El futuro director de la CIA tendr¨¢ que superar la crisis m¨¢s grave en 20 a?os
El sucesor de James Woolsey tendr¨¢ que reparar la crisis de imagen m¨¢s importante de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) desde los a?os setenta y afrontar la tarea en la que fracas¨® el dimitido director: adaptar la agencia a las necesidades del a?o 2000 y justificar ante el Congreso y la opini¨®n p¨²blica que sus actividades, merecen un presupuesto anual de 28.000 millones de d¨®lares (mas de 3,5 billones de pesetas).
James Woolsey contaba con una ¨¦xcelente preparaci¨®n intelectual para convertir la CIA de la guerra fr¨ªa en una nueva organizaci¨®n, pero a la hora de la verdad choc¨® con el Capitolio sin tener respaldos suficientes en la Casa Blanca y se enfrent¨® a la crisis m¨¢s seria de la agencia, el esc¨¢ndalo del agente doble Aldrich Ames, protegiendo a los altos cargos responsables en lugar de abrir un proceso de renovaci¨®n.A pesar de las razones que justifican la dimisi¨®n, la elecci¨®n del momento sorprendi¨® a la clase pol¨ªtica norteamericana con la guardia baja por las vacaciones navide?as y por las recientes declaraciones del propio Woolsey, que el pasado d¨ªa. 18 dijo que no iba a dejar el cargo. Pero sus jornadas de trabajo de 16 horas y el ¨¢spero enfrentamiento con el Comit¨¦ de Inteligencia del Senado hicieron cambiar de opini¨®n al director de la CIA, que despu¨¦s de utilizar el argumento habitual de los que abandonan un alto cargo en Washington -la necesidad de dedicar m¨¢s tiempo a la familia- sali¨® hacia el Caribe sin ampliar su comunicado de despedida.
Los parlamentarios que m¨¢s hab¨ªan chocado con Woolsey, por el caso Ames, pero tambi¨¦n por diferencias de criterio sobre la pol¨ªtica de inteligencia, sobre el presupuesto de la CIA y sobre el futuro de la organizaci¨®n, reconocieron su, dedicaci¨®n y al mismo tiempo consideraron que su salida ofrece la oportunidad de definir una nueva relaci¨®n entre la Casa Blanca, el Congreso y la agencia. Dennis DeConfini, hasta ahora presidente del Comit¨¦ de Inteligencia del Senado, destac¨® el esfuerzo inicial de Woolsey para cambiar la CIA, pero dijo que las dificultades le hab¨ªan sobrepasado: "Es una l¨¢stima porque tuvo la oportunidad de introducir cambios radicales y no lo hizo".
El caso de Aldrich Ames ha sido la tumba de James Woolsey. Cuando estall¨® el esc¨¢ndalo de la detenci¨®n del doble agente, el 21 de febrero de este a?o, despu¨¦s de haber estado trabajando para Mosc¨² desde 1985, nadie culp¨® a Woolsey, que tom¨® posesi¨®n de su cargo en febrero de 1993. Su error fue enviar suaves cartas de reprimenda a 11 responsables, de la CIA -ocho de ellos ya retirados- por los errores de seguridad cometidos, en lugar de seguir el consejo del inspector general de la propia agencia, que tras investigar el caso recomendaba aplicar severas sanciones a 23 personas. Frederick Hitz atribuy¨® el problema, que cost¨® la vida a varios agentes rusos de la CIA y puso al alcance de Mosc¨² informaci¨®n sobre un centenar de operaciones secretas a la ambigua divisi¨®n de responsabilidades, al colapso en las comunicaciones internas y la ausencia de colaboraci¨®n y de trabajo conjunto" en la agencia.
James Woolsey, que se hab¨ªa propuesto "cambiar la cultura de la ClA pens¨® que la deteriorada, moral de -la agencia sufrir¨ªa todav¨ªa m¨¢s si se aplicaban las sanciones propuestas. El resultado fue que "la mayor cat¨¢strofe de seguridad en la historia de la CIA", como la defini¨® el Senado, no cost¨® a ninguno de sus responsables un despido, un mero cambio de destino, o una sanci¨®n de cualquier tipo.
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