Chabolas
Hoy le est¨¢n ense?ando al Rey las sucias costuras de Madrid. Que un monarca ponga su majestuoso pie entre la mugre de las chabolas puede sonar a desfasado cuento navide?o o a f¨¢bula moral de catequesis antigua. "Seguro que el Rey no hab¨ªa visto antes un poblado de ¨¦sos", dictaminar¨¢ con aire superior el ciudadano medio mientras se embucha una gamba y un tinto en la barra del bar (que es donde se dirimen en este pa¨ªs todos los debates de sustancia). Probablemente el tipo estar¨¢ en lo cierto; pero lo que no cuenta es que tampoco ¨¦l ha metido jam¨¢s sus plebeyos pies en esa miseria. Y es que la frontera entre los ciudadanos y los marginados, los integrados y los desintegrados, los que mantienen una posici¨®n social y los que viven en la descomposici¨®n, es cada vez m¨¢s opaca. En Espa?a hay casi ocho millones de personas con ingresos mensuales inferiores a las 37.790 pesetas. Son un mont¨®n de desgraciados: todos juntos formar¨ªan un bulto considerable. Pero los dem¨¢s nos las apa?amos para no verlos. Cuando le echaron en cara a Conde Duque, el ex director de la Polic¨ªa, la cantidad de fincas que hab¨ªa acumulado en s¨®lo diez a?os, el hombre dijo: "Esta por debajo de mis posibilidades. Tengo 54 a?os y llevo toda la vida trabajando". O sea, que su fortuna le parece poco para su condici¨®n. Entre esos ocho millones de pobres debe de haber much¨ªsimos mayores de 54 a?os que llevan toda la vida trabajando, pero, sin duda, no pertenecen a la condici¨®n condeduquiana (a la que aspiran tantos espa?oles de hoy en d¨ªa), consistente en considerar que el ser es el tener, que uno nunca es todo lo rico que merece y que los pobres no existen (o son cuatro pringados que se han ganado a pulso su miseria). ?Que le ense?an La Celsa al Rey? Estupendo, pero no es suficiente. Deber¨ªan poner un servicio de autocares para ense?¨¢rnosla a todos.
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