Caf¨¦ extreme?o y el ni?o que no sonri¨®

La segunda jornada de la visita real a la Comunidad tuvo tantos personajes an¨®nimos como la anterior. En La Celsa un ni?o, al ver juntos a Do?a Sof¨ªa y al alcalde de Madrid, Jos¨¦ Mar¨ªa ?lvarez del Manzano, coment¨® convencido: "Mira, los Reyes". El primer edil le sac¨® de su error ante las risas contenidas de todos los presentes.Poco despu¨¦s, los miembros del servicio de protocolo de la Casa Real se llevaron las manos a la cabeza cuando vieron que Do?a Sof¨ªa comenzaba a bajar

na resbaladiza cuesta llena de pedruscos y cascotes. Pero nadie en la comitiva perdi¨® pie.

Angelines Saavedra, hija del t¨ªo Isidoro, regal¨® un paquete de caf¨¦ a los Reyes despu¨¦s de invitarles a una taza. "Han probado el caf¨¦ que hacemos los gitanos y les ha parecido muy rico, es que los extreme?os somos muy apa?aos para estas cosas", explicaba Isidoro. Algunos vecinos de La Celsa compet¨ªan entre s¨ª por el n¨²mero de veces que hab¨ªan estrechado la mano del monarca. "Yo cuatro veces", se ufanaba uno. "No me voy a lavar la mano en un mes", ironizaba otro.

"Est¨¢ bien que vengan por aqu¨ª los Reyes porque son los m¨¢s cat¨®licos", explicaba un chabolista. Como ¨²nica explicaci¨®n a su comentario dijo que "otros, como ?lvarez del Manzano, no pueden ser muy cat¨®licos porque quieren quitar la venta ambulante".Fervor en San Ferm¨ªn

Todas las barreras fueron pocas en San Ferm¨ªn, una parada incluida a ¨²ltima hora. Poe ejemplo, una mujer se arrodill¨® ante. la Reina y le quiso presentar a sus amigas.

En la Meseta de Orcasitas, se alineaban con sus pancartas de protesta ("Leguina margina", "En el r¨ªo hay chabolas y viven ni?os ... ), Maribel, Juan? y ?ngeles, tres mujeres j¨®venes, quiz¨¢ delgadas en exceso. "Al Rey no le dicen la verdad", comentaban quej¨¢ndose de su casa, del paro de sus maridos. "Nos ha dicho el Rey que tranquilas, que nos har¨¢n mucho caso".

En el pozo del T¨ªo Raimundo, dos se?oras de Entrev¨ªas, Luisa y Paqui, se quedaron roncas de tanto gritar a los Reyes.

Mientras, un ni?o de tres a?os llamado Rub¨¦n, alineado con otros cr¨ªos para regalarles flores a los Reyes, no sonre¨ªa y apenas hablaba. Don Juan Carlos y do?a Sof¨ªa intentaron hacerle sonreir, pero no lo consiguieron. Paqui y Luisa, con sus abrigos oscuros, segu¨ªan gritando. "Soy sevillana hasta los huesos, pero madrile?a de adopci¨®n", dec¨ªa la primera, "esto lo hemos conocido de pena, cuando ni un taxi se atrev¨ªa a traerte".

Al final consiguieron darle la mano a los Reyes. Paqui le dijo al Rey: "De aqu¨ª no te escapas". "?l", recordaba ella, "se sonri¨®". A do?a. Soria le cubrieron de piropos. "Cuando se casaron ellos me cas¨¦ yo", dec¨ªa Paqui quien siempre charlatana, dec¨ªa: "Desde ayer que estoy guisando para venir. Me ha hecho una ilusi¨®n ... "