El peligro de dormirse
Vistos retrospectivamente, resultan m¨¢s evidentes los factores que contribuyeron al desastre electoral del pasado 8 de noviembre, que acabaron con 40 a?os de dominaci¨®n dem¨®crata en el Congreso estadounidense. Pero con anterioridad ni los dem¨®cratas ni los republicanos comprendieron realmente que ¨¦stas ser¨ªan las elecciones que har¨ªan ¨¦poca; que ¨¦ste ser¨ªa el preciso momento en el que la actitud de Gobierno del New Deal, que Roosevelt ayud¨® a implantar, se derrumbar¨ªa finalmente como el muro de Berl¨ªn.Lyndon B. Johnson, sucesor de Kennedy, fue el ¨²ltimo presidente dem¨®crata que fue un pol¨ªtico profesional inteligente. Bill Clinton, como Jimmy Carter, hab¨ªa sido simplemente gobernador de un peque?o Estado del sur; se abri¨® camino hasta conseguir la candidatura de su partido en un a?o en el que no se presentaron candidatos dem¨®cratas con m¨¢s enjundia porque estaban convencidos de que George Bush ganar¨ªa. Ni Carter ni Clinton ten¨ªan experiencia en dirigir el complicado baile pol¨ªtico de Washington; nunca fueron senadores. Esto quiere decir que no ten¨ªan pericia, ninguna t¨¦cnica para conseguir que sus proyectos de reforma fueran aprobados en la C¨¢mara de Replesentantes y en el Senado. En la ¨¦poca de su elecci¨®n, Clinton gozaba de un enorme apoyo popular; perdi¨® el juego en los tres primeros meses de su mandato, al introducir a Hillary -los norteamericanos reaccionaron como si les hubieran puesto a Evita Per¨®n- y sin saber c¨®mo conseguir la aprobaci¨®n de su proyecto de reforma de la sanidad, que se supon¨ªa iba a ser la versi¨®n de la Administraci¨®n de Clinton del New Deal.
Si se declara la guerra al poderoso lobby m¨¦dico, a las compa?¨ªas farmac¨¦uticas y de seguros y al voto conservador, hay que admitir que se est¨¢ llevando a cabo una especie de revoluci¨®n; hay que actuar con fuerza y velocidad. Clinton y los dem¨®cratas, divididos internamente fueron a tientas, se durmieron y permitieron que se les desviara el rumbo en el tema Hillary, e infravaloraron la habilidad de los republicanos, respaldados por la clase m¨¦dica, para frustrar el proyecto sanitario de Clinton, gast¨¢ndose grandes sumas de dinero en publicidad negativa. Si se deber¨ªa prohibir la publicidad negativa -que equivale al asesinato pagado en televisi¨®n- en futuras campa?as, del mismo modo que se prohibi¨® el gas venenoso tras la 1 Guerra Mundial, es algo que se est¨¢ discutiendo acaloradamente en la actualidad -es una podrida caja de Pandora- Pero en estas elecciones fue devastadoramente eficaz.
Una vez dicho esto, creo que hay razones mucho m¨¢s profundas para que los dem¨®cratas perdieran, razones que puede que ni siquiera seamos capaces de imaginar. Existe un gran cansancio; parte de ese cansancio y de ese descontento, tanto con el Gobierno como con unos problemas que parecen no terminar nunca, es un fen¨®meno mundial. Las ideas izquierdistas y liberales de "ayudar a las masas" parecen ahora curiosamente en quiebra; las estancadas poblaciones conflictivas, que han sobrevivido a las, ideolog¨ªas que en tiempos las englobaron, parecen ahora m¨¢s amplias, m¨¢s amenazadoras. Los estadounidenses creen en la actualidad que no hay la prosperidad suficiente para desenvolverse; que ingobernables segmentos de una. poblaci¨®n inmigrante indefinida est¨¢n hundiendo al pa¨ªs econ¨®mica y moralmente.
Los republicanos han jugado con estos temores. Y gran parte de la circunscripci¨®n tradicional dem¨®crata ya no se molesta en votar; los pol¨ªticos negros no pudieron conseguir que la poblaci¨®n negra votara en gran n¨²mero, lo que hubiera supuesto la victoria para los dem¨®cratas. Los inmigrantes ilegales, que integran otro grupo presumiblemente dem¨®crata, no tienen voto. Muchos estadounidenses creen que se dedica a ¨¦stos una parte excesiva del presupuesto de gastos sociales, y que han creado una situaci¨®n en la que ya no se puede considerar el ingl¨¦s el verdadero idioma del pa¨ªs. Las actitudes racistas poco disimuladas, que en ¨¦pocas anteriores se hubieran mantenido ocultas, se consideran chic. M¨¢s escandalosa es la reciente obra publicada por los profesores Murray y Herrnstein (Herrnstein fue un eminente profesor en Harvard), The bell curve; su tesis racista, redactada con insinseras palabras cient¨ªficas, demuestra que los negros tienen gen¨¦ticamente un cociente de inteligencia inferior al de los blancos. Se ha convertido en el libro de cabecera de aquellos republicanos que intentan acabar con los programas sociales.
Finalmente hay que decir que los dem¨®cratas se hab¨ªan vuelto perezosos. El invierno pasado me encontr¨¦ asistiendo con cada vez m¨¢s frecuencia a reuniones de estudio en el Harvard Club, reuniones organizadas por instituciones conservadoras tales como el Manhattan Institute de Nueva York. Puedo no haber estado de acuerdo con muchas de las conclusiones alcanzadas, pero todas las mentes pensantes de Nueva York estaban all¨ª. Mientras tanto, los dem¨®cratas dorm¨ªan. Es peligroso dormirse cuando se tienen enemigos que se consideran marginados, especialmente cuando da la casualidad de que esos enemigos son ricos, poderosos y ansiosos de poseer lo que t¨² das por sentado.
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