As¨ª era Matritum
Viaje ficticio por Madrid en la ¨¦poca romana, a la luz de los ¨²ltimos hallazgos arqueol¨®gicos
. Imag¨ªnese que es el siglo II. Usted va montado con leg¨ªtimo orgullo en su excelente yegua madrile?o-romana (en todo el imperio eran famosas las yeguadas de Hispania, as¨ª como sus aurigas. Uno de los m¨¢s famosos, incluso en Roma, era el por entonces fallecido Hermedote, natural de Valeria, Cuenca). Desde Titultia (ahora Titulcia), donde ha nacido una ciudad ya venida a menos en este tiempo, aunque no sin importancia, se dirige a Secovia (Segovia). Es el oto?o y quiere saber, como todo terrateniente responsable de la ¨¦poca, qu¨¦ pasa con sus vides. Acompa?ado por un administrador y un par de esclavos -a los que conoce casi desde ni?o- se ha puesto en marcha. Tiene dos posibilidades: ir por la v¨ªa n¨²mero XXV del itinerario de Antonino (tan importante como una autov¨ªa actual) o por una carretera lateral.
Si elige el primero de los caminos, una nacional proveniente de Em¨¦rita Augusta (M¨¦rida) y con destino Caesar Augusta (Zaragoza), pasar¨¢ por Complutum (Alcal¨¢ de Henares). Imag¨ªnese que llega a Complutum a eso de las doce del mediod¨ªa: a sus pies, y en un d¨ªa luminoso, aunque fr¨ªo, se extiende una localidad moderna de unos 5.000 habitantes (ahora tiene 164.140), de viviendas lujos¨ªsimas, de calles amplias y limpias, con alcantarillado, fuentes, pozos, un foro en fase, de construcci¨®n... La segunda en importancia de toda la Meseta Sur, despu¨¦s de Toledo. En el cerro del Viso todav¨ªa se emplaza la antigua ciudad ibera; pero ya casi nadie vive ah¨ª. Casi abandonada, es refugio de gente muy pobre que no ha encontrado nada en la nueva ciudad.
Al atravesar Complutum se asombrar¨¢ al ver un animal extra?o y desconocido hasta entonces. Si es usted de natural curioso, y en un siglo de novedades como ¨¦ste, puede preguntar e informarse: se trata de un mam¨ªfero al que llaman camello, tra¨ªdo de ?frica, y del que los vecinos madrile?o-romanos se sirven para las labores del campo debido a que es singularmente fuerte y resistente.
El madroncillo
Despu¨¦s de comer -tal vez en casa de alg¨²n amigo terrateniente como usted, o de un colega de los collegia (algo as¨ª como los actuales clubes ingleses)- decide proseguir la ruta. Coge un desv¨ªo a la general, la v¨ªa denominada "del esparto". El paisaje por toda la vega del Jarama es una sucesi¨®n de villas -construcciones r¨²sticas romanas-, tierras de labor (en especial trigo y avena) y zonas trufadas de almendros, granados, otro tipo de frutales y olivos. Al llegar a lo que hoy es la Puerta de Alcal¨¢ encontrar¨ªa tierras de monte bajo, retamas, alguna encina. Para bromear con la servidumbre puede ofrecerles el fruto de los madro?os que encuentre (ahora ya no los hay): el madroncillo, bastante ins¨ªpido por otra parte.
Pero se va haciendo de noche, y en las villas que halla a su paso nadie quiere alojarle. Hace fr¨ªo, y no es cuesti¨®n de esperar el amanecer a la intemperie: usted es un caballero y, adem¨¢s, en el territorio boscoso que le rodea" ahora abundan los jabal¨ªes, los osos -mucho. cuidado- y los ciervos.
Tranquilo. Consulte el mapa, es decir, el itinerario de Antonino, que usted lleva en una tablilla, o en un vaso de plata o de bronce para refrescarse en las fuentes en la calzada. All¨ª lleva apuntadas las mansios (posadas) y las ciudades por las que va a pasar. Comprueba con satisfacci¨®n que hay cerca un lugar para cobijarse: en el itinerario se lee: "Miaccurn". Es una mansio, un hostal de carretera, situado al lado del arroyo Meaques, en un bosque que 18 siglos despu¨¦s todos llamar¨¢n Casa de Campo.
Seg¨²n se aproxima, observa un conjunto de edificios: pajares, graneros, caballerizas, corrales, incluso un huerto. Sobresale, entre todos, uno pintado de rojo: la posada en s¨ª misma. El color, precisamente, le distingue como, lugar p¨²blico.
