La ¨²ltima revoluci¨®n del siglo XX
El choque del futuro ya est¨¢ aqu¨ª, o al menos sus primeros garrotazos cibern¨¦ticos. La transformaci¨®n sucede en el silencio de la electr¨®nica, a la velocidad de la luz, con el contagio epid¨¦mico en sus redes. En menos de veinticinco a?os, los expertos calculan que el mundo se hallar¨¢ inmerso en la revoluci¨®n m¨¢s importante de la humanidad. El trastorno no es un asunto constre?ido a lo tecnol¨®gico y sus oscuras denominaciones, sino al orden social, a la clase de gobierno pol¨ªtico o ¨¢ la naturaleza del trabajo y la familia.El Internet, red de redes, que agrupa actualmente a unos 30 millones de usuarios a trav¨¦s de 70 naciones, es el coraz¨®n experiment¨¢l del modelo. Los conectados al Internet han experimentado la globalidad de la comunicaci¨®n y las inacabables prestaciones del sistema. A trav¨¦s de esa superred que conecta desde centros universitarios hasta apostadores de caballos, se alcanza a visitar una biblioteca, una exposici¨®n o el Louvre entero sin salir de casa. Se crean comunidades de colectores de setas, colectores de sectas, se cartean enamorados remotos, escriben mensajes los suicidas, pasan mercanc¨ªa los camellos, escriben grafitos los marginados, discuten en videoconferencias los sabios, se insultan los hinchas, trabajan los oficinistas para sus compa?¨ªas a 7.000 kil¨®metros de la pantalla.
Estados Unidos es actualmente una hoguera en torno a este bazar. La red p¨²blica del Internet, sin leyes, o las privadas, m¨¢s estrictas, como America On Line, Prodigy o Compuserve han ingresado en la cotidianidad de los ciudadanos. La ch¨¢chara, los art¨ªculos, la publicidad se agranda en torno al nuevo ciberespacio servido por publicaciones pedag¨®gicas, auxiliares informativas que pueblan las librer¨ªas. El asunto no es ya un fen¨®meno de los hackers, las compa?¨ªas o los fan¨¢ticos del ordenador. El popular semanario Newsweek acaba de justificar la creaci¨®n de una secci¨®n dedicada especialmente a este cibermundo. Wired (Conectados) es la revista de moda en Estados Unidos entre dos docenas de magazines.
Pero casi ya no vale la pena hablar del exterior. Dentro del ordenador han surgido medio centenar de boletines propios respondiendo a intereses de los conectados y 60 peri¨®dicos y revistas, los m¨¢s prestigiosos de Estados Unidos, se difunden a trav¨¦s del soporte electr¨®nico. D¨ªa a d¨ªa se suman m¨¢s bancos de datos, m¨¢s centros o agencias difundiendo informaci¨®n o demand¨¢ndola. Cerca de cincuenta millones de personas trabajan actualmente en sus casas con los ordenadores, y el porcentaje crece a zancadas del 15% anual.
La transformaci¨®n que, trae esta oleada invierte con una potencia tect¨®nica algunas ideas maestras que han venido apuntalando la segunda mitad del siglo XX. Se cree todav¨ªa vivir en una sociedad de masas, y la sociedad de masas se est¨¢ carbonizando en los fulgores de la electr¨®nica. Con escaso gasto de energ¨ªa, con una eficacia decisiva, la mass society de la prensa y la televisi¨®n tradicional est¨¢ moribunda. El horizonte de los 500 canales por cable es una alternativa a la idea de ser todos uniformados u homologados por los mensajes. La cibern¨¦tica procura la personalizaci¨®n de los productos en la informaci¨®n y atiende a los gustos diversos y cambiantes de los peque?os grupos. Dentro de las grandes redes, los individuos se re¨²nen en comunidades cruzando nacionalidades y continentes, combinando intereses de religi¨®n, etnias, obsesiones, enfermedades cr¨®nicas, el amor por la pornograf¨ªa o por las plantas. La educaci¨®n normalizada se transforma gradualmente en una secuencia de elecciones que constituir¨¢n modelos cada vez m¨¢s variados. En, Estados Unidos se discute ya la pervivencia de una formaci¨®n homogeneizada y p¨²blica ante las prestaciones que los estudiantes est¨¢n recibiendo en su interacci¨®n con la pantalla. Cada vez hace menos falta salir de casa para trabajar, para educarse, para divertirse. La familia recobra su centro de este imprevisible modo. En las ¨²ltimas exposiciones del hogar se exhiben dise?os de recintos destinados a oficina y teatro dom¨¦sticos. De una parte vuelve el bur¨® o algo semejante, donde se distribuyen los nichos para colocar el ordenador y sus elementos auxiliares. De otra parte, gana importancia la sala del televisor y la estereofon¨ªa para las horas de recreo. Habitaci¨®n recreacional, se llama. No, hace falta salir de casa para comprar alimentos o Vestidos, reservar plazas de hoteles, efectuar operaciones bancarias, recibir instrucciones sobre la dieta y la gimnasia. Incluso no es preciso desplazarse muy lejos para ser intervenido por el mejor doctor, puesto que ya las operaciones se realizan a trav¨¦s de la pantalla de continente a continente. La capacidad de traslado iguala a la velocidad de la luz mientras el cuerpo se acomoda en un asiento. Incluso ir a votar deja de ser una necesidad. La Pol¨ªtica y los pol¨ªticos tienden a ser una especie en desuso. En la comunidad de Santa M¨®nica, en Los ?ngeles, las decisiones sobre el municipio se articulan a trav¨¦s de la comunicaci¨®n electr¨®nica de los vecinos. La sociedad, seg¨²n esta deriva, se ir¨ªa gobernando a trav¨¦s de una sucesi¨®n de consensos establecidos a trav¨¦s de los millones de ciudadanos conectados a la red.
