®n hist¨®rica de la humanidad, uno de ellos ser¨ªa el de Carl Fri¨¨drich von Weizs?cker. Dir¨¦ por qu¨¦.Carl Fri¨¨drich von Weizs?cker es miembro de una estirpe alemana constelada de personas ilustres. Ha habido en ella te¨®logos eminentes, m¨¦dicos de relieve universal (Viktor von W. es el m¨¢s importante entre los fundadores de la llamada "medicina antropol¨®gica") diplom¨¢ticos de gran altura y, bien recientemente, un presidente de la rep¨²blica federal. Mas no son m¨¦ritos familiares, sino m¨¦ritos personales los que me mov¨ªan a incluir su nombre en esa hipot¨¦tica terna.
Von Weizs?cker es unitariamente -quiero subrayar este adverbio- f¨ªsico, fil¨®sofo y hombre profundamente preocupado por los problemas t¨¦cnicos, ¨¦ticos, pol¨ªticos y ecol¨®gicos que hoy afligen al g¨¦nero humano. Como f¨ªsico vivi¨® desde dentro la g¨¦nesis de la mec¨¢nica cu¨¢ntica, junto a su maestro Heisenberg, y es autor de una teor¨ªa astrof¨ªsica del Sol que goza de prestigio universal. Su pertenencia al "Proyecto del uranio" le eximi¨® del servicio militar durante la Segunda Guerra Mundial. Pero una vocaci¨®n intelectual capaz de asumir en un marco m¨¢s amplio la que le hab¨ªa conducido a la f¨ªsica le llev¨® de la f¨ªsica a la filosof¨ªa, y docente de ella fue en las universidades de Gotinga y Hamburgo. Antes, sin embargo, la explosi¨®n de Hiroshima -imprevisible y dram¨¢tico t¨¦rmino de los hallazgos de Hahn, Strassmann y Lisa Meitner: la fisi¨®n del ¨¢tomo de uranio- suscit¨® en su fina conciencia moral, como en la de Einstein y Oppenheimer en Estados Unidos, como en la de Heisenberg y Jaspers, tambi¨¦n en Alemania, un grave problema ¨¦tico y pol¨ªtico: la situaci¨®n de la humanidad y de la ciencia provocada por la colosal potencia destructiva de la bomba at¨®mica, y la toma de posici¨®n ante la consiguiente responsabilidad del imperante y del cient¨ªfico, aqu¨¦l como impulsor de la fabricaci¨®n de bombas at¨®micas, ¨¦ste como inventor y t¨¦cnico de ellas. Su participaci¨®n en el llamado "Manifiesto de Gotinga" fue una de las manifestaciones de esa actitud moral, no la ¨²nica.
La culminaci¨®n de la carrera institucional de Carl Fri¨¨drich von Weizs?cker fueron los 10 a?os -1970-1980- en que, con Habermas, dirigi¨® el instituto creado por la Max Planck Gesellschaft para estudiar las posibles consecuencias sociales de la imparable y creciente tecnificaci¨®n de la vida. Pero en la biograf¨ªa de un intelectual creador hay algo m¨¢s profundo e importante que la pertenencia a instituciones, por altas y honrosas que ¨¦stas sean; muy por encima de tal altura y tal honra est¨¢ el continuado cumplimiento de su vocaci¨®n personal. Del cual, en el caso de este f¨ªsico, luego fil¨®sofo y meditador sobre la vida humana, es incontestable testimonio la amplia serie de libros consagrados al saber cient¨ªfico, a la f¨ªsica cu¨¢ntica y a una visi¨®n planetaria y omnicomprensiva -cient¨ªfica, filos¨®fica, religiosa, ¨¦tica, pol¨ªtica- de la situaci¨®n, las posibilidades, los peligros y las perspectivas que la humanidad ha vivido y vive en esta segunda mitad del siglo XX.
Ser¨ªa impropia de una volandera p¨¢gina period¨ªstica la pormenorizada enumeraci¨®n de los abundant¨ªsimos libros y art¨ªculos que componen la obra escrita de Carl Fri¨¨drich von Weizs?cker desde hace m¨¢s de medio siglo. No lo es, sin embargo, una breve glosa de un librito recientemente traducido al espa?ol -El hombre en su historia es su t¨ªtulo-, que bien puede ser considerado como su testamento intelectual y ¨¦tico. Otros suyos vendr¨¢n, todos valiosos. Pero me atrevo a pensar que ninguno tan claro y compendiosamente expresivo de su actitud ante la realidad, el pasado y el porvenir -el presente del hombre no es sino pasado caminante hacia el futuro- de la singular e inquieta especie biol¨®gica que es la humana.
El hombre es hijo de la naturaleza, en tanto que reciente etapa de la evoluci¨®n de ¨¦sta; m¨ªtica o cient¨ªficamente, es tambi¨¦n conocedor e int¨¦rprete de la naturaleza de que procede y de su propia naturaleza; con su ciencia, su t¨¦cnica y su poder es en fin, transformador, acaso reformador de la naturaleza, tanto de la ajena a ¨¦l como de la suya.
