La muerte viva
Manuel Pi?a: la vida de cada cual es una sarta de im¨¢genes fijas pegadas al alma si existe el alma, o clavadas con clavos en la memoria, o tatuadas en la piel, etc¨¦tera en este mismo sentido. Pues bien, Manuel Pi?a, para uno, es algo de eso, o de algo que arde as¨ª, abrasando durante toda la vida, aunque no durante todos los momentos de la vida, porque de vez en cuando uno se para para beber agua o se para para siempre, para morir quiere decirse.Hoy, uno, ¨¢ la media noche, cuando le han anunciado, "Manuel Pi?a ha muerto, intenta decir algo, t¨² que lo conociste", se ha palpado con las manos y con toda la capacidad que uno tiene de so?ar por todo el cuerpo, por todo el alma si existe y hasta por los cojones, que s¨ª existen.
Manuel, ?te acuerdas de hace poco m¨¢s de un a?o, cuando te busqu¨¦ en tu tienda, en una callejuela que da a Alfonso XII y no estabas en lo que creo que fue tu ¨²ltimo sagrario de amor, de dise?o loco quiere decirse, y me puse nervioso y camin¨¦ sin sentido y por fin di contigo por tel¨¦fono en tu casa de la calle Men¨¦ndez Pelayo, si no me equivoco, y me abri¨® tu querid¨ªsima madre la puerta? Estoy seguro de que te acuerdas. Pasamos juntos una hora. La ¨²nica hora de nuestra vida. Yo no soy homosexual pero estuve contigo como si lo fuera. No padec¨ªa el sida, pero creo recordar borrosamente que desee estar borracho de, sida para estar m¨¢s contigo.
Recuerdo, Manuel, que alguien, un chico que te amaba, creo, entr¨® y dijo algo, y t¨² lo cortaste en seco: "C¨¢llate, que me est¨¢n haciendo la entrevista m¨¢s importante". El chico, jovencito y guapo, call¨®" Y t¨² me miraste. Y yo te mir¨¦. Y tu madre, que nos acompa?aba, nos mir¨®. Nunca, Manuel, habl¨¦ con alguien tan apasionadamente, tan sigilosamente, tan eternamente. T¨² y yo ¨¦ramos la muerte viva. Fue todo inaudito.
Luego, claro, todo se acab¨®. Ni t¨² lo deseabas, ni yo tampoco. Pero los dos quer¨ªamos desaparecer, cada cual por su camino. Sab¨ªamos que era el final del principio de nuestro entendimiento. Manuel, me dijiste que la vida estaba delante. Y que t¨², con tu sida, se lo dir¨ªas al mundo.
Lo llevo en todo mi ser. Luego, Manuel, tu madre, me acompa?¨®, y t¨² tambi¨¦n me acompa?aste hasta el ascensor. T¨² quedaste all¨ª para siempre.
Y tu madre baj¨® conmigo en el ascensor y, s¨®lo apretar el bot¨®n del piso cero, rompi¨® en sollozos y me dijo: "?l es optimista, pero si usted supiera..."
Ahora mismo, Manuel, he llorado un segundo por la mierda que, a veces, es la vida.
Babelia
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