El futuro est¨¢ aqu¨ª
Rominger asombra al mundo ciclista y eleva el r¨¦cord de la hora a 55,291 kil¨®metros
Fue una explosi¨®n de velocidad. Fue el momento m¨¢s intenso del deporte en los ¨²ltimos a?os. Fue como pasar de 9 metros en salto de longitud, fue Bubka pasando los 6 metros con su pertiga. Fue....fueron s¨®lo 250 metros, la tercera vuelta de Tony . Rominger sobre tres tubos de acero en el vel¨®dromo de Burdeos. Fue un cuarto de kil¨®metro infernal.Fue una velocidad de 571,900 kil¨®metros a la hora, una fuerza descomunal que lanzaba al ciclista, al conjunto hombre-m¨¢quina, contra el peralte. Y fue en ese momento, cuando a¨²n no se hab¨ªa cumplido ni el primer minuto que Rominger deb¨ªa hacerse en solitario, en la noria, cuando todo el mundo supo que lo extra ordinario estaba aconteciendo, que 59 minutos despu¨¦s habr¨ªa que frotarse los ojos para creerse lo que hab¨ªa pasado. Y eso: una hora despu¨¦s de las 14.33.51 del s¨¢bado 5 de noviembre, sobre la pista s¨®lo quedaban un hombre cansado y un tabl¨®n que dec¨ªa: 55,291 metros. La actuaci¨®n del suizo ayer en Burdeos es un anticipo de otro siglo: en s¨®lo 65 d¨ªas, desde el 2 de septiembre, cuando Indur¨¢in dej¨® la cotiza ci¨®n de la hora en 53,040 metros, el valor del r¨¦cord ha aumentado en 2,251 kil¨®metros.
El hombre y la m¨¢quina
Dicen los que le conocen que Rominger es de carne y hueso, un cuerpo de m¨²sculos con un coraz¨®n que late y una cabeza que conoce el dolor y el cansancio. Dicen los que le conocen, como su masajista, Marcelino Torrontegui, que Rominger no es una m¨¢quina, un precioso mecanismo de relojer¨ªa, que el suizo, de 33 a?os, tambi¨¦n sufre dolores -ayer, en el maleolotibial de su pierna derecha, cuesti¨®n de cambio de longitud de las bielas, explicaba el propio Rominger-, y que es capaz de gastar bromas y de mentir, y que tiene sentido del humor, cosa de la que no pueden presumir los mecanismos. "Y tampoco soy un marciano", dijo Rominger, que el d¨ªa anterior hab¨ªa dicho que 55 era una marca de extraterrestres. "Simplemente he tenido la fuerza y la suerte". Habr¨¢ que creer a los que le conocen: no es una m¨¢quina, Rominger es la persona que, m¨¢s se le acerca. ?C¨®mo explicar, si no su cadencia de metr¨®nomo? El r¨¦cord pod¨ªa haberse medido sin reloj, y no es una exageraci¨®n. S¨®lo habr¨ªa hecho falta contar las pedaladas, cada una de las cuales le hac¨ªa:avanzar 9,02 metros, para medir el tiempo: ha dado 102 vueltas a la manivela, ha pasado un minuto. Y las cuentas habr¨ªan salido. Fue una regularidad que asustaba: en cada una de las 221 vueltas completas al anillo de 250 metros Rominger invirti¨® un m¨ªnimo de 16 segundos y un m¨¢ximo de 16,4. Fue una operaci¨®n limpia, matem¨¢tica y f¨ªsica: tengo una bolsa de tantas reservas,puedo gastar tantas por vuelta, ni un gramo m¨¢s ni un gramo menos. "Es algo que no se puede ense?ar", dice Michele Ferrari, el cerebro de la operaci¨®n.Rominger llevaba un puls¨® metro, una cinta alrededor de su pecho con un sensor y una especie de cron¨®metro en el manillar de titanio de su bicicleta, pero s¨®lo era para apuntar despu¨¦s los latidos de su coraz¨®n. El los sab¨ªa sin mirar al reloj. "Yo s¨®lo me f¨ªo de mis sensaciones", dijo despu¨¦s Rominger. "Y s¨¦ que en ning¨²n momento mi coraz¨®n pas¨® de 180 pulsaciones por minuto". Y tan bien las contabiliz¨® que, a las. 15.33.51, lo primero que dijo el nuevo rey de la hora fue: "Estoy muerto" ni le sobraban ni le faltaban fuerzas. Y alguno, como Eddy Merckx, el hombre que cuando en 1972 dej¨® el r¨¦cord en 49,431 kil¨®metros dijo que por nada del mundo volv¨ªa a someterse a esa hora de sufrimiento, no se lo pod¨ªa creer. "Es extraordinario, acabo, de verlo y no me lo creo" dijo.
Desperdicios
Y, sin embargo, tambi¨¦n hubo desperdicios. En cada una de las 442 curvas que tuvo que tomar casi sin t¨¦rmino intermedio: a tal velocidad las rectas del vel¨®dromo, poco m¨¢s de 70 metros, pasaban como una exhalaci¨®n convirtiendo todo en un c¨ªrculo, el suizo se ve¨ªa en el ojo de un hurac¨¢n: la fuerza centr¨ªfuga tir¨¢ndole para afuera, hacia el peralte, lejos de la l¨ªnea negra que marca la cuerda ideal; otras fuerzas empujando a la bicicleta hacia adentro, frenando su penetraci¨®n, y ¨¦l, un fuerte conjunto de huesos, articulaciones y acero, en medio, sometido a los embates. Y como un barco en una tormenta, Rominger perd¨ªa el rumbo. Pero ese hombre tiene algo m¨¢s. Cuando ve¨ªa que su pupilo se apartaba de la mejor trayectoria, Ferrari -un hombre met¨®dico en una mesa de formica en la que, ordenados como si los ¨²tiles de un oficinista puntilloso se tratara, se alineaban un folio, un bol¨ªgrafo, una calculadora y un cron¨®metro- se levantaba con paso tranquilo, avanzaba unos metros al borde la pista, se acuclillaba y cuand o la bala de Rominger pasaba se acercaba una mano a la cabeza. Concentraci¨®n, ped¨ªa. "Todo es un problema de concentraci¨®n mental", explic¨® luego el m¨¦dico italiano. Y Rominger, entendido en ese lenguaje gestual, asent¨ªa para que su interior..?C¨®mo es posible concentrarse en medio del dolor y el agotamiento? "Yo, cuando Ferrari me ped¨ªa concentraci¨®n, aceleraba, as¨ª me concentraba" dijo luego Rominger, como quien no quiere la cosa. Y vuelta a la regularidad, a marcar varias vueltas seguidas el mismo tiempo, d¨¦cimas incluidas. "Fue el triunfo de la regularidad", explic¨® Laurent Fignon, otro de los excampeones que se pas¨®, por el vel¨®dromo de Burdeos. Todos los expertos se declararon sorprendidos, todos menos el cerebro, menos Ferrari. "Yo sab¨ªa que pod¨ªa acercarse a 55 kil¨®metros por hora", explic¨® luego. "Pero una cosa es lo que yo veo en los entrenamientos y otra lo que pueda hacer en realidad". Y el m¨¦dico italiano no citaba lo que hab¨ªa hecho despu¨¦s de comer. No dijo que hab¨ªa cogido un trozo de papel y escrito en ¨¦l una cifra: 55,200. Y que hab¨ªa pasado ese papel subrepticiamente a Brigitte, la esposa de Rominger.
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