Pol¨ªticamente correcto
Pudo ocurrir que en alg¨²n momento, o en varios, de 1504, coincidieran en una taberna personajes como Hern¨¢n Cort¨¦s, Pizarro, N¨²?ez de Balboa, Alonso de Ojeda, Juan Ponce de Le¨®n: y hasta el mism¨ªsimo Col¨®n, sombra cansada y mal premiada, huidizo, fastidiado. Es muy veros¨ªmil: el novelista de la conquista de Am¨¦rica V¨¢zquez Figueroa lo ha descubierto, y los espectadores concedemos siempre el derecho a lo veros¨ªmil, al menos en el primer cuarto de hora de la funci¨®n.Luego funciona la l¨®gica derivada. Y puede producirse el malestar de ligar nombres que tenemos metidos en, la cabeza desde la infancia. Los que hemos pasado por varias educaciones -porque la historia nos ha ense?ado a cada cambio que el pasado ha sido totalmente distinto- lo pasamos mal, sobre todo cuando tenemos que plegarnos a lo "pol¨ªticamente correcto" de la actual Espa?a integrista: la instituci¨®n del V Centenario del Tratado de Tordesillas, la Junta de Castilla y Le¨®n, el alcalde de Madrid presidiendo el acto del estreno y la tesis de que Espa?a llev¨® la cristiandad como regalo divino a aquellos propios seres, y quiso hacerlos libres.
La taberna de los cuatro vientos
Autor: Alberto V¨¢zquez Figueroa. M¨²sica original: Gregorio Garc¨ªa Segura. Int¨¦rpretes: Emma Penella, Juan Rib¨®, Blanca Marsillach, F¨¦lix Navarro, Joaqu¨ªn Molina, Nicol¨¢s Romero, Felipe Jim¨¦nez, Encarna G¨®mez, ?ngel Amor¨®s, Jes¨²s Prieto, Diego Carvajal, Carlos Boffil, Adolfo Juan L¨®pez, Pilar Cervantes, Carmen Rossi, Flavia Zarzo y Juan Carlos Naya. Escenograf¨ªa: Gil Parrondo. Direcci¨®n: Gustavo P¨¦rez Puig. En colaboraci¨®n con el V Centenario del Tratado de Tordesillas. Teatro Espa?ol, 23 de noviembre de 1994.
La tesis de V¨¢zquez Figueroa es ¨¦sta, dicha al final de la obra y luego en elocuente, cristiano y humanitario discurso aplaudido en pie por los invitados: los conquistadores cuyos nombres van dichos m¨¢s arriba eran arrojados, buenos y proteg¨ªan al ind¨ªgena. Repito: Pizarro, Hern¨¢n Cortes, Nu?ez de... Bien, todos los hombres de espada. Ellos eran pobres y valientes y generosos; pero despu¨¦s llegaban los pol¨ªticos y robaban y mataban, y entregan los indios a los logreros. Desobedeciendo, eso s¨ª, las ¨®rdenes reales que llegaban de Espa?a: siendo quienes eran los reyes, no pod¨ªan ordenar m¨¢s que piedad y bondad. Es la visi¨®n de V¨¢zquez Figueroa de la leyenda negra.
Explic¨® luego, ante el p¨²blico de f¨®rmaci¨®n integrista y ante el alcalde presidente, con quien tomaron copas en el descanso, que la conquista es como la democracia: en aqu¨¦lla se cometieron errores, en ¨¦sta se est¨¢n cometiendo, pero la democracia y la conquista est¨¢n por encima de, todo. No creo yo, modestamente, que sean valores homologables. Creo m¨¢s bien en otras cosas dado mi escaso inter¨¦s por el integrismo en ning¨²n orden.
T¨®picos
Esto ser¨ªa lo de menos si no afectase a la teatralidad. Con los valores inculcados de Pizarro, Hern¨¢n Cort¨¦s, Nu?ez de... y todos los dem¨¢s, porqueros en busca de oro, de indias a las que violar sin caer en pecado -aqu¨ª mismo se explica que la mujer no tiene alma: menos la ind¨ªgena-,- supersticiones de Eldorado y de la fuente Juvencia, no corresponde nada de lo que pasa en el escenario: el reparto de hombres me ha parecido blandito; el de mujeres, lujurioso. El toque de "tres mosqueteros" es insuficiente. El truco de las predicciones de lo que parece inveros¨ªmil y sin embargo los c¨®mplices del p¨²blico sabemos que ser¨¢ verdad, es barato. Todos son t¨®picos, todo est¨¢ hecho para bienpensantes.Queda lo pol¨ªticamente correcto: la misi¨®n salvadora de Espa?a, la bondad natural del ind¨ªgena y su civilizaci¨®n, y hasta la leyenda negra que se larga a los pol¨ªticos y logreros, ?a la corrupci¨®n! (?entienden ustedes?): y esto gustar¨¢ tambi¨¦n en Am¨¦rica, donde V¨¢zquez Figueroa tiene tantos lectores; y en Espa?a tiene muchos.
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