Todo est¨¢ en la red, incluso lo que no se desear¨ªa. La distinci¨®n entre lo p¨²blico y lo privado del siglo XIX se desvanece. La sociedad de masas permit¨ªa el anonimato, pero en adelante la tecnolog¨ªa, allana la privacidad. Nuestras inclinaciones pol¨ªticas, las historias m¨¦dicas, las finanzas, pueden encontrarse a disposici¨®n de muchos. o casi de cualquiera. La aldea, global es esta desnudez de la intimidad. La sociedad impalpable se traduce en este particularismo t¨¢ctil. A cambio, parece posible que la violencia masiva decrezca, los Gobiernos centrales pierdan sentido y tambi¨¦n su tentaci¨®n de represi¨®n y guerras. La violencia, incurable, anidar¨¢ en clanes, en comunidades fan¨¢ticas, en asesinatos y atentados precisos. Lo menudo y diferenciado, malo o bueno, comienza a ser la regla. Y esto tambi¨¦n ser¨¢ norma para la creaci¨®n art¨ªstica. La tecnolog¨ªa inform¨¢tica inspira otras formas de pintura, de dise?o, de escritura, y en sus tentativas se resucitan los fenecidos ensayos de vanguardia. No se tratar¨¢ tanto de aprovechar los nuevos recursos para ayudarse en lo que ya se hac¨ªa, sino para producir nuevos modelos. Un segundo Renacimiento se vislumbra en la mirada de los m¨¢s optimistas. Como tambi¨¦n entre ellos los temores sobre el entorno se ir¨¢n desvaneciendo. Desde la vigilancia electr¨®nica del ambiente hasta la oportunidad, para explotar con m¨¢xima precisi¨®n los recursos naturales y humanos contribuir¨ªan, dicen, a mejorar la biosfera.
De todo este barullo se habla obsesivamente en Estados Unidos. Mucho menos en Europa. Los norteamericanos, inequ¨ªvocamente dotados para el negocio, han descubierto un fil¨®n de d¨®lares en esta superrevoluci¨®n. Las compa?¨ªas norteamericanas y japonesas controlan ya actualmente las dos terceras partes del mercado europeo de ordenadores. Los cuatro gigantes de Europa (la brit¨¢nica ICL, la alemana Siemens, la francesa Bull o la italiana Olivetti) copiaron el pesado y agonizante paradigma de IBM. De esa manera, los aparatos europeos cuestan entre un 30% a un 50% m¨¢s que los norteamericanos y se fabrican con unos 150 componentes, cuando en Estados Unidos y Jap¨®n se montan con cuatro.
En 1993, la p¨¦rdida de las principales marcas europeas ascendieron a 780 millones de d¨®lares, y la ¨²nica firma que se defiende es ICL, donde Fujitsu posee un 80% de la propiedad. ?Se ha vuelto a dormir Europa? Efectivamente en Europa se acuerda la liberalizaci¨®n de las telecomunicaciones y est¨¢ presente la mitolog¨ªa inform¨¢tica, pero falla en la UE el impulso decidido para establecer vastas redes que transportan textos, voces, im¨¢genes, Hace poco, a un pol¨ªtico alem¨¢n se le pregunt¨® por los proyectos de su pa¨ªs respecto al Infobahn o autopistas de la informaci¨®n, y contest¨® que sent¨ªa gran preocupaci¨®n por los problemas de tr¨¢fico, siendo como hab¨ªan sido las, autopistas alemanas un orgullo nacional y un ejemplo para todo el mundo. Cre¨ªa que le hablaban de coches. El pol¨ªtico era Helmut Kohl.
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