Perico, instrucciones de uso
Tres ciclistas hay en Espa?a que relucen m¨¢s que el sol. Perico, Federico y Miguel¨®n. Pero, ?cu¨¢l es el m¨¢s grande de los tres? El deportista, m¨¢s que nadie, es ¨¦l y su circunstancia y los pan teones de la gloria deportiva no necesariamente coinciden con el calibrado de sus ¨¦xitos en competici¨®n. Pou-Pou, aquel entra?able eternel seconde, fue siempre mucho m¨¢s amado de sus compatriotas que el inevitable primero, un rubio normando cuya osamenta se prolongaba hacia el pavimento en forma de bicicleta. Si para decidir qui¨¦n es el m¨¢s grande hay que hablar de ¨¦pica, Federico resulta imbatible. Nada como aquellos viejos cacharros apenas ciclom¨®viles, empin¨¢ndose con osad¨ªa sobre un firme ametrallado de baches, para llegar como un barrenieves hasta las m¨¢s hirsutas cumbres. Si Federico rein¨® indiscutiblemente donde moran las ¨¢guilas -de Toledo, desde luego- conoci¨® tambi¨¦n una segunda fase de su carrera donde, pese a ser todav¨ªa el mejor en la subida al cielo, era tenazmente alcanzado en la tumba abierta por un perseguidor que no hab¨ªa casi perdido de vista su sill¨ªn en la escalada. Federico conclu¨ªa y su rival entraba en plenitud. Por ello, esos momentos en los que un espa?ol, modelo plan de desarrollo, ca¨ªa derrotado ante el gran Jacques, fueron su mejor hora, la victoria del rechinar de dientes y la mu?eca haciendo muesca el manillar.
Si la grandeza se mide por el palmar¨¦s, en cambio, nadie puede dudar de la respuesta. Cuando ni siquiera su historial ha hecho m¨¢s que andar mediado Miguel¨®n es un ec¨®nomo coleccionista de gestas deportivas. Y, con ello, el tour, un escapulario que lleva permanentemente enrollado al cuello, como esas damas que se ponen la estola en las veladas de gran soir¨¦e; el giro, una proeza menor a la que a veces no consigue resistirse; y el r¨¦cord de la hora, una reciente adquisici¨®n que redorar¨¢ las veces necesarias para convertirlo en la marca m¨¢s cara de la historia. Pero, ?es ser el mejor lo mismo que el m¨¢s grande?
Perico conoci¨®, como Federico, la agon¨ªa de lo ¨¦pico cuando encabritaba su montura. en esa fracci¨®n de segundo que deja al rival en la escueta compa?¨ªa de s¨ª mismo. Hay quien dice que el le¨®n ruge en el momento de saltar sobre su presa para inmovilizarla en el terror, s¨®lo el tiempo necesario con que dibujar en el cielo el arco de la muerte. Perico paralizaba as¨ª a sus adversarios cuando fulminaba al pelot¨®n. Es tambi¨¦n el ciclista segoviano aquel que ha ganado suficiente n¨²mero de carreras relevantes para instalarse en el podio de la historia, aunque para ello o, precisamente, porque para ello ha tenido que empe?ar una humanidad mucho m¨¢s que ciclista en conseguirlo: como el a?o que subi¨® a lo m¨¢s alto del triangular mont¨ªculo de los mejores en Par¨ªs. Pero es aquel, sobre todo, que ha creado, desarrollado, dado el alta de la historia a un deporte rey.
Perico ha sido el m¨¢s grande porque tom¨® una pr¨¢ctica deportiva entre las manos, medio pordiosera, hecha a la acumulaci¨®n primitiva de capital, con la somera imagen del gregario tallado en sufrido euskald¨²n, para convertirla en gran competici¨®n de los tiempos de la revoluci¨®n t¨¦cnico-cient¨ªfica. Otros han venido detr¨¢s para llevar ese periodo hist¨®rico a su natural culminaci¨®n, pero, no nos enga?emos, ¨²nicamente Perico habr¨ªa sido capaz de grabar las runas del futuro.
El deportista que hoy se retira no pudo ser mejor que aquel ¨¢guila que escalaba cuando los dem¨¢s apenas pod¨ªan piafar sobre el terreno; jam¨¢s podr¨¢ medir su palmar¨¦s al del mejor corredor de todos los tiempos, navarro sabio y reserv¨®n. Pero ha sido el m¨¢s grande porque, mientras los dem¨¢s eran s¨®lo grandiosos ciclistas, ¨¦l es, adem¨¢s, el ciclismo es espa?ol.
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