El hombre que pens¨® excomulgar a Franco
Los gritos de "Taranc¨®n, al pared¨®n" fueron el peor trago para el cardenal
Hijo de una familia de labradores de Burriana (Castell¨®n) profundamente religiosa, Vicente Enrique y Taranc¨®n naci¨® el 14 de mayo de 1907. Estudi¨® en el seminario de Tortosa y fue ordenado sacerdote en noviembre de 1929. Se vincul¨® al proyecto de Acci¨®n Cat¨®lica y, como ¨¦l mismo ha indicado, crey¨® en aquella cruzada religiosa que el franquismo anunciaba contra la amenaza del anticlericalismo republicano. Sin embargo, despu¨¦s de la guerra se "convirti¨®". Lo cuenta as¨ª a la periodista F¨²lvia Nicol¨¢s en el libro Converses amb un cardenal valenci¨¢ (Conversaciones con un cardenal valenciano), que la editorial T¨¢ndem tiene previsto presentar el 13 de diciembre."No se puede ser cristiano por coacci¨®n. Ni por la fuerza, ni por ley, ni por la presi¨®n del ambiente social, que es lo que pasaba en la posguerra", confiesa a la periodista. "Aqu¨¦l fue el momento en que entend¨ª que la Iglesia deb¨ªa ser abierta y que deb¨ªa hablar con todos. Cambi¨¦, empec¨¦ a convertirme en un sacerdote m¨¢s abierto, dialogante, comprensivo, respetuoso con todos..."
Tuvo pronto ocasi¨®n de comprobar que aquel descubrimiento moral ten¨ªa sus costes. En 1946, fue consagrado obispo y su destino fue Solsona. Era entonces el obispo m¨¢s joven de Espa?a y ten¨ªa un futuro prometedor, pero la publicaci¨®n en 1950 de la pastoral social El pan nuestro de cada d¨ªa, contra el estraperlo, le hizo caer en desgracia y tuvo que pasar en Solsona 18 a?os m¨¢s.
"Dijeron que era comunista, que mi carrera se hab¨ªa acabado. Pero, en mi di¨®cesis, lo que se acab¨® fue el estraperlo del pan", coment¨® con indisimulado orgullo.
En abril de 1964 fue trasladado a la archidi¨®cesis de Oviedo. Apreciado en el Vaticano por su esp¨ªritu independiente y por su postura cr¨ªtica ante el catolicismo integrista del franquismo, fue nombrado cardenal por el papa Pablo VI durante el consistorio del 28 de abril de 1969.
Su nombramiento, ese mismo a?o, como primado de Espa?a y su traslado a Toledo le salv¨® de graves confrontaciones con su clero, con el que ya hab¨ªa mantenido duras pol¨¦micas. En junio de 1971 pas¨® a presidir la Conferencia Episcopal y en marzo de 1972 fue confirmado como cardenal arzobispo de Madrid-Alcal¨¢.
Si, como ¨¦l mismo record¨®, el d¨ªa m¨¢s triste de su vida fue el del entierro de Carrero Blanco -recibi¨® los insultos de los ultras de "Taranc¨®n, al pared¨®n", y en el funeral algunos ministros le negaron el saludo; tuvo que salir por la puerta trasera de la iglesia de San Francisco el Grande paria evitar agresiones-, recibi¨® una justa compensaci¨®n el d¨ªa de la coronaci¨®n del rey Juan Carlos al que pidi¨® que fuera "rey de todos los espa?oles". Fue un momento culminante en su paciente lucha por desligar a la Iglesia del franquismo y por encontrar su lugar religioso en un sistema democr¨¢tico.
Comunicaci¨®n con todos
En ese periodo, crucial en su biograf¨ªa y en la historia reciente de Espa?a, Taranc¨®n mantuvo la comunicaci¨®n con todos los sectores, incluida la oposici¨®n antifranquista. Fue acusado de Herodes de la democracia cristiana, por su postura contraria a fomentar un partido cat¨®lico.
Tuvo en sus manos la nota de ruptura de relaciones del r¨¦gimen de Franco con el Vaticano y el escrito de excomuni¨®n de los responsables pol¨ªticos de esa, decisi¨®n descans¨® toda una tarde en sus bolsillos. Fue el gran incidente, que dio la medida de este cardenal, en un pulso que enfrent¨® al Gobierno de Arias Navarro con la Santa Sede por una homil¨ªa del obispo Antonio A?overos en la que se defend¨ªa el derecho del pueblo vasco a conservar su identidad. El r¨¦gimen lo consider¨® un grav¨ªsimo atentado contra la unidad de la patria.
A?os despu¨¦s, al ser nombrado doctor honoris causa por la Universidad Polit¨¦cnica de Valencia, recordaba: "Eran unas circunstancias en las que pr¨¢cticamente no era casi posible -y, sobre todo, no era ¨¦tico- mantener una postura de neutraliodad". A la Iglesia, "que hab¨ªa apoyado al r¨¦gimen de los vencedores", se le "presentaba la coyuntura de ayudar positivamente al pueblo en su evoluci¨®n y proclamar por todos los medios la reconciliaci¨®n de los espa?oles".
En mayo de 1982 renunci¨® como arzobispo de Madrid al cumplir 75 a?os. "`Todav¨ªa no hab¨ªa presentado la dimisi¨®n, y ya se la hab¨ªan aceptado", ha se?alado una persona que conoce los entresijos de la historia.
Desde entonces viv¨ªa retirado en Vila-real (Castell¨®n), acompa?ado por su hermana Vicenta. Taranc¨®n se lleva algunas de las claves de la pol¨ªtica espa?ola, pero deja una imborrable huella de tolerancia y humanidad.
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