Las dictaduras
Julio Anguita no siempre, ni mucho menos, dice cosas risibles o truculentas, pero se las arregla para que casi todo lo que dice suene risible o truculento. Por esta capacidad l¨²dica involuntaria ser¨¢ recordado dentro de muchos a?os con especial cari?o. Sin embargo, la comparaci¨®n de Pujol con Franco ha estado mal tra¨ªda. No porque carezcan de puntos en com¨²n, pues en cuanto nacionalistas sin duda se parecen: como la homogeneidad nacional no existe ni en Catalu?a, ni en Espa?a, ni en ninguna parte, la ¨²nica forma de poder especular pol¨ªticamente con ella es identificarla con un partido y con un l¨ªder, frente a los cuales todo el resto de los ciudadanos son en el mejor de los casos advenedizos y en el peor conspiradores. Pero a partir de ah¨ª las diferencias se hacen radicales entre un pol¨ªtico dem¨®crata, con sus argucias y sus astucias, y un dictador. Ya s¨¦ que ahora est¨¢ de moda decir que viene a ser m¨¢s o menos lo mismo, de tal modo que si Pujol se parece a Franco, Felipe Gonz¨¢lez puede ser todav¨ªa peor que Franco, que por lo menos ten¨ªa unas preocupaciones sociales de las que se nos ha informado. ¨²ltimamente. Sin embargo, parece recomendable fijarse un poquito m¨¢s.Es curioso que a, Anguita no se le haya ocurrido comparar a Fidel Castro con Franco. Ah¨ª s¨ª que el parentesco. es indudable: dictadura personal, supresi¨®n de partidos pol¨ªticos, r¨¦gimen policial, encarcelamiento de opositores" censura de prensa, sustituci¨®n del debate p¨²blico por la propaganda pol¨ªtica... y tambi¨¦n nacionalismo, pues ser ant¨ªcastrista resulta ser anticubano. Pero este tipo de nacionalismo no parece molestarle especialmente ni a ¨¦l ni al diputado de su coalici¨®n Antonio Romero, cuando declara a Servimedia que los castristas "est¨¢n defendiendo su dignidad y a su pa¨ªs". Para Romero, Fidel Castro es un gobernante "honesto", y a?ade que "no es poco ese capital de dignidad y decencia en una isla como Cuba". Supongo que el diputado de IU no pretende decir que en Cuba sea m¨¢s dif¨ªcil ser digno y decente que en otras partes, pero resulta pintoresco que llame "honesto" a un gobernante que secuestra los derechos pol¨ªticos de sus conciudadanos. ?Por qu¨¦ es "deshonesto" Rold¨¢n, que se escapa con los fondos p¨²blicos, y no lo es Castro, que secuestra las libertades p¨²blicas? Claro que para el vidente Romero, que es una especie de Rappel de los gustos pol¨ªticos caribe?os, la mayor¨ªa de los cubanos est¨¢ con Fidel, como ha demostrado en "montones de ocasiones y lo demostrar¨ªa con todas las garant¨ªas si se sometiera a refer¨¦ndum o votaci¨®n popular, una vez que acabara el bloqueo norteamericano".
Lo mismo pasaba en Espa?a, donde todo el mundo era franquista y lo demostraba al primer refer¨¦ndum en que se lo preguntasen. De modo que ya se sabe y Julio Anguita nos lo recuerda: el problema de Cuba es el bloqueo norteamericano, o sea el embargo econ¨®mico norteamericano, o sea que los americanos no pueden invertir libremente en Cuba y sacarla con sus fondos capitalistas del atolladero miserable en el que la ha metido una econom¨ªa colectivista subvencionada por los rusos, contra1a cual ni Anguita ni Romero tienen ninguna cr¨ªtica que formular, pese a lo mucho que saben de econom¨ªa. ?Ser¨¢: que les gusta? No me lo puedo creer.
Resulta que para muchos Fidel Castro es un dictador, habr¨¢ que admitirlo, pero un dictador "bueno". Un dictador que ha utilizado su dictadura para hacer el "bien" y, como lo que cuenta es la eficacia bondadosa, se le puede perdonar lo autocr¨¢tico. Adem¨¢s ha plantado cara al imperialismo yanqui, lo cual le concede una indulgencia casi plenaria. La beatificaci¨®n de Fidel entre intelectuales y pol¨ªticos de la izquierda latinoamericana tuvo en su d¨ªa explicaci¨®n al menos psicol¨®gica: fue un mito compensatorio frente a muchas frustraciones e injusticias. Si releen ustedes los art¨ªculos hagiogr¨¢ficos sobre Maradona tras su expulsi¨®n del Mundial, publicados en este mismo diario por Mario Benedetti y Eduardo Galeano, comprender¨¢n a qu¨¦ me refiero: el h¨¦roe popular que deslumbra con su juego heterodoxo y genial, la conjura de los poderosos que no permiten a nadie desafiar las normas por ellos establecidas, la calumnia, el bloqueo, el oprobio injusto de analizar la orina y menospreciar la gloria, etc¨¦tera.
