Nada con sif¨®n
No es la primera vez que Wim Vandekeybus viene a Madrid, y no ser¨¢ seguramente la ¨²ltima. Su trabajo concebido como efecto de choque no es m¨¢s f¨¢cil de olvidar. Eso lo hered¨® de su padre est¨¦tico que no es otro que Jan Fabre, y a¨²n se siente en el d¨ªscolo disc¨ªpulo la huella rupturista, ir¨®nica y despiadada del otro, que es otra cosa mucho m¨¢s brillante y aut¨¦ntica.Her body... no aporta nada a lo que sabemos y hemos visto de Vandekeybus. Es nada con sif¨®n, maneras, hallazgos de otros tiempos vueltos el rev¨¦s. M¨¢s de hora y media de argumento inextricable, de alusiones ¨¦tnicas que rozan el paternalismo (ya se sabe, los belgas tambi¨¦n arrastran esa carga de un duro pasado colonial). Llamar core¨®grafo a este inquieto muchacho de teatro es un exceso. El baile, como tal, no es su preocupaci¨®n primera y su ordenaci¨®n, tampoco es su fuerte; tampoco lo conoce, no es su formaci¨®n, su cultura de escena. Eso s¨ª, hay cuatro excelentes bailarinas d¨¢ndose botes de aqui para all¨¢; son virtuosas del brinco airado, pero, seamos serios ?de qu¨¦ se trata? ?Qu¨¦ se quiere expresar o comunicar?
Compa?¨ªa ?ltima Vez
Her body doesn't fit her soulCoreograf¨ªa, escenograf¨ªa y direcci¨®n: Win Vandekeybus. M¨²sica. Peter Vermeersch. Teatro Alb¨¦niz. Madrid, 23 de septiembre.
Lo de incluir ciegos en el espect¨¢culo tampoco es totalmente novedoso y su utilizaci¨®n puede aqu¨ª rozar lo mercenario. No conmueve (el Alb¨¦niz acaba de tener m¨¢s de un mes a otra ciega venerable sobre sus tablas noche tras noche), sino irrita ese don de la oportunidad. Es graciosa la met¨¢fora del cable a lo largo del proscenio. En algunos zool¨®gicos abiertos lo ponen igual, a 12 voltios, lo llaman v¨ªa de disuasi¨®n, y as¨ª las fieras saben el final de su coto, de su espacio.
En este teatro de las tensiones vanas hace las veces de hilo de Ariadna, conduce a los sonidos del cuerpo, a los di¨¢logos fr¨ªos y forzados, a la nada. La escenograf¨ªa, bella en s¨ª misma, es un tapiz a media urdimbre que pone de manifiesto la habilidad del director para con los medios esc¨¦nicos y con la luz, que deslumbra, pero no ilumina medularmente los actos.
La programaci¨®n de danza de este Festival de Oto?o ha condenado a la dan a espa?ola, salvo el honroso caso de Jos¨¦ Antonio y Los Ballets Espa?oles en el teatro Alc¨¢zar, un poco m¨¢s abajo d¨¦ las alcantarillas: a los pasillos del metro. No es justo.
Sin lanzar cohetes en falso, hay aqu¨ª dignos productos mejores que lo del belga de marras. Se trata del esp¨ªritu y la forma de seleccionar, una cierta cultura laboral en el programador, as¨ª de f¨¢cil. Ah¨ª est¨¢ el meollo el asunto y del magro favor que hacemos a lo propio. Poco p¨²blico, aplauso militante, tristeza.
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