Las etapas de un porvenir emocionante
El primer derechista que se ufane por los resultados deber¨ªa ser echado a patadas. ?ste es un momento para que los que se las dan de clarividentes y lumbreras reverencien la sabidur¨ªa popular. Los japoneses utilizan la palabra tsunami para definir "una gran ola provocada por un movimiento s¨ªsmico submarino". ?Cu¨¢l ha sido el movimiento que ha originado la ola conservadora de 1994?No fue la c¨®lera contra los que est¨¢n en el poder; ni el af¨¢n de cambio por el cambio; ni las campa?as negativas utilizadas por ambas partes; ni la decepci¨®n por el car¨¢cter o la personalidad de Bill Clinton. El temblor fue provocado por la creciente sensaci¨®n que siente la mayor¨ªa de que el Gobierno se est¨¢ volviendo demasiado grande, intrusista, dominante y remoto, y por el despilfarro del dinero de los impuestos a todos los niveles. La comprensible reacci¨®n de la mayor¨ªa de los votantes consisti¨® en arrojar de sus cargos a todos los amantes del statu quo que no lo consideran de ese modo.
Lo que sol¨ªa ser "el partido del pueblo" pasa ser considerado el partido del Gobierno y, tal como admiti¨® un pesaroso presidente el d¨ªa despu¨¦s del desastre electoral, ese "no es un buen lugar para estar".
Algunas lecciones espec¨ªficas.
1.- El plan de Clinton para una sanidad obligatoria y centralizada se convirti¨® en la personificaci¨®n de ese planteamiento de gran Gobierno, lo que hizo que fuera una piedra colgada del cuello de su partido. Al afirmar lo contrario, es decir, que ha reducido el Gobierno, el presidente demuestra que todav¨ªa no ha entendido el motivo de la debilidad de su partido y el origen del descontento p¨²blico.
2.- El dinero no lo es todo. Oliver North gast¨® much¨ªsimo m¨¢s dinero que su rival en el Este; y perdi¨®; lo m¨¢s probable es que lo mismo ocurriera con Michael Huffington en el Oeste. En Florida, los grupos de presi¨®n arriesgaron 17 millones de d¨®lares a una apuesta, y ,perdieron. Esto da esperanzas.
3.- Pero el dinero se est¨¢ convirtiendo en una fuerza demasiado potente en nuestra pol¨ªtica. Aunque limitar el gasto ser¨ªa limitar el derecho a luchar, el voraz medio televisivo est¨¢ provocando ruinas inmerecidas; deber¨ªa exigirse a las cadenas que concedieran tiempo gratuito a los candidatos como condici¨®n para renovar sus lucrativas licencias.
4.- La duraci¨®n limitada del mandato es una idea que no se puede frenar. Las propuestas para imponer un l¨ªmite a la duraci¨®n de las carreras pol¨ªticas gan¨® por dos a uno en todos los lugares en los que se someti¨® a votaci¨®n. La ¨²nica manera de institucionalizar el movimiento de altos cargos y evitar el atrincheramiento es aprobar una enmienda constitucional que limite el mandato, en lugar de que los candidatos ricos inviertan m¨¢s dinero en las campa?as.
5.- Tip O'Neil estaba equivocado; no toda la pol¨ªtica es local. La decisi¨®n republicana de nacionalizar las elecciones locales con una plataforma espec¨ªfica fue un golpe maestro; la estrategia dem¨®crata de convertirla en campo de batalla, dando publicidad hasta a los m¨ªnimos detalles de las diferencias ideol¨®gicas derecha-izquierda de los partidos, fue un error garrafal.
6.- Perot se ha convertido en otro busto parlante. Sus dos incursiones mas importantes las realiz¨® en su Tejas natal para frenar al republicano George W. Bush, y en Nueva York para ayudar a un millonario derrochador a frenar al republicano George Pataki; la intercesi¨®n de Perot fracas¨® en ambos Estados. Esto disminuye la amenaza de que su partido, como tercera fuerza, divida el voto anti-Clinton en 1996.
7.- No hay ninguna hipocres¨ªa en que un miembro de un partido cambie de chaqueta. Preso de la repentina madurez que se menciona en la Primera ep¨ªstola a los corintios, 13:11, el republicano Newt Gingrich habl¨® conmovedoramente la noche de las elecciones de ser el portavoz "de toda la C¨¢mara de Representantes", del mismo modo que un presidente nuevo sue?a con ser el "presidente de todo el pueblo". Al igual que el castigado Bill Clinton, el futuro presidente de la C¨¢mara es ahora un luchador ansioso de convertirse en estadista.
?Ad¨®nde vamos tras estas elecciones?
Primero vendr¨¢ la luna de miel: la extra?a pareja formada por un presidente dem¨®crata y un Congreso republicano garantiza la cooperaci¨®n hasta el pr¨®ximo enero, y Clinton reorganiza notoriamente su Gabinete. Luego vendr¨¢n los 100 d¨ªas bipartidistas, durante los que se mover¨¢n limitaciones de mandatos, de presupuestos equilibrados y una ristra de vetos, y el presidente se centrar¨¢ en la pol¨ªtica exterior. Despu¨¦s llegar¨¢ la pelea, cuando los comit¨¦s investiguen el caso Whitewater y los partidarios de Clinton se vayan irritando.
En el verano se producir¨¢ el momento de la verdad, cuando la nueva mayor¨ªa se divida por los impuestos, el presupuesto y la pol¨ªtica de inmigraci¨®n, y la nueva minor¨ªa se resista al repentino centrismo del presidente. Para el pr¨®ximo oto?o, los dos partidos estar¨¢n enzarzados en una batalla real sobre la rapidez en la reducci¨®n del Gobierno, prepar¨¢ndose para la campa?a de 1996. El tsunami lo cambia todo. Emocionante porvenir; d¨ªas estupendos.
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