?Qu¨¦ derecha?
En el horizonte presente de la pol¨ªtica espa?ola, una tarea trascendente es que, de forma definitiva, se decante la opci¨®n pol¨ªtica que representa la derecha. La primera raz¨®n que permite justificar esta frase es que las posibilidades de que del discurso socialista surjan propuestas creativas y originales resultan escasas: el PSOE, despu¨¦s de 13 a?os de poder, tiene como ¨²nica posibilidad propia los errores que puedan cometer sus contrarios. A veces da la sensaci¨®n de que no es poco, vista la pr¨¢ctica habitual de quienes le flanquean por la derecha y por la izquierda.Una segunda raz¨®n que justifica tratar de conseguir ese decantamiento reside en algo tan simple como que hay tiempo. Hubiera sido imaginable un lento derivar del catalanismo hacia la oposici¨®n, pero hemos tenido m¨¢s bien un proceso que es el exactamente contrario, y todav¨ªa est¨¢ por ver si la estrategia de la derecha, conquistando votos merced al anticatalanisino, no resulta suicida a medio plazo.
Pero el argumento m¨¢s valioso para pedir ese decantamiento reside, en tercer lugar, en la necesidad de librar al ciudadano espa?ol de inconvenientes que ya en otro tiempo pudieron ser graves. Si en 1982, en vez de entregar la gesti¨®n econ¨®mica a Miguel, Boyer se hubiera depositado en manos de quienes quer¨ªan conseguir 800.000 puestos de trabajo a base del erario p¨²blico, el resultado podr¨ªa haber sido catastr¨®fico. No sabemos si el PP llegar¨¢ al poder, pero har¨¢ bien en librarse de los 800.000 puestos de trabajo que a veces le asoman por los bolsillos. As¨ª nos evitar¨ªamos esfuerzos in¨²tiles y p¨¦rdidas de tiempo corno aquellos que llevaron a otros al refer¨¦ndum sobre la OTAN de 1986.
En el fondo, la cuesti¨®n que se dilucida es ideol¨®gica, es decir, se fundamenta en cuestiones de principio que implican un diagn¨®stico del presente y una opci¨®n fundamental sobre el porvenir. El PP se define como liberal, y este t¨¦rmino, como el de autogestionario en la primera mitad de los setenta o el de socialdem¨®crata en la segunda, no quiere decir casi nada, a no ser que sea precisado. Lo cierto es, sin embargo, que su versi¨®n del liberalismo sigue siendo en gran medida aquella que Thatcher y Reagan pusieron de moda en los a?os ochenta. En programas electorales destinados a las elecciones generales o en libros que, de forma obligada, deben ser "pol¨ªticamente correctos", como el ¨²ltimo de Aznar, no se aprecia de manera tan clara esta filiaci¨®n ideol¨®gica. En cambio, lo es de forma meridiana en libros de autores no muy conocidos, pero influyentes en ese entorno y, sobre todo, significativos de una mentalidad. Pienso, por ejemplo, en Nuevos tiempos: de la ca¨ªda del muro a Maastricht, de Enrique de Diego y Lorenzo Bernaldo de Quir¨®s. (1992), o La derecha del siglo XXI, de Fernando Alonso (1994). Se trata de libros muy caracter¨ªsticos de un momento y de un sector, aunque no nutrir¨¢n las estanter¨ªas dedicadas a la historia del pensamiento pol¨ªtico occidental. En todas ellas brilla el entusiasmo por lo que no se duda en denominar como un cambio de r¨¦gimen que romper¨ªa con lo realizado en Espa?a no desde 1982, sino de 1977. Las citas (Hayek, Friedman ... ) remiten a mentores de ese liberalismo de los ochenta.
Conviene recordar que estamos en los noventa, y que tan importante pol¨ªtico de la derecha como Balladur acaba de identificar esta d¨¦cada con. el consenso y no con el colectivismo de los setenta o el individualismo de los ochenta. Desde nuestra ¨®ptica actual, el juicio que cabe hacer, por ejemplo, de Thatcher no es que fuera una revolucionaria que supuso un cambio de rumbo irreversible, sino que contribuy¨® a plasmar en la realidad pol¨ªtica ideas de otros que han valido para rectificar el peligroso crecimiento del Estado, o la desconfianza hacia el mercado. Tratando de aplicar en Espa?a la revoluci¨®n de los ochenta, quienes la defienden no s¨®lo no tienen en cuenta las condiciones de nuestra sociedad, sino que practican la modernidad de anteayer.
