Un joven espa?olista y liberal
Si existiera la profesi¨®n de recensionista o critico de libros de pol¨ªticos espa?oles ser¨ªa preciso exigir para ella, como reivindicaci¨®n laboral de primera necesidad, un plus de peligrosidad. Casi no hace falta justificarlo, porque a poco que un lector se haya acercado a aquello en lo que suelen consistir los libros con los que los profesionales de la pol¨ªtica en Espa?a castigan al mercado editorial, se habr¨¢ sentido amenazado por una cefalalgia instant¨¢nea. Para cualquier presidente de un partido en Espa?a, nada m¨¢s l¨®gico que obsequiar a sus afines con un compendio, de unos cuantos discursos, en donde la banalidad compite con lo postizo de las citas. No digo yo que se haya de practicar esa pedanter¨ªa tan francesa que exige a cualquier aspirante a la presidencia un barniz literario cultural, pero sea preciso exigir aIgo m¨¢s que lo habitual en Espa?a hasta el momento. Habr¨ªa que pedir a quien quisiera convertirse en autor pol¨ªtico, no tanto que fuera el ¨²nico redactor del texto que se le atribuye, no que le diera una cierta unidad, poco de originalidad, algunas citas literarias escogidas y, en suma, un m¨ªnimo de altura.Uno se acerca, por tanto, con cierto temor a Espa?a. La segunda transici¨®n, de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, y m¨¢s todav¨ªa teniendo en cuenta que su libro anterior, Libertad y solidaridad, publicado por Planeta en 1991, no superaba el bajo nivel habitual. Sin embargo, el lector encuentra la sorpresa agradable de que sus dos primeros cap¨ªtulos no est¨¢n nada mal. El lector puede, por supuesto, discrepar de ellos, pero los lee con inter¨¦s. El estilo del libro resulta muy equivalente al liderazgo de Aznar, es decir, rondando al gris plomizo, pero da la sensaci¨®n de consistencia y de autenticidad. Es imposible saber si el libro lo ha escrito ¨¦l, pero tiene unidad, incluso de estilo y, por supuesto,en el pensamiento.
Tras una brev¨ªsima alusi¨®n a la necesidad de vertebrar en el centro la alternativa, Aznar dedica el primer cap¨ªtulo de su libro a Espa?a como proyecto nacional. En mi opini¨®n acierta en el punto de partida y, adem¨¢s, en algunos de los remedios que enuncia para cerrar el llamado Estado de las autonom¨ªas. Es evidente la necesidad de transformar el papel del Senado como segunda C¨¢mara y constituye una buena idea, adem¨¢s, convertirla en el lugar de debate entre el Estado y las comunidades aut¨®nomas superando los debates bilaterales siempre proclives a la demagogia, sea victimista o unitaria. Tiene tambi¨¦n raz¨®n al defender un marco estable que, de una vez, defina la realidad pol¨ªtica espa?ola en este aspecto y m¨¢s todav¨ªa, al descartar soluciones como la federal que quieren ser, para algunos de los que la proponen, algo as¨ª como una varita m¨¢gica y en realidad nadie sabe bien en qu¨¦ consisten (porque hay muy variados federalismos). En cambio es muy discutible la tesis de Aznar de descartar sin m¨¢s la concepci¨®n de Espa?a como "naci¨®n de naciones". Espa?a es mucho m¨¢s que un Estado superpuesto sobre una realidad plurinacional, pero en nuestro pa¨ªs hay quien siente a Catalu?a como su naci¨®n y, al mismo tiempo, experimenta lo mismo respecto a Espa?a. Hasta que Aznar no asuma esta realidad, su capacidad de comprensi¨®n con los catalanistas ser¨¢ muy complicada, por no decir imposible.
