Morir por Chechenia
MOSC? TRATA de ahorrarse una guerra abierta en el territorio aut¨®nomo de Chechenia con las conversaciones de ¨²ltima hora que se celebraban ayer en la vecina Osetia. Pero al mismo tiempo ha dejado claro que no aceptar¨¢ sin m¨¢s la declaraci¨®n unilateral de independencia de un territorio que legalmente forma parte de la Federaci¨®n Rusa, y as¨ª es reconocido internacionalmente. No se trata simplemente de asegurarse el acceso a las riquezas petroleras del pa¨ªs o su condici¨®n estrat¨¦gica en el C¨¢ucaso, sino, m¨¢s importante, de impedir que la resignaci¨®n ante la proclamaci¨®n secesionista -que data de 1991- se contagie a cualquier otra de las 89 entidades pol¨ªticas que componen la Rusia actual.Por eso ha desencadenado ¨¦sta su primera intervenci¨®n militar en el interior de la propia Federaci¨®n y segu¨ªa ayer presionando y combatiendo, aunque sin que estuviera claro hasta d¨®nde quer¨ªa ejercer la acci¨®n militar. La alternativa a las conversaciones ser¨ªa la entrada de los tanques rusos que amenazan Grozni, la capital chechena, y el comienzo de una agitaci¨®n que podr¨ªa degenerar en una guerrilla contra el ocupante. Todo ello implica m¨¢s problemas de los que le convienen a Mosc¨² en un momento en el que deber¨ªa dedicar todo su esfuerzo a la reconstrucci¨®n pol¨ªtica y econ¨®mica.
A la comunidad internacional no le interesa que Rusia entre en un proceso de desmembraci¨®n, con su corolario de guerras civiles, ni tampoco que aplaste a sangre y fuego la secesi¨®n. A Mosc¨² todav¨ªa le interesa menos, lo primero por razones obvias y lo segundo porque una v¨ªctima probable del sofocamiento de los comprensibles y leg¨ªtimos fervores chechenos ser¨ªa el propio futuro de la democratizaci¨®n en Rusia.
Para negociar se necesitan cuando menos dos, y que ambas partes comprendan la necesidad de ceder. Si para la Administraci¨®n del presidente Dud¨¢iev no hay nada negociable por debajo del umbral de la independencia, el problema no tiene soluci¨®n. Dif¨ªcilmente el presidente Yeltsin puede aceptar esa imposici¨®n ante un Ej¨¦rcito cada vez m¨¢s inquieto, flanqueado por una oposici¨®n crecientemente nacionalista, y hasta por un sector dem¨®crata que considera un disparate (y un crimen) que se imponga por la fuerza la pertenencia a la Federaci¨®n Rusa. Igualmente, si Mosc¨² s¨®lo est¨¢ dispuesto a negociar la sumisi¨®n, ser¨¢ inevitable la guerra. Las partes deber¨ªan ser capaces de negociar menos-que-independencia y m¨¢s-que-sumisi¨®n para que no todos salieran perdiendo. En definitiva, el problema de Chechenia es tambi¨¦n el del establecimiento de un federalismo democr¨¢tico en todo el pa¨ªs que d¨¦ m¨¢rgenes de satisfacci¨®n razonables a las partes. S¨®lo as¨ª Rusia dejar¨ªa de ser esa c¨¢rcel de pueblos, como se la calific¨® en tiempos del zarismo.
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