La buena v¨ªa
Ballet de la Opera de Niza
El bello Danubio (193 3): Johann Strauss / Roger D¨¦sormi¨¦re; Parade (1917): Erik Satie; La consagraci¨®n de la primavera (1920): Igor Stravinski. Coreograf¨ªas de Le¨®nidas Massime. Teatro de la ?pera de Niza, 31 de diciembre.
?Qui¨¦n dijo olvido? La obra de Le¨®nidas Massine, tras un bache de oscuridad de m¨¢s o menos 20 a?os, ha vuelto con fuerza a mostrar su papel en el patrimonio coreogr¨¢fico del siglo XX.Digamos que lo menos trascendente en lo est¨¦tico es El bello Danubio, pero ser¨ªa imposible dejar a un lado Parade, donde vibran los esp¨ªritus de vanguardias juveniles de Cocteau, Satie y Picasso, o La consagraci¨®n de la primavera, que no es una reinvenci¨®n, como en el caso del original perdido de Nijinski (1913), resucitado por Hodson y Archer para el Joffrey Ballet en 1987 y para la ¨®pera de Par¨ªs en 1991 y 1993; en este caso se puede hablar con propiedad de reconstrucci¨®n fidel¨ªsima, hecha, por Susanna della Pietra, ¨²ltima asistente de Massine, y Enrico Sportiello, que fuera bailar¨ªn de car¨¢cter en la Scala de Mil¨¢n y heredero de papeles personales del core¨®grafo. El joven e inquieto Massine se encontr¨® con la urgencia de reponer La consagraci¨®n en 1920, una vez salido Nijinski del c¨ªrculo de fuego protector de Diaghilev, y dio su primera lecci¨®n de talento core¨²tico a escala coral. La lectura que vemos hoy es asombrosamente contempor¨¢nea, musical y fluida; si en Nijinski hab¨ªa genio pujante, en Massine se a¨²nan la artesan¨ªa con el sentido espacial.
De la Opera de Par¨ªs los organizadores han tra¨ªdo a dos primeros bailarines: Agnes Letestu y Jos¨¦ Mart¨ªnez (Murcia, 1969), ¨²nico espa?ol que en el siglo XX ha conseguido llegar tan alto en la magna casa de la danza parisina, y cuya brillante carrera en Espa?a se ignora casi completamente.
Agnes Letestu es una bella bailarina de elevaciones enormes y t¨¦cnica limpia y hace todo lo que hay que hacer en El bello Danubio, pero no consigue elevarse al sue?o resurrecto de Alexandra Dan¨ªlova, m¨ªtica int¨¦rprete de la Bailarina callejera; Dan¨ªlova era la soubrette ideal, a medio camino entre la danza de car¨¢cter y el virtuosismo de Petipa, esa necesidad que conjuga br¨ªo y gracia, y Agnes es demasiado l¨ªrica, al estilo actual de la ¨®pera de Par¨ªs. Jos¨¦ Mart¨ªnez se mantiene brillante en todas sus intervenciones.La vuelta al trabajo conjunto del binomio Jean-Albert Cartier como sobreintendente y H¨¦l¨¦ne Trailine corno consejera art¨ªstica hace renacer en Francia el inter¨¦s por un perfil de compa?¨ªa id¨¦ntico al que ellos mismos lograron hace unos a?os en Nancy. Se trata de algo muy justo y sencillo en el fondo: programar con un sentido cultural abierto donde no hay prejuicios para recuperar el patrimonio coreogr¨¢fico del pasado, al mismo tiempo que se es cultural y honestamente moderno. El teatro, abarrotado todos los d¨ªas, reconoci¨®, junto a la cr¨ªtica internacional europea, la importancia de esta apuesta.
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