Desde una ¨®ptica conservadora cl¨¢sica, John Gray, en su libro Beyond the New Right, ha desmontado muchas de las asunciones ideol¨®gicas de ese neoliberalismo. Tiene contra ¨¦l, en primer lugar, lo mismo que contra. ese "socialismo inencontrable" del que hablaba Aron: se trata de una ideolog¨ªa omnicomprensiva y ut¨®pica que olvida que la tarea pol¨ªtica es desesperadamente humilde y se basa m¨¢s en una improvisaci¨®n sin fin que en el descubrimiento de f¨®rmulas m¨¢gicas. ?stas residen en f¨®rmulas vac¨ªas tomo el "Estado m¨ªnimo", el culto rom¨¢ntico al individualismo m¨¢s radical, olvidando toda idea de comunidad, o la aplicaci¨®n del mercado en donde, no se puede o no se debe hacer funcionar. En eI fondo, lo que necesitar¨ªan esos radicales del liberalismo es una lectura m¨¢s atenta y m¨¢s reposada de Popper. Todo cuanto antecede parece demasiado te¨®rico, pero tiene repercusiones pr¨¢cticas que demuestran que no lo es.
En primer lugar, lo que se va a jugar en unas posibles elecciones generales, m¨¢s o menos inmediatas, no es una segunda transici¨®n, ni un cambio de r¨¦gimen, sino una alternativa. Es obvio que ¨¦sta puede ser de entidad, en parte por la magnitud de las reformas a realizar o porque sea positivo volver a un funcionamiento de las instituciones m¨¢s cercano a la ¨¦poca del comienzo de nuestra democracia que a los cambios que se han producido en ella como consecuencia de las mayor¨ªas parlamentarias socialistas. Sea o no as¨ª, no es bueno multiplicar el disenso, sobre todo cuando hay materias importantes en las que es necesario la actitud contraria, que ya empieza a percibirse en cuestiones como la reforma del Senado. Aunque la generaci¨®n de la derecha actual sea distinta de la que hizo la transici¨®n, en ella misma y en cierta oposici¨®n al franquismo debe encontrar puntos de coincidencias con quienes han ejercido el poder los ¨²ltimos a?os.
Porque una segunda consideraci¨®n de fondo, con importantes repercusiones en el comportamiento pol¨ªtico cotidiano, es la que se refiere a la relaci¨®n con el socialismo. El PSOE debiera ser para una alternativa de centro-derecha el otro, lo que equivale a decir que es distinto y adversario, pero tambi¨¦n punto de referencia, en la distinci¨®n y en la distancia, pero no en el antagonismo cerrado. Ahora que el PSOE empieza a entrar en un declive grave no hay que guiarse, en la confrontaci¨®n, por c¨®mo lo ha hecho en su peor momento (que ha sido cuando tuvo mayor¨ªa absoluta), sino por c¨®mo se comport¨® con ¨¦l UCD en 1979, con ocasi¨®n de aquel congreso en que qued¨® descabezado tras la dimisi¨®n de Gonz¨¢lez. El socialismo democr¨¢tico no es "la envidia idealizada", ni ha desaparecido con el muro de Berl¨ªn, ni es una alternativa radical al capitalismo, tal como se dice en los libros citados y suelen manifestar, algunos profetas del neoliberalismo. No tiene sentido tratar de sustituir en el papel de ese otro, del que se discrepa, pero con el que se mantiene una relaci¨®n privilegiada", a otra izquierda que no parece haber aprendido mucho de las ense?anzas de 19,89.
En tercer lugar, convendr¨ªa que esa derecha se diera cuenta de que, en vez de una receta m¨¢gica hecha (le liberalismo, adelgazamiento del Estado y mercado, tiene problemas m¨¢s sofisticados con los que enfrentarse. A veces, sin embargo, da la sensaci¨®n de que est¨¢ mucho m¨¢s cerca de esgrimir la varita del hada que la s¨®lida responsabilidad de un administrador solvente y eficaz. Tomemos la llamada crisis del Estado de bienestar: en vez de largas parraf¨¢das anarcolibertarias, una opci¨®n de centro-derecha debiera tener en cuenta como gu¨ªas fundamentales para la acci¨®n la pura y simple responsabilidad y la necesidad de llevar a cabo una modesta funci¨®n de polic¨ªa, una reforma que haga desaparecer aquellos reductos que resultan relativamente privilegiados en un contexto de crisis y una voluntad de reparto equitativo de bienes escasos.
Hacer afirmaciones como ¨¦stas en un momento en que todav¨ªa la derecha espa?ola no est¨¢ en el poder resultar¨¢ poco popular entre sus filas. Lo cierto es, sin embargo, que nadie puede poner en duda que ¨¦se es verdaderamente el camino de una derecha capaz de llevar a cabo una acci¨®n gubernamental. ?sta es la mejor tradici¨®n de la derecha espa?ola, que se identifica con el centrismo de la transici¨®n; de que lo adopte depender¨¢ la rapidez en el posible acceso del poder. Adem¨¢s, con esta nueva actitud nos habremos librado de una ganga nada solvente como aquella con que el PSOE nos obsequi¨® al acceder al poder en 1982.
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