El segundo cap¨ªtulo tambi¨¦n merece alabanzas, e incluso podr¨ªa haberse convertido en el eje central del libro, porque versa sobre la revitalizaci¨®n de la democracia, que es aquello en lo que habr¨ªa de consistir la segunda transici¨®n si necesaria fuera (que, en mi opini¨®n, lo es). Las propuestas de Aznar son, de nuevo, en este caso interesantes: disminuci¨®n del espacio p¨²blico en materia audiovisual, nueva financiaci¨®n de los partidos pol¨ªticos, necesidad de recuperar el equilibrio institucional y, sobre todo, defensa de una democracia basada en valores. Parecen, al mismo tiempo, bastante t¨ªmidas, como se demuestra por el hecho de que no parece tener el menor inconveniente en que siga el sistema pol¨ªtico tradicional: no hay una iniciativa para la limitaci¨®n de mandatos y se siguen postulando los partidos fuertes, cuando lo que parece necesario es limitar su poder. La idea de que la corrupci¨®n es consecuencia de la expansi¨®n del sector p¨²blico, muy habitual en los liberales, me parece francamente discutible.
En el cap¨ªtulo dedicado a los aspectos de la realidad econ¨®mica (El bienestar de los espa?oles) destacan tambi¨¦n las f¨®rmulas liberales. Algunas de ellas merecen ser tomadas muy en consideraci¨®n, como la necesidad de un programa coherente y amplio de privatizaciones, la reforma de la fiscalidad o la cr¨ªtica a la consideraci¨®n como posible de la gratuidad de los servicios sociales hasta el infinito. De todos modos, lo que falta a Aznar en esta materia, m¨¢s all¨¢ de estas sugerencias, es transmitir la sensaci¨®n de que le cuadran las cuentas. El libro entra en barrena en el cap¨ªtulo final sobre el papel de Espa?a en el mundo en donde se repiten lugares comunes y no hay ninguna sugerencia brillante. Creo que hubiera sido mejor olvidar este apartado e insistir mucho m¨¢s en otros.
La impresi¨®n del lector del libro de Aznar resulta un tanto ambivalente. Se trata de un texto que tiene, en muchas de sus p¨¢ginas, el nivel exigible. Lo anima una especie de resurgir del nacionalismo espa?ol, una confianza en el ideario liberal que a veces parece excesiva (por ejemplo, en lo que se refiere a la ecolog¨ªa), pero que est¨¢ bien orientada (por cierto, hac¨ªa Ortega y no hac¨ªa Aza?a) y una conciencia genera cional de quienes se han hecho presentes en la pol¨ªtica despu¨¦s de la Constituci¨®n, sin que acabe de descubrirse hasta qu¨¦ punto est¨¢ justificado este orgullo colectivo. Son palpables sus insuficiencias: cuestiones como la educativa s¨®lo rozan sus p¨¢ginas, la cultura aparece tan s¨®lo como justificaci¨®n del sentimiento nacional y no hay una vibraci¨®n de compasi¨®n humana ante los desfavorecidos. En conjunto, como en tantas otras ocasiones, uno se siente tentado de decir que Aznar va por buen camino, pero todav¨ªa no basta.
Para concluir, creo que lo mejor del libro es el contraste que ofrece entre este Aznar y el otro que suele aparecer en la vida pol¨ªtica diaria espa?ola. Creo que durante las ¨²ltimas pol¨¦micas, llenas de sobresaltos y de ferocidad, de las que hemos sido tristes espectadores, hubiera sido una buena ocasi¨®n para que el l¨ªder popular hubiera aparecido m¨¢s como candidato a la Presidencia del Gobierno que como correoso opositor. Por el contrario, en este libro aparece una alternativa, discutible o no, pero que se sit¨²a en el centro del espectro pol¨ªtico, a no tanta distancia de lo que han sido muchos de los planteamientos de quienes han gobernado Espa?a estos ¨²ltimos a?os. No hay en las p¨¢ginas de Aznar tremendismo, ni desmesura, aunque tampoco brillantez. Yo creo que har¨¢ bien en cultivar esa l¨ªnea en vez de aquella otra, que consiste en pretender acogotar al contrario. Porque lo que le falta todav¨ªa es tom¨¢rselo en serio como presidente de Gobierno y no como dirigente de la oposici¨®n.
Espa?a. La segunda transici¨®n. Editorial Espasa Calpe. 227 p¨¢ginas. 1.700 pesetas.
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