Melodrama interno

Todos hacen una interpretaci¨®n espl¨¦ndida de la interminable y gran obra de O'Neill. A m¨ª no me gustan: cuesti¨®n de preferencias. No es mala idea de Gerardo Malla darle todo de follet¨ªn y teatralidad en el sentido m¨¢s agudo y exagerado de la palabra: O'Neill ven¨ªa de la compa?¨ªa de teatro de sus padres -y algo se alude a ello en la obra- que representaba el melodrama ingl¨¦s con los gritos de rigor: y los cl¨¢sicos.A O'Neill se le debe (le deben los americanos) un teatro nacional, la creaci¨®n de los temas naturales del raro pa¨ªs que estaba todav¨ªa en los ardores de la fundaci¨®n (no ha salido: el imperio es aquel esp¨ªritu de conquista que no se detuvo): esta obra, con sus borrachos irlandeses, su c¨¢ntico al whisky (irland¨¦s) y al sexo libre, es un melodrama externo y tambi¨¦n interno.

Con las resonancias freudianas, los complejos de culpabilidad, el enorme pudor a veces invertido (el de la virginidad, por ejemplo) corresponde a aquello. Imitando como lo hace Gerardo Malla el folclor, con su m¨²sica y todo, con su chica bruta, pero, llena de pudor y ternura, y todo lo dem¨¢s, haci¨¦ndoles gritar y agitarse, quiz¨¢ pierda la universalidad del mensaje para convertirlo en una pieza local.

Por eso digo que no me gusta la interpretaci¨®n, lo cual de ninguna manera quiere decir que no me gusten los int¨¦rpretes, que son muy buenos: cuando llega cada uno a su mon¨®logo -Carles Canut, Isabel Mestres, Sergi Mateu-, lo hacen con maestr¨ªa, sobre todo en el segundo acto con su extraordinaria escena de amor y confesiones a la luz de la luna (una luna, eso s¨ª, grotesca) que hace pensar en qu¨¦ bien estar¨ªa todo si se hubiese eliminado el primer acto entero, construido por obligaciones de la ret¨®rica de su tiempo y por la verbosidad del maestro.

Los tres actores y sus compa?eros y Gerardo Malla y sus colaboradores recibieron las ovaciones cuando, al fin, lleg¨® el final, merecidas y sonoras.