Jergones con pulgas
Los denarios de plata de que dispone (los billetes de 10.000 de la ¨¦poca) le permiten dormir en una habitaci¨®n particular. Un lujo, porque la mayor¨ªa de los comer-ciantes o agricultores que se alojan en Miaccum lo hace en dependencias comunes y yacen en jergones sucios y viejos, taladrados por las pulgas.
Antes de dormir, una visita a las termas (algo parecido a un ba?o turco actual, con agua fr¨ªa y caliente), y la cena: un huevo cocido, legumbres, un plato de garbanzos cocidos con leche y queso y algo de carne, sobre todo de caza. De postre, una granada. Como todo hispanorromano, da m¨¢s importancia a la cena que a la comida. Y todo regado con un vino resinoso de la regi¨®n, mezclado con agua y miel. (El vino sin mezcla es para gente del pueblo, proclive a emborracharse f¨¢cilmente). Usted no; usted ha estudiado en Titultia con un preceptor griego y, m¨¢s tarde, en Complutum: derecho, ret¨®rica... Tras la cena. se sienta al lado de otros comerciantes y discuten de lo que comenta la mayor¨ªa de la gente: de deporte y de, pol¨ªtica.
Como cualquier terrateniente de la ¨¦poca, y m¨¢s si es adinerado, formar¨ªa parte de las autoridades municipales de la ciudad, en su caso de Titultia. Concretamente, usted es un magistrado encargado de los trabajos p¨²blicos (ahora le llamar¨ªan concejal de urbanismo). En el fondo, el cargo no le da m¨¢s que quebraderos de cabeza: la acometida de aguas es demasiado antigua; las aceras, siempre estropeadas; hay que reparar los edificios p¨²blicos, y todo con su dinero. Eso s¨ª, a cambio de un prestigio cada vez menor y de algunas ventajas: informaci¨®n privilegiada sobre algunos negocios p¨²blicos y cosas por el estilo. Pero lo que verdaderamente le interesa ahora es Roma. All¨ª gobierna un hispanorromano, procedente de la Hispania B¨¦tica: Trajano que no es el que usted y sus correligionarios de la Hispania Citerior, con capital en Tarraco (Tarragona), hubieran querido. Mejor hubiera sido Cornelio Nigrino, al que pagaron su costosa carrera pol¨ªtica para luego quedarse como simple general en Roma. Por eso, seguramente, usted y sus amigos comentar¨¢n, con pesadumbre, que les tienen abandonados, que si el centralismo y todo eso... A¨²n tendr¨¢n que esperar 200 a?os para que en Roma haya un emperador de la regi¨®n: Teodosio, natural de Secovia.
Para no desesperarse, buscan otros temas de conversaci¨®n m¨¢s esperanzadores. Las carreras de caballos, por ejemplo. El suyo, el que ha participado en muchas carreras, que ha ganado algunas y cuyo retrato en un mosaico adorna una de sus habitaciones, se llama Tagonius. Como es costumbre, le ha puesto el nombre de un r¨ªo o de un viento, de algo veloz. Y el r¨ªo que pasa por su ciudad se llama Tagonius (ahora, Taju?a).
Actores en el camino
Amanece, y sus servidores le despiertan. Tras un desayuno fuerte se pone de nuevo en marcha. Las vides esperan. Por el camino se cruzan campesinos que acuden a pie para Complutum a vender parte de la cosecha, buhoneros con toda la mercanc¨ªa a cuestas viajeros en carruajes o caballos. Le llama la atenci¨®n un grupo de gente con el pelo verde: son actores de segunda categor¨ªa que van de ciudad en ciudad y act¨²an por unas pocas monedas.
El paisaje ha ido variando seg¨²n se interna en la sierra: menos villas, menos tierras de cultivo, un bosque salpicado de pastos, donde haraganean ovejas o cabras.
Y por fin, Secovia. Unas grandes piedras mal puestas le reciben. Y se dice a s¨ª mismo que, a pesar de todo, Trajano est¨¢ haciendo algo por la regi¨®n Citerior, pues han empezado ya a construir all¨ª un acueducto. Y piensa en la seguridad de un imperio que no parece tener fin, seguro como una roca.
Nadie puede sospechar que 600 a?os despu¨¦s unos tipos que cre¨ªan en otros dioses llegar¨ªan del sur de la tierra conocida y que muy cerca de donde usted durmi¨® aquella noche, en Miaccum, fundar¨ªan ya una verdadera ciudad, a la que llamaron Magerit, que en ¨¢rabe, su idioma, quiere decir "Iugar de viajes de agua" (canalizaciones subterr¨¢neas naturales). Pero ah¨ª empieza otra historia.
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