Buero
Nada, novela de Carmen Laforet, es de 1945; Historia de una escalera, de Antonio Buero Vallejo, de 1949; Surcos, pel¨ªcula de Nieves Conde, de 1951. Las tres, de autores de distintas edades, procedencias e ideolog¨ªas, arrancan un arte realista, miserabilista, que rompe como una valiente piedra el cristal del escaparate de los disfraces franquistas: un mundo de posguerra, de vencidos, de perdidos (mucho despu¨¦s, La colmena, de Cela). Los tres personajes siguieron senderos distintos: el m¨¢s consecuente, creo, el de Buero. Todos dejaron libertad y escuelas.Buero, pintor, comunista, condenado a muerte, indultado (sus recuerdos de c¨¢rcel est¨¢n en La fundaci¨®n), pero hijo de un asesinado por los suyos -por el cual conserva veneraci¨®n-, continu¨® mucho tiempo un teatro preocupado por la pobreza y el da?o real, popular con toques de sainete que a veces repudia pero que toca con mano maestra, y tambi¨¦n por el da?o moral y por unas profundas preocupaciones metaf¨ªsicas, una cierta relaci¨®n con lo esot¨¦rico. Son legitimas contradicciones de los hombres de nuestro tiempo; tambi¨¦n de un teatro oscilante, a veces equ¨ªvoco, a veces confuso.
En el realismo a veces ha introducido escapadas lejanas; en la escena corp¨®rea, elementos irreales, como las alucinaciones visuales y auditivas de Goya en El sue?o de la raz¨®n -repuesta hace poco, ha demostrado que su valor estaba por encima de la cr¨ªtica simb¨®lica de la ¨¦poca de su estreno-, o en la biograf¨ªa de Vel¨¢zquez o la de Larra. M¨¢s que su manera de entender la vida ha sido su manera de hacer teatro: su dramaturgia, que en el tiempo en que comenz¨® a escribir era atributo exclusivo del escritor: dramaturgo.
A veces esa irrealidad o ese misterio pueden perderle (La se?al que se espera) o hacer ilegible su pensamiento. Sin embargo, su escritura es simple, seca: cuesta trabajo imaginarle poeta (¨¦l mismo dice que ocasional) por esa dureza de lenguaje.
Cuesta tambi¨¦n trabajo llamarle cl¨¢sico, porque parece ofenderle: una man¨ªa persecutoria m¨¢s fuerte que la del com¨²n de su profesi¨®n (suspicaz) le hace creer que se le da por enterrado o terminado. Cl¨¢sico es "el primero de los de su clase"; ¨¦l es uno de los primeros, uno de los cl¨¢sicos vivos. "Cl¨¢sico": lo que va a quedar de la literatura de esta ¨¦poca: aunque luego los eruditos dan sorpresas.
En realidad, Buero es un personaje dif¨ªcil de tratar (para m¨ª, profundamente desagradable) y eternamente inc¨®modo. Lo dec¨ªa Primo de Rivera de Valle Incl¨¢n, y lo suscrib¨ªan muchos contempor¨¢neos de aquel maestro.
Anotarlo de Buero puede a?adir descripci¨®n al personaje, pero no desprecio a la totalidad de su obra. Cuando se piensa que de las mil de Lope hay aceptables apenas una docena, y menos de Calder¨®n de la Barca, se sabe cu¨¢l es la gran medida de un cl¨¢sico. Puede ser la de Buero: se hallar¨¢n dentro de estas Obras completas (no lo son: algo ha suprimido ¨¦l; algo le falta por escribir).
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