En Espa?a, en cambio, el anhelo compensatorio es de orden diferente. Muchos antifranquistas no detestaban a Franco porque fuese un dictador, sino porque era un dictador de derechas. Cultivaron el anhelo de un Franco "bueno", una dictadura a su favor que les compensara de la que hab¨ªan sufrido a la contra. Fidel Castro cumpli¨® esa funci¨®n terap¨¦utica y con ¨¦l toda su corte: si Fidel era un Franco "bueno", Guti¨¦rrez Alea ser¨¢ un S¨¢enz de Heredia "bueno", Pablo Milan¨¦s un Raphael "bueno", etc¨¦tera. Para bastantes este franquismo antifranquista a¨²n sigue vigente: es normal que Juan Echanove, que con tanta gracia ha representado al dictador "malo", se emocione cordialmente ante el dictador "bueno" que le redime del anterior. Incluso los que ya se van distanciando de Castro lo hacen como los ¨²ltimos franquistas respecto a Franco: se le reprocha que ha durado demasiado, que los peores son quienes le rodean, que el mundo cambia y ¨¦l no se ha dado cuenta... pero sigue siendo importante salvar al r¨¦gimen, llamado "revoluci¨®n". El modelo es peligroso: suelen atribuirse las corrupciones y abusos de la era socialista al abandono traicionero de los ideales izquierdistas, cuando a m¨ª me parece que se deben a los resabios contagiados. por este prepotente y expeditivo caso de dictadura ben¨¦fica.
Para apoyar la dictadura se mencionan los logros del castrismo, lo mismo que tantas veces o¨ªmos hablar de los del franquismo, o del saneamiento econ¨®mico de Chile llevado a cabo bajo Pinochet, o las victorias contra Sendero Luminoso de Fujimori. Es obvio que una dictadura puede introducir mejoras sociales, o econ¨®micas, o de orden p¨²blico. Tambi¨¦n resulta evidente que una democracia puede fracasar en el intento de remediar tales problemas, aunque Amartya Sen nos convenza de la capacidad de las democracias para prevenir hambrunas, no haya habido desde la Segunda Guerra Mundial ning¨²n conflicto armado entre dos democracias y la mayor¨ªa de los pa¨ªses desarrollados tengan Gobiernos democr¨¢ticos.
Pero es que la dictadura es ante todo un mal pol¨ªtico, y es ese mal el que se remedia con la democracia. Por supuesto, otros muchos males de orden social pueden seguir vigentes: quiz¨¢ haya guetos en Estados Unidos en los que se viva tan mal como en Hait¨ª (peor, imposible), pero ello no quita que se ven libres al menos del da?o a?adido de carecer de libertades pol¨ªticas. Ninguno de los defectos de las malas democracias estamos ciertos que pueda resolverse con una buena dictadura: ninguno de los logros educativos o sanitarios del r¨¦gimen castrista, por ejemplo, exige necesariamente (ni por tanto justifica) la represi¨®n policial o la ausencia de libertad pol¨ªtica. En cualquier caso, la democracia no puede medirse seg¨²n su eficacia para resolver el problema de la redistribuci¨®n econ¨®mica o de la salud p¨²blica, sino por la fuerza emancipatoria con que aborda un ¨²nico problema, de radical importancia: el poder pol¨ªtico.
Sin embargo, no es Cuba, y no digamos ya Per¨², Hait¨ª o Irak, dictaduras pobres y patentemente ineficaces, las que hoy de verdad retan a la conciencia democr¨¢tica. El peligro est¨¢ en las autocracias- de Extremo Oriente, ultraproductivas y, disciplinadas. Ayer se justificaba la dictadura del proletariado como v¨ªa a la sociedad sin clases; hoy se legitima la dictadura de los capataces paternalistas como camino hacia el pleno desarrollo. La protesta ante ellas es considerada como "fundamentalismo" democr¨¢tico, pues lo importante es que el gato, negro o blanco, cace millones. Me considero reo de esa culpa y a¨²n m¨¢s: lamento que en este fin de siglo de fundamentalismos el democr¨¢tico sea el menos extendido.
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