Un pa¨ªs peculiar
El resultado de las elecciones generales celebradas el domingo 27 de noviembre confirma que Uruguay es un pa¨ªs bastante peculiar. En primer t¨¦rmino, porque su Constituci¨®n incluye el recurso del refer¨¦ndum, gracias al cual, en 1980 y por primera vez en la escena pol¨ªtica mundial, una dictadura militar perdi¨® un plebiscito. Por el mismo procedimiento de consulta popular, en 1987 y ya en una (recortada) democracia, estuvo a. punto de derogar una ley de amnist¨ªa a los torturadores; en 1992, cuando la ola privatizadora inundaba el mundo occicidental, el presidente Lacalle, dispuesto a complacer a los decididores internacionales, se jug¨® entero a esa carta, pero otro refer¨¦ndum derrot¨® abrumadoramente (83% contra 17%) a la tendencia privatizadora. En 1994, un confuso y mal explicado proyecto de reforma constitucional que era apoyado por todos los partidos tambi¨¦n fue tajantemente vencido en una nueva consulta popular.Ahora, en la tercera convocatoria a elecciones generales despu¨¦s de la dictadura, y en un momento en que las izquierdas del amplio espectro internacional a¨²n no han podido reponerse de los vertiginosos cambios que, a partir de la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, han tenido lugar particularmente en Europa, las fuerzas progresistas de Uruguay logran los mejores resultados de toda su historia y acaban definitivamente con un bipartidismo que desde siempre alojaba en el poder a blancos (Partido Nacional) y colorados:
En Montevideo, donde reside casi la mitad de los habitantes del pa¨ªs, el Encuentro Progresista obtuvo un 45% de los votos, contra 26% de los colorados, 20% de los blancos y 7% del llamado Nuevo Espacio (grupo progresista independiente, de reciente formaci¨®n). Nunca, en toda la historia pol¨ªtica del pa¨ªs, un partido hab¨ªa logrado ganar en la capital por una diferencia tan considerable. Un aspecto que por lo com¨²n no es conocido en el exterior es la vigencia de la actual Ley de Lemas, que permite que varios candidatos, con distintas posiciones que pueden ser no s¨®lo distantes, sino francamente contradictorias, acumulen sus votos en beneficio del m¨¢s votado. De ah¨ª que si bien Tabar¨¦ V¨¢zquez, candidato presidencial del Encuentro Progresista, obtuvo la mayor votaci¨®n, o sea, 574.383 votos en todo el pa¨ªs, y Carlos Mar¨ªa Sanguinetti s¨®lo 522.886, sea ¨¦ste, sin embargo, quien ocupe la presidencia en marzo de 1995. Ello ocurre porque al. n¨²mero de sufragios obtenidos por su propia lista se suman los logrados por otros candidatos colorados, como Jorge Batlle y Jorge Pacheco Areco. En cambio, el sector del Nuevo Espacio, a pesar de mantener una posici¨®n no demasiado distante del Encuentro Progresista, no aporta sus votos a esta coalici¨®n debido a que concurri¨® a los comicios con otro lema. En definitiva, y si nos atenemos a los ¨²ltimos datos proporcionados por el Ministerio del Interior, el Senado estar¨¢ integrado por 11 colorados, 10 blancos, 9 del Encuentro Progresista y 1 del Nuevo Espacio. En Diputados habr¨¢ 34 colorados, 31 blancos, 30 del EP y 4 del NE.
Esta democracia tripartidista preocupa sobremanera al presidente electo, Carlos Mar¨ªa Sanguinetti, que por razones obvias siempre ha mostrado sus preferencias por el bipartidismo. El domingo se atrevi¨® a prolongar hasta Gran Breta?a las coordenadas de su inconformismo: "Un sistema mayoritario como el ingl¨¦s no es neutral, tiende a que nunca haya un tercer partido, por eso de hecho nunca aparece". Una forma muy particular de interpretar los pronunciamientos populares: buscar el modo de anular a un tercer partido. Hay que se?alar que Sanguinetti, durante las ¨²ltimas semanas de la campa?a electoral, dirigi¨® todos sus ca?ones, misiles y flechitas contra la coalici¨®n de izquierdas. Lleg¨®, por ejemplo, a estos extremos: "Les decimos que todav¨ªa est¨¢n caminando sobre las ruinas arqueol¨®gicas del muro de Berl¨ªn sacudiendo sarc¨®fagos de ideolog¨ªas enterradas". Quiz¨¢ se deba a esa anacr¨®nica violencia verbal que su candidatura individual haya logrado 50.000 votos menos que la de Tabar¨¦ V¨¢zquez, y que, en el concreto espacio montevideano, su partido haya obtenido 170.000 sufragios menos que los "sarc¨®fagos" del Encuentro Progresista. Si se piensa que, con respecto a las elecciones generales de 1989, la izquierda acrecent¨® su caudal electoral en un 40% y que el presidente electo gan¨® esta vez por una diferencia de menos de un 3%, cabe concluir que la sociedad uruguaya hace ya tiempo que piensa por su cuenta y no es f¨¢cilmente arrastrada por la demagogia no siempre veraz de quienes alguna vez disfrutaron del poder.
Uno de los diarios montevideanos encabez¨® el lunes su edici¨®n especial con el t¨ªtulo Cambi¨® la historia, y parece una buena s¨ªntesis del acontecimiento. En los d¨ªas previos a las elecciones todos los candidatos han puesto sobre el tapete el tema de la gobernabilidad, y ¨¦sta, a la vista de los resultados obtenidos, se ha convertido en una palabra clave del futuro mediato. ?Qu¨¦ se puede esperar del equipo que acceder¨¢ al gobierno dentro de pocos meses? La trayectoria pasada del doctor Sanguinetti (que casi siempre se llev¨® mejor con los militares que con los sindicatos) no augura un periodo demasiado apacible. En su anterior ejercicio del poder se jact¨® repetidamente de "no haber perdido una sola huelga y esa, frase tajante y autoritaria no parece un buen p¨®rtico en tiempos como ¨¦stos, cuando la inocultable crisis genera tensiones y enfrentamientos que m¨¢s bien requieren esp¨ªritu solidario, voluntad de negociar y concesiones mutuas.
Por otra parte, su sector Pol¨ªtico ha criticado con insistencia la pol¨ªtica econ¨®mica del gobierno del presidente Lacalle y en particular la del ministro correspondiente. Sin embargo, hasta ahora no ha quedado en claro cu¨¢l ser¨ªa su propuesta sustitutiva. La pol¨ªtica econ¨®mica seguida por Sanguinetti en su anterior gobierno no permite establecer n¨ªtidas diferencias con la adoptada hasta ahora por el Partido Nacional y tampoco lleva a augurar una cierta independencia de los organismos internacionales que normalmente presionan, condicionan y distorsionan nuestra econom¨ªa. Confiemos en que ese tripartidismo que tanto alarma al presidente electo se avenga a la imprescindible gobernabilidad, y, ojal¨¢ que esa gobernabilidad no redunde en nuevas p¨¦rdidas de soberan¨ªa y en renovados sacrificios de los pobres de siempre. Esperemos que entre las nacientes peculiaridades de un pa¨ªs tan peculiar figuren la adecuada inteligencia y la suficiente sensibilidad como para que el ya cercano siglo XXI acoja a un Uruguay m¨¢s eficaz, m¨¢s justo y m¨¢s solidario.
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