Los l¨ªmites de la V Rep¨²bIica
FERNANDO MOR?NJacques Delors ha calibrado probablemente bien, afirma el autor, los l¨ªmites del presidencialismo de la V Rep¨²blica al renunciar a presentarse a la elecci¨®n para la jefatura del Estado franc¨¦s.
El diario parisiense Lib¨¦ration, comentando el anuncio de Jacques Delors de que no se presentar¨ªa a la elecci¨®n presidencial, sentenciaba: "Delors es m¨¢s mendesista que miterranista". Los franceses dominan las referencias y las claves. Mark Twain, en una deliciosa pieza humor¨ªstica, imitaba un discurso pol¨ªtico franc¨¦s compuesto en su totalidad de fechas. Los hombres cobran la dimensi¨®n cuando se convierten en valores. Lib¨¦ration quiere decir, y as¨ª lo han entendido sus lectores, que Delors quiere decidir despu¨¦s de escoger, no mediar, configurar, componer, hacer que las cosas resulten de alguna manera, y todo ello dentro del sistema, probando la elasticidad del mismo.Mitterrand acus¨® a la V Rep¨²blica de instaurar un sistema decisionista en favor del jefe del Estado. Habl¨®, se recordar¨¢, de "golpe de Estado perinanente". No ha sido ¨®bice para que durante dos mandatos haya extendido el domaine r¨¦serv¨¦ al m¨¢ximo y para que haya jugado, bajo Gobiernos conservadores, un papel de reequilibrio, y para que, en definitiva, haya colocado al presidente como una referencia general para el pa¨ªs, en buena parte por encima de los partidos. Incluso el descubrimiento -si no con su complicidad, s¨ª con una tolerancia resignada-, de su pasado nacionalista y de su participaci¨®n a la cr¨ªtica de la III Rep¨²blica, ha extendido su sombra m¨¢s all¨¢ de su proyecci¨®n ideol¨®gica haciendo de quien la proyecta la encarnaci¨®n de la historia nacional en varias dimensiones. Todo hombre pol¨ªtico, que de verdad lo sea -es decir, todo aquel que a ambici¨®n, vocaci¨®n y circunstancias une el considerarse referencia o s¨ªmbolo-, proyecta en su entorno algo m¨¢s de lo que nace de una posici¨®n partidista.
Mend¨¦s, con De Gaulle una de las dos referencias de la mitolog¨ªa pol¨ªtica francesa, repet¨ªa que gobernar era elegir. Se entiende que elegir dentro de un plazo y bajo una urgencia. El transcurrir del calendario irrefrenable se convert¨ªa en la principal arma del pol¨ªtico. Pasado el plazo, Francia perder¨ªa la ocasi¨®n que no volver¨ªa a presentarse: Indochina, T¨²nez, saneamiento econ¨®mico, Comunidad de Defensa Europea, etc¨¦tera.
Mend¨¨s France era un hombre para la crisis y ¨¦l se potencia ba y se ve¨ªa en la crisis. Unas crisis identificables, claras, no insidiosas y casi estructurales. Como Franklin Delano Roosevelt. En la ¨¦poca del primer L'Express, sus amigos -Schreiber, Giroud, Nora, Fran?ois Mauriac- le nombraban como una ense?a P. M. F., como en la ¨¦poca del New Deal, en Am¨¦rica, F. D. R.
Delors se ve como un hombre del New Deal. A escala europea y naturalmente francesa, y como todo reformador ambicioso, tropieza con los l¨ªmites institucionales. P. M. F. hubiese necesitado para corregir a la IV Rep¨²blica una buena dosis presidencialista; el semipresidencialismo de la V convierte en imprescindible para Jacques Delors -todav¨ªa no J. D.- una mayor¨ªa parlamentaria del mismo signo. Una cohabitaci¨®n no basta. No se trata, para ¨¦l, de influir o configurar, sino de elegir, definir y ejecutar.
