C¨¢maras
Lo m¨¢s probable es que no se instalen en las calles de Madrid esas c¨¢maras esp¨ªa mediante las que pretenden las autoridades tenemos controlados a los madrile?os, y no por nada, sino porque el abuso de confianza tiene un l¨ªmite y les puede costar la hecatombe en las pr¨®ximas elecciones. Ellos dicen que s¨®lo se controlar¨ªa a los d¨ªscolos, especie delincuentes, variedad camellos, pero es mentira. La aspiraci¨®n ¨²ltima e ¨ªntima de las autoridades es ponemos firmes a todos, metemos en un pu?o, y ese prop¨®sito de vernos trajinar en vivo y en directo s¨®lo constituye parte de la cadena de control, que empieza en las declaraciones de la renta y el IVA, sigue con los cuestionarios que exigen rellenar en las entidades bancarias para las operaciones crediticias, se encadena con la utilizaci¨®n de nuestros datos inform¨¢ticos que obran en todas partes, pasa por la siniestra ley Corcuera aquella o "patada en la puerta", ¨²nense los datos del Registro Civil, la Seguridad Social y cuantos organismos y entidades han participado alguna vez en nuestras vidas, la secuencia cinematogr¨¢fica de nuestros periplos madrile?os a mayor abundamiento, y el siguiente paso ser¨¢ meterle sensores radioel¨¦ctricos al carn¨¦ de identidad para que el centro de espionaje pueda ver en el ordenador central en qu¨¦ lugar exacto se encuentran los madrile?os a cada momento del d¨ªa.Si las autoridades quisieran verdaderamente acabar con la delincuencia y erradicar el chalaneo criminal de la droga, les bastar¨ªa con enviar guardias adonde sabe la gente que se desarrollan estas actividades. Las asociaciones de vecinos pueden indic¨¢ra la polic¨ªa, sin necesidad de c¨¢maras ni artilugios electr¨®nicos, aquellos parques y descampados, calles y plazas, esquinas, pisos y bares donde venden droga; hasta nombres y alias de los camellos pueden facilitan E incluso lo han hecho, sin que las autoridades o sus agentes se dignaran acudir all¨¢, y cuando montaban el operativo se produc¨ªa frecuentemente la extra?a circunstancia de que en ese preciso instante no suced¨ªa nada ni hab¨ªa nadie en el lugar de la denuncia. Qu¨¦ casualidad.
Uno iba cierto atardecer por la calle de las Inf¨¢ntas cuando se le acerco un sospechoso sujeto -que ser¨ªa camello, pero ten¨ªa cara de cabra- y le ofreci¨® una papelina. En la acera contraria, otro individuo proced¨ªa de similar manera con los viandantes de aquel lado. Evidentemente ten¨ªan tomada la calle y ejerc¨ªan su actividad mercantil sin rebozo ni recelo alguno. Subi¨® uno a continuaci¨®n por Alcal¨¢ y, al llegar a la Gran V¨ªa, all¨ª lo que encontr¨® fue trileros. En las calles adyacentes, en cambio, algunas personas presurosas y crispadas, con aparentes s¨ªntomas del s¨ªndrome de abstinencia, lo que hac¨ªan era demanda, y una prostituta mugrienta, costrosa y fam¨¦lica, verdadera piltrafa humana, que se apoyaba en un coche -y si no, a lo mejor se habr¨ªa desmoronado muerta-, les indic¨® el barucho donde podr¨ªan venderles el remedio a sus angustias.
Si alg¨²n polic¨ªa llega a seguir el mismo itinerario -lo que no es dificil; basta con propon¨¦rselo, y aqu¨ª tiene la idea- habr¨ªa vivido similares experiencias y hasta con resultados positivos, ya que nada le impide pedir la documentaci¨®n del delincuente y detenerlo en nombre de la ley. Ahora bien, de existir c¨¢maras, all¨ª, el polic¨ªa mir¨®n de servicio habr¨ªa visto en plena actividad mercantil al camello de cara cabra, a? corre ligionario, consorte o colega, la prostituta convertida en pavesa, el rastreo penitencial de los acongojados drogadictos, su encuentro con la criminalidad, el consecuente mercadeo. Pero tambi¨¦n a un servidor, adem¨¢s, todos los d¨ªas, a parecida hora, pues esa ruta hubo de seguir para acudir al trabajo durante varios meses de su asendereada vida.
Y un servidor estar¨ªa entonces bajo sospecha. Nada punible, desde luego; mas esas apariciones diar¨ªas en pantalla constituir¨ªan un dato nada desde?a-ble para el Control policial -por si acaso-, enrique cedor de los que ya figuraran en el sistema informatizado y que ser¨ªan del siguiente ten¨®r: "Santanderino, recido, moroso en el 78 y el 84, pidi¨® un cr¨¦di- to, periodista, enemigo declarado de la informatiza ci¨®n de los datos personales de la patada. en la puerta y de la instalaci¨®n de c¨¢maras en las calles de Madrid, frecuenta las calles donde se vende droga, mira mucho a las chicas. Cuidado con ¨¦ste."
A la totalidad de los madrile?os nos, podr¨ªa ocurrir lo mismo si instalaran c¨¢maras ocultas en las calles. Y todo ello sin saberlo; ajenos. a la vigilancia de que somos objeto y al peligro que corremos si un mal d¨ªa tonto metemos la pata; inoce?tes e inadvertidos. O sea, como si fu¨¦ramos lilas.
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