?Macroprocesos?
JOS? MAR?A MENAEl autor defiende la existencia de macroprocesos cuando se trata de hacer frente a la macrodelincuencia. Es el sistema m¨¢s seguro, concluye, de poder alcanzar a los m¨¢ximos responsables
Han pasado semanas desde que se conoci¨® la sentencia del llamado caso N¨¦cora, denominaci¨®n policial o period¨ªstica m¨¢s o menos ex¨®tica, que judicialmente se identifica como un proceso m¨¢s, con su escueto y austero n¨²mero. Las inmediatas reacciones a la sentencia, en ocasiones airadas o vehementes, procedieron sobre todo de ¨¢mbitos extrajur¨ªdicos, y se refer¨ªan a la en su opini¨®n, benignidad de las penas y absoluciones. Las tragedias humanas que derivan del comercio de determinadas drogas explica las caracter¨ªsticas de estas reacciones.En todo caso, en un pa¨ªs libre, es libre la expresi¨®n de la opini¨®n que pueda merecer ¨¦sta y cualquier otra actuaci¨®n o resoluci¨®n judicial. Entre los comentarios cr¨ªticos aparecidos, algunos proceden de destacados juristas. Su cr¨ªtica se?ala la gran dificultad, o el gran desacierto de la instrucci¨®n sumarial, cuando aborda a m¨²ltiples acusados, y m¨²ltiples y complejos hechos delictivos. Por ello, se ha podido leer la noticia de que personalidades del mundo del derecho "est¨¢n en contra de los macroprocesos".
Con la serenidad que proporciona la distancia de la noticia, es razonable reflexionar ante la opini¨®n p¨²blica sobre el contenido de una cr¨ªtica que, necesariamente, alcanza al trabajo de la instrucci¨®n, es decir, de la preparaci¨®n del juicio oral, que corresponde al juez de instrucci¨®n, junto con el fiscal.
En ocasiones esta cr¨ªtica induce a pensar que el pretendido desacierto del macroproceso procede de un indeseable protagonismo. Como si la opci¨®n por ese modo de trabajo en la instrucci¨®n fuera imputable a quien la dirigi¨®, y estuviera presidido por miras ajenas a los objetivos del proceso que marcan las leyes.
Este efecto de las cr¨ªticas de algunos juristas, debe ser evitado, porque podr¨ªa darse la circunstancia de que un comentario cr¨ªtico nacido con el prop¨®sito de salvaguardar el prestigio y credibilidad del Poder Judicial, personificado en el Tribunal sentenciador, concluyera generando la desconfianza o desprestigio del juez de instrucci¨®n, y por lo tanto, del mismo Poder Judicial. Pero, sobre todo, aquel efecto de las cr¨ªticas de algunos juristas debe ser evitado porque as¨ª lo exige la objetividad de los datos.
Pensemos en los llamados "delitos de cuello blanco" cometidos a la sombra de bosques de. sociedades an¨®nimas reales, ficticias, interpuestas, de hombres de paja, y m¨²ltiples contabilidades. Pensemos en, los grandes delitos de tr¨¢fico organizado de drogas ilegales, que no es sino otro modo de redes comerciales y financieras con objeto de comercio criminal.
En semejantes supuestos hay una voluntad delictiva que preside las concretas actividades comerciales, y ¨¦stas son en ocasiones delictivas, y en ocasiones as¨¦pticas. La un¨¢nime voluntad de los ciudadanos es, sin duda, que las organizaciones delictivas que amparan la corrupci¨®n econ¨®mica, o el comercio criminal de la droga y sus millonarios recursos econ¨®micos, sean sometidas a proceso, condenadas y desarticuladas.
Para alcanzar este objetivo hay que enjuiciar a quienes personifican la voluntad criminal que dirige toda la trama. A sus m¨¢ximos responsables, siempre distantes de las conductas y situaciones "sucias", siempre aparentemente inmaculados, a sus cuadros intermedios, a sus simples peones, que son los ¨²nicos que pueden ser sorprendidos con las manos en la masa, falsificando documentos,, ocultando contabilidades, transportando dinero, o llevando drogas, etc¨¦tera.
No est¨¢ en la mano del juez de instrucci¨®n parcelar aquella voluntad criminal organizada. No ser¨ªa razonable juzgar por separado cada conducta delictiva de cada simple pe¨®n. Y, lo que es m¨¢s grave, ello ser¨ªa el sistema seguro de no alcanzar nunca a los siempre limpios m¨¢ximos responsables.
Por todo ello, cuando hay "macrodelincuencia" tiene que haber "macroprocesos". Si ¨¦stos resultan dif¨ªciles de ordenar, de construir. o de resolver, ello no debe imputarse al juez de instrucci¨®n o al fiscal. Y no siempre es v¨¢lida la excusa de la insuficiencia del sistema y los medios materiales.
En ocasiones, por desgracia, tras la cr¨ªtica pretendidamente profesional, no hay m¨¢s que una falta de imaginaci¨®n para comprender que, hoy, la Administraci¨®n de Justicia, ha de alcanzar m¨¢s arriba que los simples estafadores del tocomocho o los tristes papelineros cutres, m¨¢s arriba de los c¨®modos y burocratizados "microprocesos".
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