?Quien sigue?
El vil asesinato de Francisco Ruiz Massieu, secretario general del Partido Revolucionario institucional (PRI) de M¨¦xico, posee un poderoso efecto retroactivo: impide creer que el sacrificio de Luis Donaldo Colosio fue el acto aislado de un demente. Siempre me he mostrado reticente ante las teor¨ªas de la conspiraci¨®n. Prefiero no creer en ellas, salvo prueba en contrario. Me veo obligado, ahora, a sumarme a la hip¨®tesis sostenida por mi amigo Agust¨ªn Basave Ben¨ªtez: debemos creer en la conspiraci¨®n, salvo prueba en contrario.Desde abril, durante un encuentro en la Universidad norteamericana de Brown, Federico Reyes Heroles daba buenas razones para atribuirle la muerte de Colosio a un narco-poder ominoso, enmascarado, simbi¨®tico con estructuras del Gobierno y del PRI. La muerte de Ruiz Massieu parece confirmarlo. Abre todos los d¨ªas m¨¢s cloacas, m¨¢s asociaciones delictivas, m¨¢s tramas y complicidades funestas. Presagia algo que los colombianos conocen de sobra: la guada?a para todo aquel que se oponga efectivamente al reino de los narcopoderes.
En Colombia, s¨®lo a partir de 1984, han ca¨ªdo Rodrigo Lara Bonilla, ministro de Justicia; Jaime Pardo Leal, l¨ªder de la UP (Uni¨®n Patri¨®tica); Carlos Mauro Hoyos, procurador general de la Rep¨²blica; Bernardo Jaramillo, Luis Carlos Gal¨¢n y Carlos Pizarro Leong¨®mez, candidatos a la presidencia; ?lvaro Medina y Mar¨ªa D¨ªaz P¨¦rez, jueces encargados del caso Escobar; Antonio Rold¨¢n Betancur, gobernador de Antioquia, y Guillermo Cano, director del diario El Espectador. Son ejemplos brutales. El lector puede formar su propio reparto mexicano.
?Qui¨¦n sigue? Sere infidente: durante la cena que el pasado mes de agosto tuvimos en la isla de Martha's Vineyard con el presidente Bill Clinton, Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez expuso, con particular vigor, el argumento de su patria colombiana. ?Por qu¨¦ se persigue con tanto vigor a la oferta, y se trata con tanta suavidad a la demanda? ?Qui¨¦nes, en Estados Unidos, reciben la droga de Colombia, lavan el dinero, la distribuyen diariamente a treinta millones de norteamericanos, compran a los abogados, a la polic¨ªa, a los pol¨ªticos? Seguramente hay narcobarones norteamericanos mucho m¨¢s poderosos que cualquier traficante ' colombiano. Pero mueren quienes los combaten en Colombia, no en Estados Unidos.
Bill Clinton le contest¨® a Garc¨ªa M¨¢rquez que la ley anticrimen enviada por el presidente al Congreso y aprobada por ¨¦ste despu¨¦s de un arduo debate, era el arma m¨¢s segura para reforzar el combate contra la delincuencia se?alada por el novelista. Todos los presentes conoc¨ªamos, por lo dem¨¢s, la entereza con que Clinton ha defendido su legislaci¨®n anticrimen. Es el primer presidente de Estados Unidos que se le enfrenta a la poderosa y temible NRA, la Asociaci¨®n Nacional del Rifle, que proclama un supuesto derecho constitucional de portar armas. El resultado es que en Estados Unidos las pandillas callejeras de adolescentes est¨¢n mejor armadas que la polic¨ªa.
?Es casual que el asesinato del secretario general del PRI ocurra tres d¨ªas despu¨¦s de que su hermano, el subprocurador general Mario Ruiz Massieu, anunci¨® una vigorosa campa?a contra el narcotr¨¢fico? ?Lo es que, pocos d¨ªas antes, los secretarios de Hacienda de M¨¦xico y de Estados Unidos, Pedro Aspe y Lloyd, Bentsen, hayan lanzado una Operaci¨®n Cobra para castigar efectivamente el lavado de dinero del narcotr¨¢fico?
Yo firm¨¦, hace meses, una propuesta de Garc¨ªa M¨¢rquez para despenalizar el uso de la droga y arrancarles as¨ª las u?as a los barones, como se las arranc¨® a los bootleggers norteamericanos la derogaci¨®n de la ley Voltstead, que prohib¨ªa, con funestas consecuencias, el consumo del alcohol. Hoy, ning¨²n Gobierno puede o quiere, todav¨ªa, acceder a esta raz¨®n. A la sociedad le interesa insistir en los motivos para acabar, en el nido, con la amenaza envenenada de todas las cobras del mundo.
Mientras tanto, la muerte de Ruiz Massicu interrumpe el proceso poselectoral mexicano, la puesta a prueba de los cauces legales para revelar y castigar irregularidades en la votaci¨®n, la concertaci¨®n de di¨¢logos, la calificaci¨®n misma de las elecciones. El crimen del 28 de septiembre vulnera por igual al Gobierno saliente y al entrante.
Revela, tambi¨¦n, un hoyo gigantesco en el centro mismo de los sistemas de inteligencia y seguridad mexicanos. ?Alguien ha o¨ªdo hablar de la Coordinadora de Seguridad, encabezada por el licenciado Arsenio Farell? Sin embargo, los requisitos de seguridad no deben, en ning¨²n caso, da?ar los requisitos de la libertad. A la larga agenda de la reforma democr¨¢tica en M¨¦xico se a?ade ahora esta prioridad: seguridad con libertad. Y con justicia. Los acontecimientos que nos conmueven son responsabilidad, asimismo, de un aparato judicial notoriamente ineficaz, corrupto y lento. Nada atenta m¨¢s contra la implementaci¨®n del Tratado de Libre Comercio que la falta de confianza del inversionista extranjero en las tribulaciones de la justicia mexicana. Con raz¨®n, el Banco Mundial, en su informe restricto sobre las perspectivas mexicanas para los noventa, destaca y critica Ias debilidades del marco jur¨ªdico comercial y de los mecanismos para resolver disputas que constituyen importantes limitaciones para el desarrollo del sector privado". El banco a?ade que los procesos mexicanos son Iargos, costosos e impredecibles", responsabilizando en parte a "un inaceptable nivel de competencia e integridad de los jueces".
Nuestro pa¨ªs, ante hechos tan graves, va a necesitar toda su capacidad pol¨ªtica, intelectual, moral y jur¨ªdica para sobreponerse y salvar, en resumidas cuentas, el proyecto nacional. El sacrificio de Luis Donaldo Colosio y de Francisco Ruiz Massieu, si logramos vencer a sus enemigos, no habr¨¢ sido en vano.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.