La autoridad, responsable
La autoridad no puede eludir sus responsabilidades respecto al incidente provocado por Jesul¨ªn de Ubrique y su apoderado el pasado d¨ªa 22 en la plaza de toros de Sanl¨²car de Barrameda. En el callej¨®n del coso hab¨ªa un delegado de la autoridad, entre cuyas obligaciones entra impedir que nadie distinto a las cuadrillas irrumpa en el ruedo y prohibir que permanezca en el propio callej¨®n toda persona que no est¨¦ de servicio o carezca de autorizaci¨®n para presenciar desde los burladeros interiores el festejo.Y, sin embargo, el callej¨®n estaba abarrotado de gente, se unieron docenas de espectadores que bajaban de los tendidos para despu¨¦s saltar a la arena y felicitar efusivamente al torero en sus triunfales vueltas al ruedo, y culmin¨® el desorden con la salida al redondel del apoderado dispuesto a torear, tras una visible y larga incitaci¨®n de Jesul¨ªn de Ubrique -inclu¨ªdo un forcejeo con el hijo de aquel taurino, que trataba de evitarlo- todo lo cual trascendi¨® al p¨²blico.
La autoridad fue burlada, qui¨¦n sabe si por dejaci¨®n de funciones o por incompetencia manifiesta, desde luego en aquella ocasi¨®n y durante la corrida; pero tambi¨¦n antes de celebrarse, al autorizar en el preceptivo reconocimiento del ganado unas reses probablemente fraudulentas y a todas luces impresentables, ya que carec¨ªan de trap¨ªo, estaban mochas, y una vez en el ruedo se pudo apreciar que eran in¨²tiles para la lidia, pues carec¨ªan de la m¨ªnima integridad f¨ªsica para soportarla sin derrumbarse.
Los incidentes de S¨¢nlucar, como el esperpento de Aranjuez protagonizado por Jesul¨ªn de Ubrique semanas antes, no son sino la manifestaci¨®n extrema y grosera de la vergonzosa degradaci¨®n a que ha llegado el espect¨¢culo taurino en Espa?a.
El reglamento Corcuera -el mayor disparate que se haya podido concebir contra la fiesta de los toros en toda su historia- favorece las condiciones que hacen posible la comisi¨®n de un amplio repertorio de corruptelas, desde la impunidad. Y se complementa con la incuria de buena parte de los representantes del Ministerio de Justicia e Interior designados para presidir los festejos, quienes no ejercen las misiones de vigilancia que tienen encomendadas por ley, en tanto se avienen, por acci¨®n o por omisi¨®n, a las conveniencias e imposiciones de, determinados toreros, apoderados y empresarios, lo que les ha permitido convertir la fiesta en una farsa, basada en el debilitamiento sistem¨¢tico de los toros y la manipulaci¨®n escandalosa de las astas.
Babelia
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