La leyenda del Santo Bebedor
La mutaci¨®n de un simp¨¢tico bebedor en un alcoh¨®lico pat¨¦tico puede durar m¨¢s o menos a?os, pero casi siempre se acaba produciendo. Hay excepciones, por supuesto, y Shane MacGowan es una de ellas. Eso se desprende de la escucha de su primer disco en solitario, The snake, en el que este borracho contumaz demuestra que hay quien puede convivir con el exceso e, incluso, nutrirse de ¨¦l a la hora de crear.Desde mucho antes de que abandonara su cargo de cantante y compositor del grupo The Pogues (amablemente invitado por sus compa?eros, que estaban hartos de ir recogiendo sus restos por los m¨¢s variados lugares) se hab¨ªa creado una leyenda seg¨²n la cual el se?or MacGowan no iba a tardar mucho en a?adir su nombre a la larga lista de gloriosos muertos de la historia del rock and roll. Para cimentar esa leyenda, la prensa especializada se hac¨ªa eco de sus m¨¢s rutilantes meteduras de pata (una noche lo atropellaba un taxi a la salida del pub, un d¨ªa se colapsaba en el aeropuerto de Los Angeles y dejaba al grupo sin poder telonear al gran Bob Dylan, otro d¨ªa se daba un le?azo de ¨®rdago en el escenario ... ) y publicaba fotos suyas que constitu¨ªan todo un alegato contra el alcoholismo: bastaba ver a ese tipejo de dientes podridos, orejas de soplillo, y expresi¨®n alelada para quitarle al consumo inmoderado de alcohol el encanto que algunos ingenuos con pujos de artista maldito suelen encontrarle.
Pero ese tipejo era tambi¨¦n un artista singular para quienes hab¨ªan disfrutado de sus discos, de esos amasijos de folclor irland¨¦s y rabia londinense de la era punk, de las antolg¨ªas musicales que demostraban c¨®mo pod¨ªan mezclarse las influencias m¨¢s diversas (de Sinatra a los Sex Pistols pasando por los Chieftains) y conseguir un producto original.
Se nos morir¨¢ el d¨ªa menos pensado, nos dec¨ªamos los admiradores de Shane MacGowan. O nos lo limpiar¨¢n en alguna cl¨ªnica de la que saldr¨¢ convertido en un vegetal sin talento apuntado a alg¨²n culto pseudo religioso, nos tem¨ªamos. La vida, a fin de cuentas, es de un moralismo que da asco y siempre acaba pasando su factura. Por eso alegra comprobar, tras atentas escuchas de The snake, que Shane MacGowan a¨²n es capaz de hacer compatibles sus cogorzas con su capacidad de componer buenas canciones. Seg¨²n se comprueba por las fotos del ¨²ltimo n¨²mero de The Face, sigue teniendo un aspecto lamentable y quedar¨ªa muy propio envuelto en cartones en cualquier esquina pero, ?caramba!, el disco de su retorno est¨¢ francamente bien y no tiene, nada que envidiar a los mejores ¨¢lbumes de The Pogues.
Adem¨¢s de estar en buena forma creativa, el se?or MacGowan ha profundizado en la religi¨®n y en el amor. A su manera, claro est¨¢. Por lo que respecta a la religi¨®n, parece que ha descubierto el tao¨ªsmo y que est¨¢ muy impresionado con las andanzas de una secta llamada La Escuela Borracha del Zen, cuyos integrantes, cuando ya van muy cocidos, se tiran por encima botes de pintura y se lanzan contra el lienzo utilizando como brocha Su propio y rasurado cabez¨®n. Hablando del amor, Shane lo ha encontrado en una tal Victoria (hay una canci¨®n dedicada a ella en The snake), con la que, seg¨²n cuenta, mantiene una relaci¨®n basada en el cari?o mutuo, la ingesti¨®n de cerveza y el intercambio de pu?etazos a partir de ciertas horas de la madrugada.
Evidentemente, una novia violenta, una secta de mamarrachos dedicados a la pintura beoda y litros de alcohol para ir tirando no son elementos que puedan contribuir a la felicidad de nadie. Es m¨¢s, pueden ser genuinas tachuelas en el ata¨²d de cualquiera... Pero Shane MacGowan no es cualquiera. Shane MacGowan, se?ores, es un tipo que se acepta a s¨ª mismo y que no va por ah¨ª poniendo cara de chico sensible necesitado de cari?o. Si revienta un d¨ªa de estos no le dar¨¢ ni tiempo a dejar una de esas notas a lo Kurt Cobain que tan bien van para que te hagan homenajes y para que alg¨²n adolescente con granos se vuele la cabeza porque no concibe la vida sin su ¨ªdolo.
MacGowan no es el ¨ªdolo de nadie (?c¨®mo lo va a ser si es m¨¢s feo que picio y su vida da grima?). Pero algunos hemos encontrado sana diversi¨®n en sus himnos tabernarios y melanc¨®lico consuelo en sus baladas cantadas con voz de cazalla. Tristeza, alegr¨ªa, humor y melancol¨ªa. En eso consiste The snake. Y tambi¨¦n la vida, ?no es cierto?
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