Una instalaci¨®n permite al p¨²blico sacudir a placer el cuerpo del artista
Marcel.l¨ª Ant¨²nez se expone a la crueldad del espectador
El viejo sue?o de muchos enemigos y cr¨ªticos del arte contempor¨¢neo se ha hecho realidad: ya es posible hacer sufrir a un autor de instalaciones y performances su propia creaci¨®n. Tirarle de la nariz, sacudirle las nalgas, estirarle los pezones, forzarle a una sonrisa est¨²pida y dolorosa, darle papirotazos en la oreja. El polifac¨¦tico creador catal¨¢n Marcel.l¨ª Ant¨²nez, ex miembro de La Fura dels Baus, autor de frankensteinianas esculturas de carne expuestas en varias galer¨ªas de Espa?a, ha dado un paso m¨¢s en su experimentaci¨®n por los acantilados del arte y ha alumbrado un mecanismo perverso cargado de significaciones inquietantes.
Epizoo, que se estren¨® recientemente en una iglesia mexicana y que podr¨¢ verse en Barcelona, es una instalaci¨®n en la que Antunez se expone "como una escultura viviente" durante m¨¢s de una hora y en la que el p¨²blico, a trav¨¦s de unos controles, puede accionar a distancia partes del cuerpo del artista. El espectador emplea un monitor con un programa que pone en movimiento unos mecanismos neum¨¢ticos. Unos apliques ortop¨¦dicos ("neumatismos") conectados al cuerpo del artista-v¨ªctima, tiran de su boca, nariz, pectorales, orejas o gl¨²teos, a voluntad del p¨²blico. En el momento cumbre de la acci¨®n, brota de la cabeza del artista una llama azul -el creador est¨¢ unido a una bombona de butano que alimenta una peque?a espita en la coronilla.
Manipulaciones obscenas
El montaje se complementa con un sonido ominoso, un sistema de luz y una gran pantalla en la que se proyectan im¨¢genes de ordenador en las que el cuerpo de Ant¨²nez sufre manipulaciones imposibles y a menudo obscenas."Ya soy un artista popular en M¨¦xico", dice Marcel.l¨ª, que muestra un amplio reportaje sobre ¨¦l en la revista Semanario de lo ins¨®lito, en la que se le califica de "Moderno Frankenstein". Present¨® Epizoo en un antiguo convento de las teresianas, en medio de la nave central de la iglesia. "La pieza ha funcionado muy bien con p¨²blico. Es un h¨ªbrido de performance, espect¨¢culo e instalaci¨®n pl¨¢stica. Con dramaturgia abierta. Abre nuevos caminos, obliga a un replanteamiento de toda la taxonom¨ªa de las artes". La reacci¨®n de los espectadores fue interesante: "Unos tipos ve¨ªan que lo que m¨¢s me jod¨ªa era lo de la cara, y se instalaron ah¨ª, dale que te pego, para putearme. Unas se?oras les suplicaban que pararan. Yo es que estoy muy victimizado, la instalaci¨®n provoca una crueldad grande, telem¨¢tica".
El mecanismo provoca un cierto dolor: "Es molesto, soportable en principio pero cuando llevas una hora, como vas acumulando, pues empre?a. Lo que m¨¢s, el elemento que tira de la nariz y boca en diferentes sentidos". Un millar de personas sacudieron a Ant¨²nez en M¨¦xico. "Voy a¨²n adrenal¨ªnico, vivo la historia muy visceralmente, como los primeros espect¨¢culos de La Fura".
El creador es consciente de que forma parte de una larga tradici¨®n art¨ªstica. "Retomo experiencias del body art, reinterpret¨¢ndolas de acuerdo con la contemporaneidad y a?adiendo nueva tecnolog¨ªa". Marcel.l¨ª matiza su relaci¨®n con los accionistas vieneses: "Lo m¨ªo es s¨®lo relativamente sacrificial y no hay af¨¢n de expiaci¨®n. Adem¨¢s, yo soy un hombre de teatro, busco lo espectacular, y eso me aleja del intimismo del body art". Afirma que en Epizoo no hay un sentido m¨ªstico, ritual: "Al menos no en el sentido de autoflagelaci¨®n faquirista. Pero s¨ª hay un fuerte contenido ideol¨®gico, el tema de la sumisi¨®n mec¨¢nica del hombre, por ejemplo. O lo de acceder al cuerpo de otro, provocarle reacciones fuertes, sin tocarlo. Tiene algo de la guerra del Golfo, y alude tambi¨¦n a la paranoia actual por el contacto f¨ªsico".
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