Los problemas de Clinton
El Congreso de Estados Unidos que saldr¨¢ elegido el pr¨®ximo 8 de noviembre resultar¨¢, probablemente, m¨¢s dif¨ªcil de tratar para Bill Clinton de lo que ha sido el actual, de acuerdo con algunos sondeos de opini¨®n p¨²blica y con el comportamiento de muchos candidatos dem¨®cratas al distanciarse del presidente. Dado que muchos dem¨®cratas conservadores votan contra ¨¦l con tanta frecuencia como los republicanos, lo interesante no es saber cu¨¢ntos miembros de cada partido ocupar¨¢n esca?os en la C¨¢mara de Representantes y en el Senado, sino por qu¨¦ el presidente ha sido absolutamente incapaz de poner en marcha propuestas legislativas tan importantes como la seguridad social racional y la reforma de la financiaci¨®n de las campa?as.Creo que su peor obst¨¢culo ha sido el sentimiento generalizado de resentimiento, y el temor al futuro, por parte de las clases medias: el gran sector activista de la poblaci¨®n del que salen las iniciativas comunitarias y que vota. Para empezar, merece la pena resaltar que una raz¨®n por la que todos los candidatos se dirigen a la clase media, y actualmente hablan muy poco de los sin hogar, los pobres y los grupos marginales en general, es que la clase media contribuy¨¦ a la financiaci¨®n de las campa?as y vota en las elecciones, mientras que los pobres y marginados han dejado de votar porque se sienten completamente abandonados por el sistema.
El resentimiento y la autocompasi¨®n de la clase media han ido aumentando desde principios de los setenta. Hasta ese momento, los millones de administrativos y granjeros, las clases profesionales y los funcionarios, y, en el mundo corporativo, tanto los ejecutivos como los mandos intermedios, confiaban en que sus ingresos personales aumentar¨ªan regularmente a cambio de trabajar duramente, y que sus hijos vivir¨ªan no tan bien, sino mejor que ellos mismos.
Sin embargo, desde entonces los ingresos reales han tendido a estabilizarse en la mayor¨ªa de las familias, y la divisi¨®n existente entre el quinto superior de la poblaci¨®n que goza de gran prosperidad y el resto del pa¨ªs se ha ido ensanchando lenta pero regularmente; los dos padres, en lugar de uno solo, se han visto obligados a ganar dinero si quer¨ªan que los hijos fueran a la universidad; y el porcentaje de familias monoparentales, con todos los problemas, psicol¨®gicos y econ¨®micos que la situaci¨®n conlleva, ha crecido ininterrumpidamente.
Las razones de este estado de cosas son complejas y no son culpa de ning¨²n partido pol¨ªtico en particular. La industria japonesa y la europea suponen una competencia que no exist¨ªa hace 40 a?os. La automatizaci¨®n e informatizaci¨®n han eliminado muchos trabajos administrativos y semicualificados. La amoral econom¨ªa de mercado no es sentimental. Recompensa la eficiencia y la productividad, y si estas virtudes exigen reducir el n¨²mero de empleados tanto de la clase media como de la trabajadora, as¨ª es la vida, y esas desgracias ocurren sean los dem¨®cratas o los republicanos los que est¨¦n en el poder.
Pero un hecho curioso en la vida estadounidense es que, hasta el l¨ªmite en que se puede hacer verdaderamente responsables a los Gobiernos de parte de los problemas de la poblaci¨®n, los dem¨®cratas reciben la parte del le¨®n de la culpa. El presidente Reagan es m¨¢s responsable que cualquier otro individuo por el hecho de que los impuestos m¨¢s bajos y los gastos de defensa disparados hicieron pasar a Estados Unidos en los a?os ochenta de ser la primera naci¨®n acreedora del mundo a ser la primera naci¨®n deudora.
La verdad pura es que los votantes de la clase media que se preocupan de verdad por el d¨¦ficit, por los pr¨¦stamos mundiales o por la subida de los impuestos, necesaria s¨®lo para poder pagar los intereses de ese d¨¦ficit, deben culpar a la Administraci¨®n de Reagan. Pero sigue siendo, con mucho, el presidente m¨¢s popular desde Eisenhower, y los candidatos republicanos y dem¨®cratas anti Clinton que se presentan en 1994 est¨¢n prometiendo reducir los impuestos y aumentar el presupuesto militar. Lo que es m¨¢s, no parecen tener que preocuparse de que los votantes de la clase media les pregunten c¨®mo estos dos objetivos contradictorios, que han contribu¨ªdo sensiblemente a sus problemas fiscales desde 1981, van a ayudar a aliviar esos problemas de 1995 en adelante.