Las razones
En su emisi¨®n televisada el domingo, Jacques Delors expuso razones personales y de juicio pol¨ªtico. No abord¨® otros datos. M¨¢s all¨¢ de toda malicia, lo expuesto es lo esencial. La alegaci¨®n de la edad hubiese podido ser avanzada ya meses antes. Sin duda, Delors va a seguir siendo decisivo y va a estar en pleno ejercicio pol¨ªtico e ideol¨®gico el tiempo en que hubiese sido presidente. Los factores pol¨ªticos que han quedado en el trasfondo se basan en un c¨¢lculo de posibilidades y en la posibilidad de neutralizaci¨®n, de aquello a lo que ¨¦l aspira. Las encuestas aclaman a Delors. Sobre cualquier candidato y en cualquier grupo de edad, geogr¨¢fico o de g¨¦nero.
Pero las encuestas son una cosa y las inercias finales otras. No hay que descartar la subida espectacular de la derecha en Francia. Sobre todo, porque la izquierda, y en ella los socialistas, no aparecen todav¨ªa como capaces de presentar una lectura coherente de la situaci¨®n. Tampoco se le puede ocultar a Delors que su maximalismo integracionista en lo que se refiere a Europa no corresponde con los restos de la resaca que la ratificaci¨®n de Maastricht produjo en Francia. Como Candidato y presidente hubiese tenido que matizar algunas de las posiciones que defini¨® en Bruselas. Es duro para una persona ideologizada, rigurosa y tan ¨¦tica como J. D.
Por ¨²ltimo, no hay que ocultar que las tesis de Delors sobre el empleo no han triunfado totalmente en Essen. Bien al contrario, sobre su visi¨®n global y profundamente social han prevalecido las posiciones de los ministros de Finanzas del Ecofin.
Delors necesita dar todav¨ªa una batalla expl¨ªcita a campo abierto con sus ideas. ?Es el El¨ªseo el lugar id¨®neo para articular, presentar y promover un proyecto cerrado y completo como el suyo? Desde 1983 sigo bastante de cerca a Delors. En los primeros seminarios franco-espa?oles que entonces iniciamos, ya estaba ¨¦l all¨ª. Pertenece Jacques Delors a algo de lo m¨¢s valioso de lo aparecido en los a?os cuarenta y cincuenta: es un cristiano social. Y tambi¨¦n un t¨¦cnico con una visi¨®n global que no se deja dominar por los supuestos mecanismos de la macroeconom¨ªa.
El papel de un presidente de la V Rep¨²blica es, cuando no cuenta con una mayor¨ªa parlamentaria de su signo, el de un equilibrador. La verdad esencial es que desde la estructura de la V Rep¨²blica sin una homologaci¨®n entre Gobierno y presidencia no se puede hacer de Mend¨¨s France.
Un tema que hoy no nos ocupa es c¨®mo su renuncia deja la partida electoral. En la derecha el espacio que distaba en el centro a un Barre o a un Balladur puede curiosamente no ser lo esencial. Quiz¨¢ su desaparici¨®n en el centro-izquierda potencie un centro-derecha intervencionista en la mejor tradici¨®n francesa. En la izquierda la gran tarea y el gran sacrificio ser¨¢ mantener la bandera electoral mientras aquella izquierda se reconstruye ideol¨®gica e intelectualmente. Librar estas batallas de contenci¨®n es muchas veces dif¨ªcil, sacrificado y valioso; aunque pocas veces reconocido.
La tentaci¨®n de la izquierda fue poner entre par¨¦ntesis la urgencia de su reconstrucci¨®n recurriendo a un hombre y a un prestigio. Delors era su hombre, pero tambi¨¦n su excusa.
Probablemente, Jacques Delors ha calibrado bien los l¨ªmites del presidencialismo de la V Rep¨²blica. Cuando se est¨¢ en crisis. Quiz¨¢ su verdadero destino sea ser un ejecutivo y no una representaci¨®n; es decir, un primer ministro con un Gobierno de centro-izquierda.
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