Impunidad
Felipe Gonz¨¢lez, que hasta aqu¨ª parec¨ªa preso de dudas hamletianas entre su doble papel de presidente del Gobierno (obligado a ser justo: a servir y hacer cumplir la ley) y l¨ªder de su partido (obligado a ser leal: a solidarizarse con sus militantes compartiendo su mismo destino com¨²n), acaba por fin de decidirse, optando por su condici¨®n de militante en detrimento de su calidad de gobernante. As¨ª, al menos, podr¨ªa deducirse de dos hechos recientes: su firma al pie de la carta colectiva de solidaridad con Galeote y su respuesta al diputado independiente P¨¦rez Mari?o que le demandaba explicaciones.Desde que hace tres a?os estall¨® el caso Filesa, el presidente se ha mostrado ambiguo con frecuencia. En un comienzo' eligi¨® el silencio como respuesta m¨¢s prudente. Pero luego, cuando surgi¨® la principal pieza acusatoria (el famoso informe de los peritos, que se conoci¨® el 22 de marzo de 1993 tras ser elaborado por funcionarios no judiciales, sino dependientes del Ejecutivo), se vio obligado a enfrentarse a los cargos: s¨®lo tres d¨ªas despu¨¦s (el jueves 25 de marzo), durante una conferencia en la Universidad Aut¨®noma, se comprometi¨® ante el abucheo de los estudiantes a asumir todas sus responsabilidades.
Y en efecto, poco tiempo m¨¢s tarde, tras la negativa del aparato guerrista a responsabilizarse del asunto, el presidente disolvi¨® las Cortes y convoc¨® elecciones generales, a las que concurri¨® con la solemne promesa ("el cambio sobre el cambio") de que sanear¨ªa su partido y depurar¨ªa sus responsabilidades si es que las ganaba, como en efecto sucedi¨®. Desde entonces, esa promesa ha sido tantas veces refrendada como, sin embargo, aplazada sine die: as¨ª que todav¨ªa quedaban (?ingenuas?) esperanzas de que alg¨²n d¨ªa la cumpliera si lograba superar la resistencia del aparato de su partido. Pero vencida ¨¦sta, y cuando ya parec¨ªa que Gonz¨¢lez podr¨ªa cumplir por fin su promesa, ahora resulta que decide sumarse al encubrimiento partidista de Filesa.
Lo cual. es muy grave y creo que supone un aut¨¦ntico alea jacta est en la carrera pol¨ªtica de Gonz¨¢lez, pues implica tanto una falacia como un error de bulto. Parece mentira que se haya podido cometer una equivocaci¨®n as¨ª, cuando precisamente el ¨¦xito cosechado tras la primera experiencia de transparencia gubernamental, que ha supuesto el caso Palomino, permit¨ªa esperar que, de aplicarse an¨¢logamente al caso Filesa en la Comisi¨®n del Congreso, lograr¨ªa recuperar la credibilidad perdida. Pero no ha sido as¨ª, pues se ha preferido regresar al oscurantismo de encubrir al partido, con seguras consecuencias suicidas sobre la propia credibilidad y el menguado capital electoral.
Pero se trata, sin duda, de algo peor que un mero error t¨¢ctico, ya que constituye una falacia en cuesti¨®n de principios. Y no me refiero con ello al burdo intento de descalificar la ' independencia judicial (negando, por ejemplo, que haya siquiera acusaci¨®n cuando todos conocemos el hasta ahora irrefutado informe de los ptritos), sino al falaz deseo de buscar la impunidad: a cualquier coste. Ya s¨¦ que esto es una moda de ¨¦xito seguro, pues todos los actores privados se creen con derecho leg¨ªtimo a la propia impunidad (as¨ª lo hacen los huelguistas de Iberia, los taxistas de Madrid, los independentistas vascos, los tiburones financieros o los periodistas amarillos): incumplen la ley y luego se acogen al garantismo jur¨ªdico del derecho de defensa, formalmente reconocido a las partes en litigio por el derecho procesal.
Y as¨ª puede hacerlo como parte acusada el PSOE (que intentar¨¢ obtener la impunidad de Filesa por falta de pruebas o defecto de forma, como en el caso Naseiro). Pero no pueden hacerlo el Gobierno (y su jefe, mucho menos), que no es una parte privada, sino que ejerce el poder p¨²blico. No se puede ser juez y parte, sino que hay que optar. Por eso, en la medida en que Gonz¨¢lez opte por amparar la impunidad de los suyos, en esa medida estar¨¢ optando por incumplir su deber de Gobierno recto y justo.
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