?Qu¨¦ puede explicar esta ceguera aparentemente voluntaria a lo hecho por parte de personas que se enorgullecen, normalmente con justificaci¨®n, de su sentido pr¨¢ctico? Una cosa es que se identifiquen personalmente con hombres como Nixon, Ford y Reagan (menos con Bush, debido a sus antecedentes patricios, que intent¨® disimular sin conseguirlo utilizando sombreros tejanos, argot popular, etc¨¦tera). ?stos son hombres que utilizaron el sistema acertadamente en sus carreras personales y que no hicieron conscientes, a otros estadounidenses que hab¨ªan triunfado, de su riqueza o de su despilfarro o de sus responsabilidades potenciales para con los pobres de su Pa¨ªs.
Esos mismos dirigentes comunitarios de la clase media no se identifican con un Jimmy Carter que introdujo las predicaciones morales tanto en la pol¨ªtica nacional como en la internacional, o con un Bill Clinton que fue alumno de Rhode (?qu¨¦ es eso, y por qu¨¦ un chaval americano de sangre roja tiene que ir a Oxford entre tantos sitios como hay?), contrario a la guerra de Vietnam, y gobernador de un peque?o Estado que ganaba menos dinero que su esposa abogada. La fuerza de estas simpat¨ªas y antipat¨ªas intuitivas es tal que sencillamente r¨ªo puede juzgar la pol¨ªtica de los dos tipos de presidente o los m¨¦ritos de la propia pol¨ªtica.
Pero, aunque la combinaci¨®n de resentimientos crecientes e identificaci¨®n intuitiva con los conservadores hechos a s¨ª mismos es el principal obst¨¢culo al liderazgo de Clinton, existen dos aspectos de su propia conducta que empeoran su situaci¨®n especifica. Uno es que ha jugado evidentemente a los mismos juegos que sus oponentes. Su mujer gan¨® 100.000 d¨®lares en unos meses partiendo de una inversi¨®n inicial de 1.000 d¨®lares: con la ayuda de amigos entendidos y un poco de suerte en futuros agr¨ªcolas. Bien, ?qu¨¦ diferencia hay con otros beneficios especulativos, excepto que ella gan¨® menos dinero que las principales estrellas de 'Wall Street y que se supon¨ªa que era la campeona de una nueva moralidad p¨²blica?
Cuando quebr¨® un banco de Arkansas con el que los Clinton hab¨ªan estado relacionados, y cuando se suicid¨® un ayudante ejecutivo, amigo y colega de antiguo, hicieron lo posible para frenar, al no poderla impedir, la investigaci¨®n sobre los aspectos cuestionables legal y ¨¦ticamente de estas dos crisis. Bien, ?qu¨¦ diferencia hay, con el tr¨¢fico de influencias, el gui?o estrat¨¦gico o las conversaciones en el campo de golf que han caracterizado a los esc¨¢ndalos bancarios norteamericanos y a la corrupci¨®n pol¨ªtica en general, excepto, nuevamente, que los Clinton han sido actores secundarios en estas obras? As¨ª que sus enemigos los fr¨ªen por no ser mejores que la mayor¨ªa de los practicantes del capitalismo de mercado a la vez que simult¨¢neamente se r¨ªen de ellos por ser chapuceros provincianos. Adem¨¢s, la prensa, y en especial la radio y la televisi¨®n, est¨¢ controlada de modo abrumador por los republicanos, y el presidente sali¨® elegido, por una plataforma de reforma legal. A?¨¢dase a esto el hecho de que los medios de comunicaci¨®n han publicado cada rumor procaz sobre su vida personal antes de la presidencia, un tipo de acoso al que no se vio sujeto ning¨²n presidente anterior. ?stas son las cosas que han paralizado su liderazgo en la reforma interior, y que, me temo, continuar¨¢n haci¨¦ndolo independientemente de la aritm¨¦tica electoral del 8 de noviembre.
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