Volver a las andadas
Santos Juli¨¢ recordaba en este mismo espacio hace unas semanas la campa?a que la derecha espa?ola protagoniz¨® Contra Aza?a en 1933: un Gobierno legal pero ileg¨ªtimo, respaldado por unas Cortes que hab¨ªan dejado de ser representativas del pa¨ªs y que el presidente del Gobierno se negaba a disolver porque pretend¨ªa mantenerse a toda costa en el poder, que, por eso mismo, mas que ejercido leg¨ªtimamente, estaba secuestrado con artima?as legalistas.Parece como si la derecha espa?ola quisiera volver a las andadas sesenta a?os m¨¢s tarde. Desde la noche del 6 de junio de 1993, en la que Javier Arenas y Alberto Ruiz Gallard¨®n iniciaron en televisi¨®n el proceso de deslegitimaci¨®n de los resultados de las elecciones celebradas ese mismo d¨ªa, el Partido Popular, acompa?ado a veces y dirigido otras por medios de comunicaci¨®n especializados, como dir¨ªa Javier Pradera, en romper cristales, no ha cesado en su empe?o de transmitir a los ciudadanos el mensaje de que el Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez carece de legitimidad para dirigir el Estado. Por no ser ya representativo de la mayor¨ªa, por estar enfeudado a intereses particulares y en especial a los nacionalismos catal¨¢n y vasco, etc¨¦tera.
Ciertamente la situaci¨®n actual y la de los a?os treinta es distinta. Ni la Espa?a de Entonces es la de hoy, ni la Iglesia, a pesar de la inoportunidad de las recientes declaraciones del Presidente de la Conferencia Episcopal, parece dispuesta a participar en la campa?a como particip¨® entonces, ni, sobre todo, la Jefatura del Estado de la Constituci¨®n de 1.978 es la misma que la Presidencia de la Rep¨²blica de la Constituci¨®n de 1931, en lo que a la investidura y retirada de la confianza al Presidente del Gobierno se refiere.
Pero el objetivo que se persigue y los medios de los que se est¨¢ haciendo uso no son muy distintos. De la misma manera que entonces se intent¨® (y se consigui¨®) alterar las reglas del juego democr¨¢tico, a fin de desembarazarse de la figura de Aza?a como Presidente del Gobierno, tambi¨¦n hoy estamos asistiendo a un intento (fallido hasta el momento) de alterar las reglas democr¨¢ticas previstas en la Constituci¨®n con la finalidad de acabar con Felipe Gonz¨¢lez como presidente del Gobierno. El principio de que las elecciones generales y ¨²nicamente las elecciones generales son las que deciden la formaci¨®n del Gobierno no puede ser puesto en cuesti¨®n, sin que todo el edificio se resienta.
Y en ese intento parece que vale todo: la mentira pura y simple, las verdades a medias, que son tal vez peores, y lo que haga falta. El funcionamiento de esa curiosa sociedad de socorros mutuos constituida por determinados medios de comunicaci¨®n, el PP e IU, en las que los primeros se encargan de destapar supuestos esc¨¢ndalos y los segundos de oficializarlos pol¨ªticamente en sede parlamentar¨ªa, por lo visto en estas ¨²ltimas semanas, es algo sobre lo que pienso que convendr¨ªa reflexionar muy seriamente.
Las reglas del juego democr¨¢tico no tienen, en ¨²ltima instancia, otra finalidad que evitar el enfrentamiento civil, sustituy¨¦ndolo por un enfrentamiento pol¨ªtico sometido a normas. Puesto que el enfrentamiento entre los individuos es inevitable, transformemos el enfrentamiento directo en un enfrentamiento pol¨ªtico. Este es el sentido de la Constituci¨®n. De ah¨ª que cuando no se aceptan las reglas del juego pol¨ªtico constitucionalmente definidas, se inicia el deslizamiento por una pendiente que puede llevar al enfrentamiento civil. Por eso, no andaba tan descaminado el presidente Pujol en sus declaraciones del domingo pasado. Se est¨¢ empezando a jugar con fuego.
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