La izquierda y el Gobierno
He le¨ªdo atentamente las resoluciones de la reciente Asamblea Federal de Izquierda Unida y la conclusi¨®n a que he llegado es que ¨¦sta es una formaci¨®n pol¨ªtica que no se propone gobernar nunca. Esto no es nuevo, pero es importante que se reafirme en estos momentos.Digo que no es nuevo porque ¨¦ste es el viejo problema de la relaci¨®n entre izquierda y el poder pol¨ªtico. En t¨¦rminos simplificados, la cuesti¨®n a debate entre los diversos componentes de la izquierda era si para crear una sociedad socialista y asegurar la democracia hab¨ªa que asumir las responsabilidades de gobierno necesarias, incluso en instituciones que se consideraban propias de la sociedad burguesa y capitalista, para reformarlas desde dentro o si, por el contrario, hab¨ªa que destruir el aparato del Estado capitalista para eliminar todo tipo de Estado, seg¨²n el planteamiento anarquista, o edificar de nueva planta un Estado socialista que preparar¨ªa el camino para el comunismo, seg¨²n la versi¨®n leninista.
La historia ha sido dura y despu¨¦s de los avatares de los ¨²ltimos decenios es l¨®gico que la querella no se plantee en los mismos t¨¦rminos. Pero cada componente de la izquierda ha sido marcado por su propia experiencia y esto aparece en el fondo de la pugna pol¨ªtica de ahora mismo. As¨ª, por ejemplo, despu¨¦s de la II Guerra Mundial los partidos socialistas asumieron importantes responsabilidades de gobierno en los pa¨ªses de econom¨ªa de mercado y tuvieron un papel decisivo en la construcci¨®n de los diversos sistemas de Estado de bienestar. En cambio, los partidos comunistas acabaron metidos en otra l¨®gica, la de aparecer como avanzadillas del bloque sovi¨¦tico en el seno del bloque occidental.
La dictadura franquista impidi¨® que los partidos espa?oles viviesen la experiencia de la posguerra como la vivieron sus hom¨®logos de otros pa¨ªses. Pero cuando lleg¨® la democracia tuvieron que enfrentarse al mismo reto en circunstancias distintas. El PSOE tuvo que asumir la responsabilidad de construir un Estado de bienestar a ritmo acelerado a partir de 1982, con un aparato de Estado heredado del r¨¦gimen anterior y apenas reformado por la UCD. El PCE no gobern¨®; se dividi¨® en partidarios y adversarios del modelo sovi¨¦tico o entre "leninistas" y "eurocomunistas" y tuvo que replantearse su papel despu¨¦s de que las elecciones de 1977 hubiesen definido muy claramente su espacio pol¨ªtico real, distinto al que tuvo bajo el franquismo. Durante la transici¨®n resurgieron en ambas formaciones los ecos de la vieja querella. Pero si el PSOE los super¨® con relativa facilidad y pronto acept¨® el reto y la responsabilidad de gobernar, en el PCE las cosas fueron de otro modo. Una vez que las timas hab¨ªan dejado claro que no iba a ser la fuerza hegem¨®nica de la izquierda, resurtaron en su seno los viejos contenciosos, los reflejos tradicionales de un sector que no quer¨ªa pagar el precio de gobernar o de comprometerse con las instituciones del Estado capitalista. As¨ª, se discuti¨®, por ejemplo, si hab¨ªa que comprometerse en la elaboraci¨®n de la Constituci¨®n, o dejar que la elaborasen otros para convertirse en el eje aglutinador de los descontentos, si hab¨ªa que firmar los pactos de La Moncloa o dejar que fuesen otros los que cargasen con el peso del compromiso y mantenerse en una oposici¨®n pura y dura. Y en la medida que el PSOE se convert¨ªa en fuerza de gobierno y el PCE perd¨ªa votos, la discusi¨®n interna se encresp¨® y abarc¨® todas las grandes cuestiones de la pol¨ªtica de aquellos a?os. ?ste fue, en definitiva, uno de los temas fundamentales de la discusi¨®n que llev¨® al comunismo epa?ol a la crisis y a las escisiones de los a?os ochenta.
Pues bien, a tenor de lo que se ha dicho y aprobado en la reciente Asamblea Federal de la organizaci¨®n, creo que ¨¦ste es el punto clave de la estrategia actual de IU, como si ahora se hubiese impuesto como mayor¨ªa lo que en los a?os de la transici¨®n fue afortunadamente para la democracia espa?ola, una minor¨ªa. Las resoluciones no est¨¢n concebidas como propuestas de gobiemo, sino como envases el¨¢sticos en los que se puede meter todo, desde el respeto a la Monarqu¨ªa hasta la exigencia de la Rep¨²blica, desde la planificaci¨®n econ¨®mica y el rechazo de la econom¨ªa de mercado hasta la aceptaci¨®n de esta: misma econom¨ªa de mercado corregida, sin precisar c¨®mo.