Pues bien: ?cu¨¢l es la situaci¨®n en que se encuentran, ya casi concluso el siglo XX, esos tres momentos de la realidad hist¨®rica del hombre?, ?c¨®mo ¨¦l mismo los vive? Y contemplada su situaci¨®n hist¨®rica con mirada planetaria -aunque, por supuesto, originaria y medularmente europea-, ?qu¨¦ puede y debe hacer el hombre actual para vivir, como Ortega dir¨ªa, "a la altura de su tiempo", de un tiempo a la vez menesteroso y exigente, a?adir¨ªan H?lderlin y Heidegger? Interrogaciones ¨¦stas que Carl Fri¨¨drich von Weizs?cker, bajo la t¨¢ctica influencia de las consabidas que Kant propuso como pauta para la educaci¨®n filos¨®fica del "hombre de mundo" -?Qu¨¦ puedo saber? ?Qu¨¦ debo hacer? ?Qu¨¦ me es l¨ªcito esperar? ?Qu¨¦ es el hombre?-, reduce a las tres en que se desgrana el cap¨ªtulo "?Ad¨®nde vamos?", ¨²ltimo del libro: "?Qu¨¦ debemos saber??Qu¨¦ tenemos que hacer? ?Qu¨¦ nos cabe esperar?". La posible convenci¨®n de la primera persona del singular en primera persona del plural -del "yo" de la pregunta kantiana al "nosotros" de la interrogaci¨®n veizs?ckeriana- y del "qu¨¦ puedo saber" en el "qu¨¦ debemos saber", muestra muy claramente la condici¨®n a la vez personal y planetaria, intelectiva y apremiante de quien as¨ª las ha formulado.
Con la publicaci¨®n de este art¨ªculo no me he propuesto ofrecer un seco extracto del contenido de El hombre en su historia; quer¨ªa tan s¨®lo incitar a la lectura y presentar a grandes rasgos la figura de su autor. Mas para conseguir esos dos objetivos tal vez no sea inconveniente transcribir los ep¨ªgrafes de los ocho cap¨ªtulos que lo componen: "?Qui¨¦nes somos?", "La historia de la naturaleza", "?De d¨®nde venimos?", "Tiempo, f¨ªsica, metaf¨ªsica", "Las ciencias", "Esbozo de una filosof¨ªa", "Caminos de la religi¨®n", "?Ad¨®nde vamos?", transcripci¨®n a la cual creo pertinente a?adir un par de indicaciones acerca de la mentalidad de Carl Fri¨¨drich von Weizs?cker.
Cuatro notas fundamentales veo en ella: f¨ªsico que ha hecho de la teor¨ªa cu¨¢ntica una s¨®lida base te¨®rica para la concepci¨®n racional de la naturaleza; fil¨®sofo que se siente heredero y cr¨ªtico de toda la historia de la filosof¨ªa; pensador que para serlo necesita conocer y comprender, adem¨¢s de la occidental, las grandes culturas del planeta, en primer t¨¦rmino el budismo; hombre educado en la fe y en la pr¨¢ctica del protestantismo liberal, que -seg¨²n su propio testimonio- a los 15 a?os de su edad perdi¨®, para no recobrarla, esa fe de la infancia. Vale la pena detenerse un momento en la consideraci¨®n de este ¨²ltimo dato.
La raz¨®n principal por la que el adolescente Carl Fri¨¨drich von Weizs?cker perdi¨® la fe cristiana tuvo car¨¢cter ¨¦tico: la percepci¨®n del rudo contraste entre la excelsa moral predicada por Jes¨²s en el Serm¨®n de la Monta?a y la repulsiva moral vigente, salvo excepciones Pasa a la p¨¢gina siguiente Viene de la p¨¢gina anterior minoritarias, en sociedades que a s¨ª mismas se llamaban cristianas. (Un inciso. El¨ªas Canetti abandon¨® la religi¨®n, de Israel porque no pod¨ªa admitir que el Dios de su pueblo ordenase a Abraham el sacrificio de su hijo Isaac, contrariando del modo m¨¢s abierto el "no matar¨¢s", del dec¨¢logo que ¨¦l mismo hab¨ªa dictado a los hombres). Pero si el futuro f¨ªsico abandon¨® la religi¨®n cristiana, conserv¨® de por vida una viva y profunda religiosidad, inspirada por el propio cristianismo, que le ha movido a la positiva estimaci¨®n de toda vida y toda verdad sincera y verdaderamente religiosas, cualquiera que sea el credo subyacente a ellas. As¨ª se entiende que, a su juicio, "el camino de la religi¨®n no ha llegado a su fin", y que la cristolog¨ªa cl¨¢sica "a¨²n nos mantiene ocultas dos terceras partes del Jes¨²s real, que para nuestro futuro podr¨ªan ser m¨¢s importantes que las interpretaciones tradicionales". Acaso estos dos breves apuntes muevan en los creyentes no fan¨¢ticos y en los descre¨ªdos leales el deseo de leer por s¨ª mismos, c¨®mo Carl Fri¨¨drich von Weizs?cker entiende la validez de esas dos sentencias.
Cuando a¨²n segu¨ªa abierta la herida que les infligi¨® el desastre de 1898, Antonio Machado dirigi¨® a los espa?oles esta animadora impresi¨®n: "?Hombres de Espa?a, ni el pasado ha muerto / ni est¨¢ el ma?ana -ni el ayer- escrito!". No est¨¢ muerto el pasado; sigue vivo y todav¨ªa puede dar frutos in¨¦ditos. No est¨¢ el ma?ana escrito; el ma?ana es el ¨¢mbito de la libertad y la creaci¨®n. Lector espa?ol de El hombre en su historia, me atrevo a sugerir a su autor que ¨¦l, como pensador y como hombre, modifique levemente la letra de esos dos versos, y resuma con ellos el p¨¢rrafo final de su libro. As¨ª: "?Hombres del mundo, ni el pasado ha muerto / ni est¨¢ el ma?ana -ni el ayer- escrito!".
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