Posici¨®n y oposici¨®n
SE COMPRENDE que Arzalluz sea partidario de un Gobierno vasco estable, y que identifique esa estabilidad con la continuidad de los socialistas en el mismo. Pero a¨²n se comprenden mejor las dudas de los socialistas al respecto. Incluso cabe pensar que existe una cierta relaci¨®n entre lo uno y lo otro: entre la evidente preferencia del PNV por una f¨®rmula de la que s¨®lo ha obtenido ventajas y la tentaci¨®n socialista de irse a la oposici¨®n.Arzalluz es partidario de una f¨®rmula de gobierno que garantice la continuidad del mismo durante toda la legislatura, y para ello, que disponga de mayor¨ªa suficiente y sea equilibrada territorialmente. Esto ¨²ltimo tiene que ver con la proyecci¨®n de la alianza a los ayuntamientos y, sobre todo, las diputaciones, de gran importancia en el entramado institucional vasco. Arzalluz no quiere un Gobierno que pueda ser puesto en cuesti¨®n por las elecciones de mayo. Ese criterio excluir¨ªa una combinaci¨®n PNV-EA, pese a ser la preferida por los votantes de ambos partidos, dada la debilidad del de Garaikoetxea fuera de Guip¨²zcoa. El PSE-EE, por el contrario, cuenta con una implantaci¨®n equilibrada en los tres territorios, as¨ª como en sus capitales.
Pero los socialistas se lo est¨¢n pensando. Un primer argumento contra la repetici¨®n es que el electorado socialista ha desautorizado la alianza y, en general, la pol¨ªtica de colaboraci¨®n con el PNV. Los datos no son concluyentes al respecto. Para serlo tendr¨ªa que haberse observado una desviaci¨®n clara respecto a los resultados Obtenidos por los socialistas, en otras comunidades. Pero en las elecciones gallegas perdieron 9 puntos, 11 en las andaluzas. En las vascas, el y retroceso ha sido de 3 puntos si se considera estrictamente al partido socialista, aunque de 10 si se cuentan los votos obtenidos por Euskadiko Ezkerra (EE) hace cuatro a?os. Esto ¨²ltimo ser¨ªa, sin embargo, exagerado porque la fusi¨®n con el. partido de Onaind¨ªa se produjo tras una ruptura que lo dividi¨® pr¨¢cticamente por la mitad. Pero aun contando s¨®lo la mitad de
los votos de EE, el retroceso habr¨ªa sido de entre seis y siete puntos: muy considerable, pero menor que en las otras dos comunidades en que ha habido elecciones despu¨¦s del 64.
Un segundo argumento insiste en que prolongar el apoyo al PNV supone convalidar el regreso de ese partido a un discurso desestabilizador (aunque compatible con una pol¨ªtica pragm¨¢tica). Si el apoyo socialista permite a Ardanza seguir gobernando sin apenas desgaste, y ya no sirve para moderar el discurso de Arzalluz, ese apoyo es un mal negocio. Por una parte, produce una polarizaci¨®n que desv¨ªa el voto moderado hacia el PP; por otra, el electorado socialista tradicional puede considerar mejor defendidos sus intereses desde: la oposici¨®n reforzada ahora por el ascenso de Izquierda Unida -que desde una posici¨®n subordinada en el Gobierno.
La principal respuesta a ese argumento es que no est¨¢ claro que la ¨²nica alternativa imaginable sea preferible: un tripartito PNV-EA-PP, no deseado por ninguno de los tres socios, ser¨ªa muy inestable. Queda la hip¨®tesis de un Gobierno nacionalista PNV-EA con apoyo externo del PSE, adelantada ayer por Ram¨®n J¨¢uregui. Aunque parece inspirada sobre todo por la necesidad de encontrar un equilibrio entre las posiciones existentes en su partido, esa salida tiene a su favor que hace compatible el criterio de no impedir la gobernabilidad con el de recobrar la independencia pol¨ªtica. En su contra, que no enfrenta al. PNV con sus responsabilidades, sac¨¢ndole una vez m¨¢s las casta?as del fuego. Desde las elecciones, el PNV es todo moderaci¨®n y buen sentido; pero es ya una constante esa estrategia nacionalista de ofrecerse a resolver, con pragmatismo, los problemas que previamente ha provocado con sus desplantes: cuestionamiento, del marco constitucional, boicoteo al debate en el. Senado, apelaci¨®n ret¨®rica a la autodeterminaci¨®n.
Por ello, cualquier nuevo apoyo deber¨ªa condicionarse no tanto a un reparto m¨¢s o menos equilibrado de carteras, seg¨²n ha insinuado alg¨²n socialista, como a un compromiso program¨¢tico de respeto estricto del marco institucional y las reglas del juego.
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