Sarajevo
El otro d¨ªa vi en televisi¨®n unas im¨¢genes de Sarajevo. Ya no nos sorprende nada Sarajevo. Como mucho exclamamos "es un espanto", con el mismo tono de desaliento y de fastidio con que nos decimos "tengo que dejar de fumar un d¨ªa de ¨¦stos". 0 sea, es un pensamiento penoso que procuramos apartar de la cabeza. Dura tanto ese infierno que la costumbre de vivir lo neutraliza.Pero el otro d¨ªa vi unas im¨¢genes de Sarajevo que lograron conmoverme de nuevo: era la filmaci¨®n de un tranv¨ªa marchando por una calle, un tranv¨ªa lleno de hombres y mujeres cansados, hombres y mujeres que iban a trabajar o tal vez ven¨ªan, con sus gabardinas y sus bufandas al cuello, con los ojos llenos de la nostalgia de la cama tibia, como los ojos de los asalariados del mundo entero. Y entonces, de repente, en mitad de esa escena tan com¨²n, se oyeron unos disparos, se rompi¨® un cristal, los pasajeros intentaron acurrucarse en el tranv¨ªa y en sus miradas ya no hab¨ªa el agotado ensue?o del sue?o, sino un espanto alerta y animal. Era el horror aflorando en medio de la normalidad. Y fue ese agujero negro en lo cotidiano (todos los humanos llevamos una intuici¨®n de ese horror dentro nuestro) lo que me acerc¨® de nuevo a Sarajevo.
Los habitantes de esta ciudad torturada han hecho un manifiesto (ya lo han firmado 160.000 vecinos) pidiendo el fin del asedio y que Sarajevo no sea dividida. Conmueve comprobar que esos hombres y mujeres del tranv¨ªa que miraban como animales acosados son a¨²n capaces de creer en ¨¦l valor salvador y humanizador de la palabra en un texto, unas l¨ªneas. ?Ser¨¢ verdad que sirve para algo? Necesitan recoger m¨¢s firmas en toda Europa, antes del 10 de diciembre, para presentar el manifiesto ante la ONU. Para sumarse, llamar al (91) 458 72 74 o mandar un fax al (91) 344 0166.
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