Cerrado el and¨¦n Zero
El descontrol acaba con el emblem¨¢tico espacio tolerado para la droga en Rotterdam
Tras m¨¢s de siete a?os de andadura, ha ca¨ªdo uno de los estandartes de la lucha vanguardista contra la droga en Holanda: el and¨¦n Zero. Auspiciado por el pastor protestante Hans Visser y tolerado por el Ayuntamiento de Rotterdam, el and¨¦n Zero era un punto de reuni¨®n de drogadictos en la v¨ªa p¨²blica al pie de la estaci¨®n. El proyecto se les escap¨® de las manos y esta semana se dio por terminado.El pasado verano, un voluntario somal¨ª que repart¨ªa pan entre los adictos, fue atacado y pinchado con una jeringuilla usada. La agresi¨®n, que se sald¨® sin m¨¢s graves consecuencias que el susto del voluntario, constituy¨® el principio del fin de la consentida reuni¨®n. Incluso su art¨ªfice, Visser, muy conocido en Holanda por su larga y peculiar cruzada por la legalizaci¨®n de las drogas, reconoce que el asunto estaba ¨²ltimamente fuera de todo control. El n¨²mero de visitantes hab¨ªa aumentado de forma disparatada, hasta el punto de que en los meses de verano cerca de mil adictos se daban cita en una extensi¨®n de apenas 100 metros cuadrados. "Las enfermedades, la criminalidad en la zona y la falta de control sobre los vendedores de drogas hab¨ªan alcanzado cotas inadmisibles", reconoce Visser.
Aunque siempre cont¨® con detractores, polic¨ªa, Ayuntamiento e incluso vecinos de los alrededores coinciden en reconocer que el and¨¦n Zero jug¨® un importante papel durante a?os. Tiempo atr¨¢s, la idea de Visser de dejar a los drogadictos reunirse en unos metros de v¨ªa p¨²blica fue acogida con una mezcla de entusiasmo y cautela por los responsables locales.
La concentraci¨®n en una sola zona permit¨ªa a la polic¨ªa vigilar f¨¢cilmente sus actividades ilegales, y a Visser prestarles ayuda m¨¦dica y social. "No ven¨ªamos s¨®lo a comprar droga, con dinero se puede hacer en cualquier parte, sino a estar con gente que tiene tus mismos problemas y juntarnos para tomar caf¨¦", explica V¨ªctor, un portugu¨¦s que frecuentaba. el and¨¦n. Tres cabinas port¨¢tiles de apenas tres metros de ancho instaladas por los voluntarios de la Iglesia protestante daban acogida a los consumidores de todas las edades: en una les daban caf¨¦, otra era para los fumadores de cualquier tipo de sustancia y la tercera para los que necesitaban higiene para inyectarse.
"Los problemas comenzaron hace unos tres a?os con la afluencia de norteafricanos ilegales que necesitaban del comercio de drogas para sobrevivir", recuerda Jeanne, una asistenta social que trabajaba en el proyecto. Los narcoturistas, adictos de los pa¨ªses cercanos que, aprovechando la apertura de las fronteras, se acercan a Holanda a adquirir sus dosis, contribuyeron a empeorar la situaci¨®n. La violencia, la peligrosidad en la zona, los atracos a los viandantes y el tr¨¢fico de drogas se multiplicaron. Pero el and¨¦n Zero era un trozo de v¨ªa p¨²blica y no se pod¨ªa seleccionar: o se dispersaba a todos o se hac¨ªa la vista gorda en general.
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