Mam¨¢
"La gran madre se est¨¢ viniendo abajo". La frase es del actor Carmelo G¨®mez en una entrevista, y su gran madre no era el arquetipo c¨¢lido, nutricio y castrador del psicoan¨¢lisis, sino el teatro, la madre muerta de la que ¨¦l dec¨ªa estar huyendo para meter su cabeza en el cine, ese padre consentidor. Y es que el teatro es ahora un t¨²nel oscuro (sigue G¨®mez) donde si hablas un poco alto te hacen pupa. La imaginer¨ªa del actor, ya se ve, es toda maternal, o filial; no analizo. Mientras el teatro progresa en Occidente, aqu¨ª, dicen, se hunde. Otro d¨ªa habr¨¢ que hablar de la culpa, y del deus ex machina, el Estado, cuya moda de temporada es programar directamente sus teatros. Hablemos hoy del honor, que tambi¨¦n es un tema teatral y espa?ol.A?ade el excelente actor: no hay autores ni textos renovadores, y falta solidaridad. Lo primero es un latiguillo muy en boga que, como todos, esconde una media verdad a la que se le escamotea su otra mitad: en Espa?a el talento art¨ªstico est¨¢ hoy muy repartido, y esa miseria yo la encuentro igual entre los actores, directores y escen¨®grafos. S¨ª acierta en la insolidaridad, aunque los grandes nombres de la interpretaci¨®n no son qui¨¦nes para decirlo. Porque si hay un agravante d¨¦ nuestra enfermedad teatral es esa huida de los actores de m¨¢s tir¨®n hacia el cine o las series. De las artes de representaci¨®n, el teatro es la m¨¢s noble, la m¨¢s vivificante y la m¨¢s ardua, y en Espa?a las otras causas la hacen, s¨ª, especialmente dif¨ªcil, aunque no m¨¢s para ellos que para escritores o directores. Pero si comparamos el sacrificio (econ¨®mico), el riesgo y la honra profesional de las grandes estrellas de Europa y Am¨¦rica para con la madre de las artes, deduciremos que hay hijos m¨¢s leales que otros. ?O ser¨¢ que la ubre de la mam¨¢ est¨¢ aqu¨ª m¨¢s seca que el talonario del pap¨¢?
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