El viernes negro
Atrincherado en el hotel. Palestina, de Gaza, rodeado de guardaespaldas nerviosos, Yasir Arafat, l¨ªder de la Organizaci¨®n para la Liberaci¨®n de Palestina (OLP), no estaba con ¨¢nimos para atender llamadas, mucho menos si ¨¦stas eran para preguntar si, a su juicio, hab¨ªa que considerar los cruentos acontecimientos de ayer como el pr¨®logo de una guerra civil entre los palestinos. "El presidente est¨¢ sumamente ocupado", recitaban sus secretarios y, sin m¨¢s tr¨¢mite, colgaban abruptamente el tel¨¦fono. Cualquiera en su situaci¨®n habr¨ªa hecho posiblemente lo mismo. El fracaso en su clara, sangrienta y espantosa dimensi¨®n, tocaba ayer a las puertas de la pat¨¦tica fortaleza del l¨ªder palestino en las costas de Gaza.
La jornada de ayer fue, sin duda alguna, la m¨¢s dura desde que la OLP acord¨® con Israel una transici¨®n suave hacia la autonom¨ªa en Gaza y Jeric¨® c¨®mo paso inicial hacia -un arreglo pac¨ªfico gloal.
Pero los enfrentamientos entre militantes del movimiento integrista Ham¨¢s y las fuerzas policiales de Arafat no hicieron sino confirmar los temores de. los que pronosticaron la inevitabilidad del conflicto interpalestino a partir del 13 de septiembre de 1993, en el que la OLP y el Gobierno de Isaac Rabin se dieron la mano en los jardines de la, Casa Blanca.
Ham¨¢s y sus aliados de la Yiad Isl¨¢mica, la coalici¨® de nacionalistas palestinos aglutinados bajo el amplio estandarte del islam comparaban ayer a Arafat y a sus hombres con los hombres y m¨¦todos del denostado Ej¨¦rcito israel¨ª.
La ¨²nica -y tr¨¢gica- diferencia resid¨ªa en el hecho de que la misma polic¨ªa palestina que intent¨® en vano contener la ola de descontento popular frente a las pol¨ªticas autocr¨¢ticas de Arafat, sencillamente, no tiene a su disposici¨®n balas de pl¨¢stico o goma. Los polic¨ªas palestinos que abrieron fuego contra la multitud ayer en Gaza dispararon a matar. Y eso es lo que, a los ojos de los palestinos de Gaza, transform¨® autom¨¢ticamente a Arafat en un verdugo.
Arafat utiliz¨® sus credenciales como miembro de la Hermandad Musulmana en las postrimer¨ªas de los a?os cincuenta para atraer a los palestinos que hab¨ªan abandonado las ilusiones izquierdistas de Gamal Abdel Nasser y lo que ellas representaban en la d¨¦cada de oro del difunto panarabismo. En la d¨¦cada siguiente, el guerrillero por antonomasia abraz¨® el populismo nacionalista secular capitalizando los sentimientos de aquellos revolucionarios palestinos que se hab¨ªan alejado de las mezquitas. En los setenta, cuando vio que su poder se enfrentaba a la amenaza del marxismo-leninismo, opt¨®, por una estrat¨¦gica reconciliaci¨®n con el clero musulm¨¢n. Le fue mal: los jeques desconfiaron de su doble lenguaje.
Nadie esperaba los mismos m¨¦todos implacables del Ej¨¦rcito israel¨ª para contener a ola de descontento popular entro de su propia y aut¨®noma esfera de acci¨®n. Ahora, la e?te de Ham¨¢s podr¨ªa recurrir a las mismas t¨¢cticas que transformaron Gaza en un infierno para los israel¨ªes.
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