Los m¨¦dicos cantores
El coro de La Paz enton¨® ayer villancicos en la fiesta navide?a del hospital
En el escenario sostienen la partitura con tanto garbo como el bistur¨ª en la sala de operaciones. Son 30 personas con una profesi¨®n, la sanitaria, y dos pasiones: la m¨²sica y el coro que forman desde hace 10 a?os en el hospital La Paz. Los hay cirujano-tenor, enfermera-soprano, o celador-bajo y auxiliar-mezzosoprano. En el hospital usan la bata blanca o el mono verde del quir¨®fano. Pero en los armarios de sus casas el traje de gala con el que act¨²an cuelga en un lugar de honor.Ayer, como cada a?o en v¨ªsperas de Navidad, los nervios estaban a flor de piel: desde el gerente hasta el ¨²ltimo profesional de la casa esperaban en el sal¨®n de actos de La Paz la aparici¨®n de los sanitarios-cantores. Y ellos no defraudaron. El inefable Noche de paz -t¨ªtulo que parece hecho a la medida del hospital- fue interpretado con respeto; el Oh, Tannenbaum, con seriedad germana, y Ay del chiquirrit¨ªn, entre sonrisas y palmas.
Luego se dirigieron a una de las plantas del hospital y repitieron este ¨²ltimo villancico ante las delicias de los peque?os ingresados que no pudieron asistir a la fiesta que se celebr¨® la semana pasada en la Pajarera, la escuela infantil de La Paz, donde tambi¨¦n cantaron los m¨¦dicos acompa?ados por la tuna.
La actuaci¨®n de ayer result¨® emotiva. El resto de los trabajadores le rob¨® unos minutos al quir¨®fano para escuchar las canciones, como cada a?o desde hace dos lustros. Pero la tradici¨®n musical en La Paz viene de antes, se remonta a los a?os setenta. Entonces los sanitarios con talento para el pentagrama se juntaban en jam-sessions hospitalarias, con saxof¨®n incluido. La muerte de uno de los m¨¦dicos miembro de la banda acab¨® con las actuaciones. Pero no con la ilusi¨®n.
Y es entonces, a principios de los ochenta, cuando entra en juego Jos¨¦ Antonio Pesta?a. Neum¨®logo, de 64 a?os y con la carrera de piano casi completa, decidi¨® crear un coro estable. Su sabidur¨ªa musical y su conocimiento del sistema respiratorio le convierten en un director de coral insustituible. Da cuerpo y alma a la formaci¨®n desde hace 10 a?os y piensa continuar con esta segunda vocaci¨®n cuando se jubile.
"La m¨²sica te hace olvidar las tensiones que tiene esta profesi¨®n", cuenta Pesta?a. As¨ª que dos d¨ªas en semana, a la hora de comer, los cantores se re¨²nen en un cuartito del hospital a ensayar. Eso, cuando las guardias y las operaciones programadas lo permiten. Pesta?a se queja: "Hay d¨ªas en que asisten pocos a ensayar, pero se les tolera".
Al terminar las consultas, o la operaci¨®n de turno, los componentes del coro agarran la partitura y ensayan: M¨¢s vale trocar, placer por dolores, que estar sin amores... pero su repertorio es amplio: Cancionero de Upsala, madrigales, y hasta pasacalles.
No s¨®lo act¨²an en fiestas del hospital. En las residencias de ancianos de la regi¨®n tambi¨¦n han sido espectadores de sus gorgoritos. En la Universidad Aut¨®noma han inaugurado en los ltimos a?os el curso acad¨¦mico a golpe de Gaudedmus igitur. Jes¨²s Torres, cirujano de 45 a?os, recuerda emocionado el d¨ªa que cantaron en un colegio de ciegos: "Cuando terminamos se acercaron a tocar nuestros trajes, agradecidos por la actuaci¨®n".
Muchos de los componentes de la coral no tienen idea de solfeo, y otros, en cambio, ya fueron tunos en sus tiempos universitarios. Tienen claro que la m¨²sica le pone el acento m¨¢s dulce a sus vidas y a los que les escuchan.
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