Por una parte, las resoluciones de la Asamblea son un cat¨¢logo formado mediante la superposici¨®n de descontentos, insatisfacciones y quejas de la m¨¢s diversa ¨ªndole. Por otra parte, se proponen soluciones y alternativas. Pero ninguna de ellas va acompa?ada de las precisiones necesarias para que sean cre¨ªbles y viables, a saber: ?c¨®mo, con qu¨¦, con qui¨¦n, d¨®nde y cu¨¢ndo? Todas se presentan como propuestas de izquierda, pero nada confirma que lo sean. ?Por qu¨¦ es de izquierda denunciar el tratado de Maastricht, por ejemplo, que es lo mismo que dice una buena parte de la derecha en el Reino Unido, en Francia y en otros pa¨ªses? Todas sirven para denunciar desde la izquierda la pol¨ªtica llevada a cabo por el Gobierno socialista, pero nada demuestra que ninguna de ellas pueda dar una respuesta m¨¢s de izquierda que la que ha dado el Gobierno socialista en cuestiones fundamentales de la pugna entre la izquierda y la derecha, como son la sanidad p¨²blica, las pensiones, la educaci¨®n, las infraestructuras e incluso la lucha contra el paro en una econom¨ªa abierta e internacionalizada como la nuestra.
En nombre de la izquierda se pueden hacer programas, mejores o peores, se pueden formular diagn¨®sticos y avanzar soluciones. Pero todas ellas ser¨¢n meras proclamas formales si no se aborda el problema fundamental de c¨®mo y con qu¨¦ instrumentos hacer posible que las propuestas se conviertan en medidas efectivas. Y aqu¨ª topamos con el obst¨¢culo decisivo: ?se asume o no el precio de gobernar este pa¨ªs en concreto, es decir, la responsabilidad de tomar decisiones generales y de llevarlas a la pr¨¢ctica, con sus contradicciones, sus posibilidades, sus aciertos y sus errores? ?O lo que se pretende es no comprometerse en los temas decisivos, sabiendo que se puede decir cualquier cosa porque, en definitiva, la opini¨®n no se convierte en decisi¨®n y no afecta ni en un sentido ni en otro a las vidas de los ciudadanos y las ciudadanas?
Cuando el PSOE gan¨® las elecciones de 1982 tuvo que hacer frente a los desaf¨ªos que se acumulaban con el aparato de Estado que hered¨®, no con un aparato id¨ªlico. En parte, estuvo condicionado por ¨¦l, en parte lo cambi¨®, pero asumi¨® sus responsabilidades, hizo frente a problemas nuevos y a contradicciones no previstas, ha tenido grandes compensaciones, ha pasado por tragos amargos y ha aprendido, como aprenden todos los gobernantes responsables, que si hay contradicciones entre la realidad y lo que uno piensa la culpa nunca es de la realidad. Lo mismo han tenido que hacer los que han gobernado en otros niveles, incluyendo desde luego a IU. La ¨²nica experiencia de gobierno que ha tenido IU en Espa?a ha sido a nivel municipal o en alguna comunidad aut¨®noma, en coalici¨®n con los socialistas. Pues bien, ?en qu¨¦ se ha diferenciado
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La izquierda y el Gobierno
Viene de la p¨¢gina anteriorun buen alcalde comunista de un buen alcalde socialista? ?En qu¨¦ se han diferenciado unos buenos consejeros de gobierno auton¨®mico de IU y unos buenos consejeros socialistas? Y, al rev¨¦s, ?en qu¨¦ se han diferenciado los malos alcaldes y los malos consejeros de unos y otros? 0 sea que, situados en la misma tesitura y ante los mismos problem¨¢s, las gentes de izquierda act¨²an de la misma manera, si de verdad act¨²an y no se limitan a lanzar proclamas. Frente a esto, la Asamblea Federal de IU se ha limitado a proclamar descontentos, algunos desgraciadamente bien reales, otros no, los ha superpuesto en un papel y se ha planteado como ¨²nico objetivo utilizar dicho papel para deslegitimar al PSOE, quitarle votos y hacerle perder la mayor¨ªa de gobierno. Esto no es nuevo ni aqu¨ª ni en ning¨²n otro pa¨ªs. Tampoco es ileg¨ªtimo. Si ¨¦ste es su prop¨®sito, est¨¢ en su derecho. Pero los que quieren que aqu¨ª, gobierne la izquierda est¨¢n obligados a preguntarse cu¨¢les pueden ser las consecuencias de este prop¨®sito, si tiene ¨¦xito.
La verdad es que con este planteamiento se puede hacer perder la mayor¨ªa al PSOE, pero no se puede formar un Gobierno, ni de izquierda ni de nada. La direcci¨®n de IU lo sabe perfectamente y por esto el problema del Gobierno ni le interesa ni se lo plantea. Pero aqu¨ª es donde surge el problema de la llamada, pinza. Yo no creo que la gran mayor¨ªa de los militantes de IU piensen en formar una pinza con el Partido Popular para cargarse al PSOE. Pero la pinza est¨¢ ah¨ª, es un dato objetivo, forma parte de la l¨®gica de las cosas, porque para los intereses del PP no puede haber un bocado m¨¢s perfecto que ¨¦ste: una formaci¨®n como la de Izquierda Unida, que no es ni quiere ser alternativa de gobierno, pero que le puede quitar al PSOE los votos necesarios para que el propio PP obtenga la mayor¨ªa a cambio de nada. No s¨¦ si esto se puede llamar, en t¨¦rminos coloquiales, una pinza, pero desde luego para la derecha s¨ª que se puede llamar un chollo.
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